Mikoto

119 15 14
                                    

XIV

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

XIV. Mikoto

Entre la oscuridad se asoma el hombre que alguna vez pretendió gobernar a todo un pueblo. Sobre su asiento se distingue el trono caído de quién supuestamente debía proteger a una República.

Tal vez así estaba destinado a ser, pero nadie pudo predecirlo antes.

Sai y Vanquish se arrodillan ante su señor y rinden respeto. Recargan sus espadas contra el fino mármol y están dispuestos a hacer todo por quién les dio una oportunidad.

Danzou Shimura baja las escalinatas con solemnidad, mientras se apoya de un bastón de madera. Cada día a cada hora, su cuerpo se siente más envejecido. Él no es más que huesos y carne vieja y desgastada por los años. Sin embargo, su poder no radica en su fuerza física sino en el pacto que hizo muchos años atrás.

—Madre, he cumplido con tus peticiones—dice él mientras sigue avanzando hacia ellos—. Hoy será el día en el que todos tus hijos volverán a nacer, sobre las cenizas de nuestra República se erguirá tu gente. ¿Necesitas un ejército mayor? Yo te lo daré. Te otorgaré todo lo que me pidas, Madre.

Una voz se escucha desde el techo, los cristales finos comienzan a vibrar. Por inercia, tanto Sai como Vanquish se ponen en guardia y blanden de inmediato sus espadas, sin embargo, Danzou los detiene con un ademán de manos. Obedientemente, ellos bajan sus armas y lo miran de forma inexpresiva.

—Madre, después de más de cuarenta años finalicé tu encomienda. Dime, ¿ante tus ojos soy un buen hijo? ¿Hice todo bien?

—Querido hijo mío—La voz se vuelve más clara, y es entonces que parece que desciende de los cielos—. Ante mis ojos, lo hiciste bien. ¿Te gustó lo que te di?

Danzou se quita la venda de su rostro, dejando entre ver sus múltiples cicatrices y un ojo faltante. Su piel está arrugada y sus movimientos ya no son los mismos. El tiempo ha hecho mella en él.

—Me diste poder, Madre. Pero... Este hijo tuyo ya no puede.

Él está físicamente incapacitado, tanto poder ha consumido su mente y su cuerpo de múltiples maneras.

—Sabes lo que tienes que hacer Danzou—La voz ya no suena tranquila, más bien parece molesta—. Hoy mi pueblo renacerá, fue el trato que hicimos tú y yo hace más de cuarenta años.

—Lo sé, pero...

—¡Suficiente!

Vanquish y Sai observan como de la nada comienza a aparecer una imagen, el techo parece querer cuartearse y eventualmente se produce un ligero movimiento de tierra; piedras grandes caen derrumbando la cúpula del recinto sagrado del Presidente. De inmediato, ellos lo protegen con sus propios cuerpos.

—Te daré nueva carne y huesos nuevos, hijo mío. Ser bendecido por la Fuente del Sol es algo que no deberías de desaprovechar.

Vanquish se muestra sorprendida, quizá por primera vez, la mujer frente a sus ojos parece realmente un ser divino: ropas blancas y cabello azulado. Ojos lavanda y piel sumamente traslucida.

VαnquishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora