Capítulo 2: Cuando Chloe conoció a Luke

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          Estuve pensándolo mejor y llegué a la conclusión que el día que conocí a Mackenna no fue el comienzo del problema en sí, pero era una parte importante que debías saber si quieres entender la historia completa. Así que no, no sé si calificaría como el comienzo, pero harías bien en recordar a Mackenna. Y, dado que elegí esa parte para comenzar, debería seguir por ahí. Creo que me quedé en la parte que suelo llamar Mi Madre con el Corazón Roto, segunda parte. Bien, puede que ahora me cause un poco de gracia, pero no en ese momento.

          Tener diez años, casi once, es un etapa complicada para toda niña. Hablo que, en serio complicada. Cuchicheando con otras niñas en la escuela, descubrí que no era a la única a la que comenzaron a dolerle lo que años después conocería como "pechos", pero que tampoco éramos la gran mayoría. Ya sabes, por "no era la única" me refiero a una sola niña aparte de mí. Ella era Sally Teller, que tenía una partícular aficción por odiarme todo el tiempo. Hablo en serio. Algo sobre ser una niña en desarrollo al mismo tiempo que ella le dio el derecho de odiarme. No sé qué le pasa a las niñas a esa edad, pero supongo que Sally hubiera llamado mucho más la atención si hubiera sido la única niña en el grado que tenía senos. Y ella sabía eso. Cosa patética, lo sé, pero no es como si le pudieras echar la culpa; todos somos demasiado idiotas a esa edad. ¿En qué estaba? Ah, sí, bien. Como decía, una etapa complicada para una niña normal (estuve investigando, y es normal comenzar a desarrollarse a partir de los diez, no me llames rara), pero yo no tenía sólo el problema de los senos.

          Cuando Cole se fue de casa y se llevó a mi hermana con él, yo era lo suficientemente mayor como para darme cuenta cuando la gente se iba para no regresar. Esa fue la primera vez que odié las despedidas. Y junto con eso, las primeras veces. Cole fue el primer y único papá que tuve. Hablo, realmente un padre. Estuvo para levantarme cada vez que me caía intentando andar en bicicleta o para ayudarme a encontrar mi juguete favorito si se perdía. Me enseñó todo acerca del fútbol y ayudó a desarrollar mi preferencia por un equipo en particular. Equipo que teníamos en común. Mackenna nunca mostró interés en el deporte y mi madre pretendía que le gustaba, sólo para hacer feliz a Cole. Así que nuestro vínculo que se hacía un poco más especial cuando nos sentábamos cada domingo a mirar partidos. Me hizo darme cuenta que odiaba que me llamaran "princesa" y me hizo creer que podía contar con él, sin siquiera decirme que confiara en él. Estuve segura que él estaría ahí siempre. Y no fue así, pero lo peor de todo, es que no se fue solo. Con Mackenna había aprendido que yo era la fuerte de las dos y que si una caía, la otra la ayudaría a levantarse. Porque se pueden hacer todas las bromas sobre "Un verdadero amigo se ríe cuando caes", pero no hay nada más lindo que sabe que si caes, alguien va a estar ahí para ayudarte a ponerte de pie y felicitarte cuando lo logres. Y Mackenna fue eso para mí. Asumíamos la culpa de alguna travesura si la otra iba a ser castigada y teníamos nuestro propio plan para robar galletas. Y luego ella también se fue.

          Cuando me desperté esa noche por los ruidos y bajé las escaleras, llegué justo a tiempo para ver cuando los dos atravesaron la puerta de nuestra casa. Me quedé parada al pie del último escalon, viendo como salían de mi vida. Como dije; esa noche aprendí a reconocer una despedida definitiva a simple vista. Sabía que esa era una, aunque ni siquiera habían dicho adiós. Aunque ni siquiera yo había dicho adiós. Y aún así, me quedé sentada cada tarde en el pórtico de la entrada esperando que Mackenna llegara, no importaba si era sólo ella, me conformaría, porque la extrañaba tanto. Extrañaba tanto a mi hermana que la esperé por meses aunque todo en mí me decía que era imposible que volviera. Ni siquiera recibí una llamada suya. Tampoco había cartas cada vez que iba por la mañana y revisaba una vez más por las noches para asegurarme de haber buscado bien.

          Y estaba completamente sola, porque mi madre decidió no hablar sobre Cole ni Mackenna y no me contestaba cuando preguntaba por ellos. Comenzó a trabajar más de lo que antes hacía y contrató a una niñera, que era lo primero que veía al levantarme y lo último cuando me acostaba. Supongo que no es fácil cuando eres como mi madre y sabes que tu única hija presenció cómo alguien destrozaba tus muros por segunda vez y dejaba todo demasiado destrozado para repararlo.

El cliché según ChloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora