Capítulo 4: Golpe de mala suerte

576 66 7
                                    

          —¡Al fin! —El muchacho castaño que gritaba inocentemente de alegría frente a mí era alguien que yo conocía. Kent Roberts. Su rostro aún con características de niño pequeño no coincidía de ninguna manera con su considerable altura y su pecho ancho. El hecho de que tuviera bucles no ayudaban en lo absoluto con su cara de querubín. Noté que estaba arrugando la nariz sin siquiera darme cuenta, sólo fue porque el fugaz e impertinente pensamiento de que lo besé el verano pasado provocaba eso en mí. Malditos juegos de botella. Maldita yo por deberle un favor a Kyle Rent que no tuvo una mejor idea que cobrármelo obligándome a jugar ese juego en su cumpleaños. Lo observé un poco más. Quizás si él no fuera tan idiota, no me arrepentiría tanto de haberle dado mi primer beso. Aunque, por otro lado, agradecía que se tratase de él, alguien por quien sentía algo de compasión, que otras personas que odiaba. Sí, Archie intentó besarme la navidad siguiente a la del ataque de Kevin con chicles. No preguntes. Creo que Kevin estuvo detrás de eso, también. Lo empujé fuerte, pero sus asquerosos labios habían hecho contacto con los míos.

          —Dile que Kevin que puede pudrirse. —Le había gritado a Archie. Estaba sentado en el suelo medio sonriendo, intentando aparentar que Kevin no había tenido nada que ver en todo el asunto—. Sí, sí, sí. Eres una especie de súbdito patético, ¿es porque no pudo venir esta navidad, cierto? ¿Te mandó a ti a molestarme? Bien, pues, cuando vuelvas a tu casa dale ese mensaje de mi parte en cuanto lo veas. Incluso te daría dinero para que lo golpees.

          Su cara palideció.

          —¿Golpear a Kevin? Como... ¿En la cara? Yo no soy el que golpea. Ese es Nicholas.

          Entrecerré los ojos y me agaché a su altura.

          —¿Quieres que le diga a tu madre de esto? —Ni se inmutó—. Bien, ¿a tu padre le gustaría saber que eres un pervertido? —Negó con la cabeza frenéticamente—. Perfecto, eso pensé. Se lo diré todo y él me creería, sabes, le caigo bien. Así que, seré buena contigo y guardaré este pequeño incidente en una parte de mi cerebro que se titula "Traumas para olvidar".

          —Oh, Dios, gracias. No sé en qué estaba pensando cuando...

         —Chst, chst. —Se quedó callado—. Dije que sería buena. No muy buena. Tendrás que hacerle una cosa a Kevin luego de entregarle mi mensaje. —Su pecho comenzó a subir y bajar a una velocidad que me dio miedo. Me pregunté si era él o Nicholas el que padecía de asma y si esto podría hacerle algún mal—. Cálmate, súbdito, no tendrás que pegarle. ¿Sabes correr? Eso espero. Porque luego de que escupas en su rostro, tendrás que correr como el viento si no quieres que él te mate.

          —Sé correr. —Aseguró—. ¿Eso es todo?

          Asentí, cerrando el trato.

          Los gritos de Kent me trajeron devuelta a la realidad.

          —¡Vancaciones! ¡Va-ca-cio-ne-s! —Sí, él no deletreaba muy bien, pero al menos no le interesaba que los demás creyeran que era un idiota—. V- a- c —hizo una pausa—, a- s- i.

         —Es con c —. Le dijo Tobias. Un chico más bajo y delgado que Kent, pero con cara de adulto. No sabía su apellido, pero era lo más parecido a un amigo que Kent tenía. Siempre estaba con él y se reía de sus estúpidos chistes. Nunca hablé con él, pero si alguna vez intentaba saludarlo, Tobias sólo me dedicaba una mala mirada—. Y no sé por qué festejas como si hubieras hecho algo además de saltearte clases y reprobar absolutamente todo, ¿cómo te ves haciendo primero otra vez?

          Kent bajó los brazos y paró su cántico. Dejé de prestarle atención en cuanto Luke me tocó el hombro y ofreció una sonrisa mientras guardaba su teléfono celular en el bolsillo de sus jeans.

          —¿Qué hay? —Dije, poniéndome en marcha hacia mi casa. Él estaba a mi lado—. ¿Quién era?

          —Mi padre. —Dijo. Fruncí el ceño, ¿por qué lo llamaría por teléfono? Lo miré expectante, sabiendo de antemano que Luke me contaría si algo malo pasaba. Éramos mejores amigos. Cerró un ojo con demasiado fuerza como para ser un guiño mientras dejaba las palabras salir.—. Ah... Parece que Kevin no vendrá de visita estas vacaciones.

          Sonreí, aliviada por la buena noticia.

          —¡Eso es bueno! Bien, bien, bien. No puedo imaginarme lo que será pasar todas las vacaciones sin que mis cosas desaparezcan o temer porque alguien me haya puesto alguna trampa o que... —Lo miré, preguntándome por qué no festjaba conmigo. Sí, Kevin era su familia pero a veces hasta Luke se cansaba de él—. ¿Qué? ¿Qué pasa? —Algo dentro de mi cabeza pareció encajar—. No es sólo eso, cierto... Tu padre no te llamaría para decirte algo que puede contarte en cualquier otro momento.

          —Cierto. —Miró en otra dirección, como si estuviera dando por acabada la conversación. Dejé de caminar, él dio dos pasos más antes de detenerse.

          —Luke... —Hasta a mí me sonó como advertencia—. ¿Es tan malo como para no querer decírmelo?

         —¿Qué parte? Una parte es muy mala pero no te afecta o la otra es algo así como mala...

          —¿Y que sí me afecta?

          —Kevin no viene estas vacaciones porque... Yo voy a estar allí, como en Rusia. —Su expresión dejaba ver que se sentía cómodo de tener esos dos pasos de espacio entre nosotros, lo que me llevó a preguntarme cómo estaría mi cara de mal.

          Respiré ondo antes de darme cuenta que debía tranquilizarme. El hecho de que mi corazón estuviera latiendo tan rápido provocaba que mis nervios estuvieran haciendo un caos dentro de mí. Respiré ondo una vez más, porque yo necesitaba respirar para vivir.

          —Pero no te vas como a ir a vivir allá... ¿Cierto? —Había pocas cosas en el mundo que me dieran tanto miedo como preguntar acerca de algo que tenía miedo y que me lo confirmaran. Como esa vez que le pregunté a mi madre si Mackenna iba a volver alguna vez. Recuerdo que estuve juntando el valor por semanas y pude sentir el corazón en mi pecho, corriendo enloquecido, pero amenazando con detener su marcha exclusivamente para romperse si mi madre decía que no volvería a ver a Mackenna nunca más. Eso fue lo que ella dijo; "No lo creo". Mi madre no se equivocaba.

          —Dios, no, Chloe. Esto es como... como unas vacaciones. —Exhalé sonoramente, sin importarme que él viera el alivio que me causaba saber que no me abandonaría. Sabía lo que significaba aferrase a alguien y darle a conocer todo lo mal que te dejaría si alguna vez se iba, pero yo no era muy buena cuando se trataba de alguien que me quería dejándome y no podía permitir aparentar ser fuerte en esas situaciones.

          —Bien. Bien, no es tan malo entonces. —Me miró como si en su cabeza estuvieran sucediendo miles de cosas a la vez.

         —No. —Asintió con la cabeza, lo que me generó confusión—. No es tan malo.

         Pero sí era tan malo.

        —Volverás.

       —Lo haré. —Prometió.

        Pero había cosas peores que no volver. Y eso era algo que yo nunca me había atrevido a pensar.

El cliché según ChloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora