Capítulo 8: Ahora, ¿lo entiendes?

320 37 11
                                    

        Supongo que, frente a cualquier situación, tienes dos opciones. Sólo dos. Para todo, sin importar qué representan, al final y con generalizaciones, decides; o peleas o sales corriendo.

        Lo sé, me gustaría mentirte. En serio. En realidad, yo podría mentirte y decir que hice las cosas bien, pero estoy tratando de remendarlo todo diciendo la verdad ahora, así, si alguien alguna vez encuentra esto, sabrá que soy yo. Qué soy. Sabrá lo que sentí y que no soy una mala persona en realidad. Diré que lo siento muchas veces (pero supongo que no serán suficientes).

        Ahora que lo pienso mejor, este debería haber sido el principio, con estas palabras. Tal cual como voy a contarlo, pero ya veré cómo puedo arreglarlo. Cuando eres alguien con tantos problemas, debes comenzar a ser rápida para librarte de ellos.

        Iba por la parte en la cual salí corriendo como una rata. No te preocupes, esta no será la primera, así que será mejor que te acostumbres a oír (leer) esto; Chloe, la rata.

        El caso es que, las deciciones (no diré que las malas porque quiero intentar ser objetiva) te llevan a algún lado. Todo lo que hagas, tiene consecuencias. Contaré cuál fue la consecuencia de haber corrido cuando me encontré con Mackenna en la puerta de mi casa, en vez de hablar con ella como una persona civilizada.

        —¿Chloe...? Oh, por Dios... —ella dijo, como si no creyera que yo estuviera allí. Era alta, quizás incluso más que yo, pero había que tener en cuenta que yo estaba descalza y ella llevaba botas. Que, para golpear mi autoestima de esa mañana, combinaban con lo que llevaba puesto. Parecía una modelo o algo así. Su cabello rubio estaba atado en un cola alta de caballo y sus ojos marrones eran más grandes de los que recordaba—. ¿Qué...?

        —No te sorprendas tanto, Mack, esta es mi casa después de todo. —Fue en todo lo que pude pensar en decir después de que me asaltara la idea de que debía lucir como un sapo. Mis jeans oscuros de ayer en la noche, mi camisa a tiras roja, mi pelo revuelto. Maquillaje corrido y esas cosas. Un completo desastre entraría en la descripción también, pero no me gusta ser tan cruel conmigo misma. Sólo me quedaba esperar que no se notara mucho que había dormido con la ropa que llevaba puesta en ese momento.

        Ella me ofreció una sonrisa. Percibí un leve titubeo antes de que comenzara a hablar.

        —Tú... Estás más alta. —Sí, Mack, crecí un par de centímetros desde los nueve años hasta hoy—. Tu pelo es... —despeinado—, más oscuro de lo que recuerdo, pero tus ojos siguen igual de grises... Yo, quiero decir... te ves...

        —Entiendo —le corté, poniéndome a prueba, sin siquiera saber que era capaz de hablar—, ¿cómo inicias una conversación luego de ocho años?

        Se quedó en silencio, probablemente tratando de pensar qué podía responder. Yo estaba preguntándome por qué había dicho aquello. ¿Debería desculparme? ¿Pedir perdón? Se supone que preguntas lo que no sabes pero, en mi caso, las cosas que pregunto son aquellas que sé, pero de las cuales no estoy segura. Las preguntas vienen con una condición tácita; "Dime la verdad, eso es todo".

        ¿Debería...?

        ¿Cómo has estado? Ha pasado tiempo.

        —Intenté —tomó una bocanada de aire, como si la situación no estuviera saliendo como lo había planeado. A decir verdad, yo ni siquiera entendía lo que estaba pasando. ¿Seguía siendo ella? ¿La niña pequeña que rompía sus ligar pasa el cabello y necesitaba mi ayuda? ¿Seguiría necesitándome?—. Intenté hablar contigo pero... —di un respingo sonoro que interrumpió lo que fuera que ella estaba tratando de decir.

El cliché según ChloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora