|Capítulo 4|

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SK.

En cuanto abro los ojos me sobresalto al encontrarme vestida con una ropa extraña que claramente no es de mi talla.
Me duele la cabeza como si tuviese migraña, las punzadas rodean mis ojos y presionan entre mis orejas, como si alguien sostuviera mi cabeza con fuerza. Cuando la sensibilidad a la escasa luz cálida deja de atormentarme la vista, examino mi entorno sin tener la conciencia en el presente.

Estoy sentada, mis pies no alcanzan el suelo, mis manos están sujetadas a mis espaldas. De pronto la postura se siente dolorosa. Mi cansada espalda, mi cuello y mis brazos están agotados, apenas puedo juntar las manos. El respaldo es demasiado ancho.

¿Qué día es?¿Qué hora?. No hay luz solar, no  puedo decir donde estoy. No recuerdo nada.

Quizás causar una que otra molestia a mis secuestradores en el avión y después nada. Algunos murmullos, el nombre de mi esposo y un golpe. ¿Acaso me drogaron?. No, fui dormida con un golpe. Mi boca se siente seca como un desierto, casi pastosa como si mi lengua fuese de arena. Jamas había sentido tanta hambre y sed. 

Por segundos medito si es prudente llamar a alguien. Pero no, debo aprovechar estos segundos sola para entender que ocurre. Respira Sakura, respira, no te alteres.

No hay nadie conmigo, no hay muebles, al menos no a la vista. Si me quisiesen matar ya lo habrían hecho, pero estoy aquí, requieren que este despierta incluso si es un simple capricho. Pero, ¿por qué han irrumpido a la casa?¿Qué tengo yo, que ellos quieren?

Con pesadez cierro los ojos tentando mi cuerpo a dormir de nuevo, pero en su lugar, intento recordar. Sabía que la casa se sentía extraña cuando entré, pero estaba más preocupada por hacerme la prueba de embarazo que lo atribuí a mis nervios.

Apenas tuve tiempo de dejar los víveres sobre la barra de la cocina, antes de que intentaran atacarme. Después es borroso; recuerdo el vidrio roto, los forcejeos y mis gritos de ayuda. Logré salir de casa sin celular o cartera, solo el cambio del taxi que use para llegar mas rápido a casa.

La cabina telefónica estaba a tres manzanas. Mis recuerdos terminan con la llamada y reanudan avanzando como un zombi al pequeño avión; en ese momento mi cuerpo reaccionaba como un robot, apenas pude pensar en lo que hacia. Estoy por quedarme dormida de nuevo cuando la puerta de abre de golpe, aquellos dos tipos que entraron a mi casa, se adentran a la habitación de manera cautelosa inspeccionando el lugar, como si no estuviese sola.

— Sakura Haruno— escucho murmurar tras ellos. La respiración se me corta de repente, aquella voz ya la he escuchado.

Ambos hombres, cual perros tras su amo, se colocan uno de cada lado en la puerta y finalmente, aquel individuo aparece helándome la sangre.

—¿Qué mierda haces aquí? Creí que estabas en prisión  — él acaricia el polvoriento marco de la puerta examinando el polvo de sus yemas. Tras acariciarlo, levanta la cabeza examinándome en silencio.

— Si, estaba en prisión. Pero la presión de Nueva Jersey es una casita para muñecas. La seguridad es mala; no están al pendiente de sus puertas, no revisan pertenencias, no checan las celdas, demasiado tiempo de visitas... Mmm, una infinidad de cosas por reprocharle a esa prisión. No como la que tu marido maneja, claro que no. Ahí nos cuentan el tiempo para respirar.  

Sus pasos resuenan cual tacón al tiempo que avanza los metros hasta ponerse frente a mi. Su sucio y polvoso dedo sujeta un mechón de mi cabello rosa el cual acaricia como si no fuese real.

—No me toques, me das asco.

Su rostro se endurece, pero hace caso. De inmediato suelta el mechón como si este quemara.

 —En cuanto a que quiero de ti, vaya, que no quiero de ti. Es curioso, la idea era cumplir mi promesa y terminar contigo— sus ojos ámbar recorren mi cuerpo de pies a cabeza antes de seguir hablando —. Mi hermano buscaba una hermosa mujer para hacerla su esposa. Pero como su reputación es algo, ya sabes, intimidante, las mujeres huyen de él. En cuanto te vi, me dije: "Hey. ¿Por qué no venderla a mi hermano por un millón de dolares?"— 

Pese a la escalofriante confesión que ha dado, no puedo evitar reír. Claro que conozco a su hermano, por alguna razón, me parece divertido. Empiezo a perder la cordura.

—Soy una mujer casada. Soy Sakura Uchiha para el mundo. Y en cuanto a ti; me asegurare de que te pudras en la  prisión de California — su gesto cambia, aprieta los dientes como si esperase un golpe. Apenas tengo tiempo de reaccionar ante el cosquilleo tras la buena bofetada que por instantes, resuena en la sala

—Eso lo tengo claro maldita perra; nada que mis medios no puedan falsificar — Sasori da una fuerte calada de aire intentando recomponer la postura, el golpe me ha nublado la vista, el dolor de cabeza ha aumentado —¿Cuántos meses tienes?

—Ni idea, mira que estaba por averiguarlo cuando tus gorilas entraron a mi casa.

Mi tono burlón, mi falta de preocupación y mi aparente desinterés, parecen intensificar la llama que incendia su enfado.

—Tienes suerte de que el ginecólogo este tan ocupado ahora. Opción uno: interrumpir el embarazo; opción dos: esperar a que nazca y dejarlo por ahí. ¿Cuál te gusta mas?

—Las dos suenan prometedoras. Oh dios, no puedo elegir.

Él encarna una de sus pobladas cejas inconforme antes de mirar a sus secuaces unos segundos, los tres tienen aquella cara de idiotas provocando una sonrisa pequeña de satisfacción. 

—Bueno cariño. Me encantaría quedarme a charlar, pero tengo cosas que hacer.

—Oh no te preocupes por mi, estoy ansiosa por descansar un poco mas  —ellos se miran entre si y sonríen descaradamente

—Seguro que si preciosa— sus pasos en dirección a la puerta, se detienen un segundo —La ultima vez que me viste, estabas muerta de miedo. ¿Qué te hace creer que no intentare algo como la última vez?

Intento fingir calma mientras examino mi vestimenta.

—Ah, tenia la regla. Ya sabes, las hormonas vueltas locas. Sentimientos a flor de piel. Pero una de las ventajas de estar embarazada, es que no hay baños sangrientos por un buen tiempo. 

—Deja de hablar con ese maldito sarcasmo Haruno, si no te callas, te juro que voy a-...

—¿Vas a qué?— le reto sin despegarle la mirada, por suerte, logro apretar los dientes 

Solo que al igual que la ultima vez, ese golpe es bastante fuerte. Lo suficientemente fuerte como para dejarme dormida.

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𝑨𝒏 𝒐𝒍𝒅 𝒔𝒕𝒐𝒓𝒚 𝒊𝒏 𝑳𝒐𝒔 𝑨𝒏𝒈𝒆𝒍𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora