Red

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Rojo.

Todo es rojo a su alrededor. 

No hay variedad de colores. Solo una monocromía asfixiante que no le permite pensar las cosas con claridad, como una nube oscilante en su mente, impidiéndole ver con claridad. 

Se sujeta la cabeza con ambas manos. Su respiración agitada y arrítmica. Trata de hablar pero las palabras son incapaces de salir de seca garganta, en cambio, sale algo parecido a un gruñido, un sonido gutural poco frecuente. 

Presa de la ansiedad, trata de levantarse. Pero su cuerpo no lo resiste, el constante hormigueo persiste hasta tal punto que ya no es dueña de sus propios movimientos. No siente sus extremidades, tampoco el frío que hay a su alrededor. No siente nada, no ve nada. Como si se hubiera desmayado, sus ojos oscuros contemplan la nieve rojiza casi sin vida. 

¿Por qué está roja? 

La pregunta cruza su mente. Tratando de concentrarse en eso y no en las voces que insisten en molestarla y hacerla sentir inferior, Akko mueve lo más que puede su brazo izquierdo, y sin sentir el tacto de la nieve derritiéndose, quemando sus dedos, acaricia la sangre fresca. La sustancia queda entre sus dedos, y ella, extasiada al ver el contraste del blanco puro con el rojo abrumador, se queda hipnotizada observándolo. 

No sabe de donde proviene el rastro de sangre. Tampoco mantiene la coherencia suficiente para tratar de adivinarlo. 

Gira un poco la cabeza. 

Por fin descubre de donde viene toda esa sangre. 

Su brazo derecho, cuyas mangas han sido rasgadas, tiene un profundo corte a lo largo de toda la extremidad. Si no fuese por el frío, la sangre hubiera seguido brotando de la herida abierta. 

No recuerda cómo he llegado ahí. A estas alturas, ni siquiera recuerda su nombre. Debatiéndose entre la consciencia y el desmayo, su espalda cae al suelo, y su cabeza choca contra la suave nieve. 

"Se siente bien."—Piensa.

Akko aprecia la suavidad de la nieve. 

Sus labios morados intentan torcerse en un intento de sonrisa, pero están tan rígidos, que no consigue moverlos. 

Akko no sabe en que momento ha empezado a temblar con violencia , o su corazón ir a un ritmo más lento comparado a como se sentía antes. 

Está a punto de darse por vencida y descansar, pero una voz lejana le impide cerrar los ojos, y rendirse al descanso que su cuerpo pide con ansias. 

Akko lo siente. Si cierra los ojos, nunca más volverá a abrirlos. 

Una luz le da directamente en la cara.

Siente algo cálido, más no es capaz de distinguir correctamente que es. Algo se desliza por su mejilla, alguna especie de gota, que hace su camino hasta su barbilla, donde choca contra la nieve y se pierde en ella. 

Ya no siente más la suave nieve contra su piel. Tampoco ve el color rojo reinar sobre el blanco puro. 

Su cuerpo sigue en el mismo estado, pero su mente se encuentra en paz. Su inconsciente reconoce los brazos de su salvador, e intente fundirse en ellos lo máximo posible, buscando un poco de calidez para salvarla. 

No le queda mucho tiempo. 

Sin embargo, ya no tiene miedo. 

El color platino reemplaza al rojo, y es un color tan bonito, tan brillante y esperanzador, que le confía su vida a esa persona. Y con ello, cierra su pacto. Le será fiel a esa persona que le ha salvado la vida, sin importar qué. 

Sus ojos oscuros chocan con unos azules antes de que el desconocido empiece a correr. 

Akko no está segura de si podrá salir de esta, tampoco de las posibles precuelas del accidente. Pero hay algo que sí puede decir con seguridad. 

Mientras esa persona, cuya alma la abraza como si fuese un salvavidas, esté a su lado, ella estará bien.  

Porque el destino decidió que así sería. 

Diakko one-shots💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora