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Manos cálidas subieron mi blusa de tirantes mientras el sol salía. Luego vinieron besos calientes en la parte baja de mi espalda, que enviaron escalofríos a lo largo de mi espina dorsal. Inmediatamente, se me puso la piel de gallina, a pesar de la verdaderamente horrible hora del día.

—Karol, nena, date vuelta —susurró Ruggero en mi oído.

—¿Qué hora es?

Todos habíamos ido al estudio de grabación después de la cena para una "mirada rapida". A media noche, Pam se había marchado, diciendo que Tyler podía llamarla cuando hubieran terminado. Nadie anticipaba que terminarían pronto, ya que habían abierto una botella de Bourbon. Yo me había recostado en el gran sofá de abajo mientras Ruggero y Tyler perdían el tiempo, moviéndose entre el cuarto de control y el estudio. Quería estar cerca de Ruggero, para escucharlo tocar la guitarra y cantar fragmentos de canciones. Tenía una voz hermosa. Lo que podía hacer con seis cuerdas en sus manos me sorprendía. Sus ojos sólo se concentraban en un punto lejano y se perdía. Era como si nada más existiera. A veces, realmente me sentía un poco sola acostada allí, sólo viéndolo. Luego la canción terminaba y el sacudía su cabeza, estiraba sus dedos, y regresaba a la tierra. Su mirada me encontraría y sonreiría. Estaba de regreso.

En algún momento me había dormido. No tenía idea de cómo había llegado a la cama. Ruggero debió haberme llevado. De una cosa estaba segura: podía oler el alcohol en su aliento.

—Son casi las cinco de la mañana —dijo— Date la vuelta.

—Estoy cansada —murmuré, sin moverme de donde estaba.

El colchón se movió mientras se colocaba a horcajadas sobre mis caderas y colocaba los brazos a cada lado de mi cabeza, doblándose sobre mí, cubriéndome.

—¿Adivina qué? —preguntó.

—¿Qué?

Removió gentilmente el cabello de mi frente. Luego lamió mi oreja. Me retorcí, cosquillosa.

—Escribí dos canciones —dijo, arrastrando las palabras y un poco suave al final.

—Umm. —Sonreí sin abrir los ojos. Esperando que tomara eso como una señal de apoyo. No podía hacer nada más cuando tenía menos de cuatro horas de sueño. Simplemente no funcionaba de esa forma— Eso es genial.

—No, no lo entiendes, no había escrito nada desde hace como dos años. Esto es jodidamente bueno. —Acarició mi cuello con su nariz— Y son sobre ti.

—¿Tus canciones? —pregunté, sorprendida. Y todavía aturdida— ¿De verdad?

—Sí, yo sólo...—Inhaló profundamente y mordisqueó mi hombro, haciendo que mis ojos se abrieran de golpe.

—¡Oye!

Se inclinó así podía ver su rostro, su cabello castaño revuelto.

—Aquí estás. Así que, pensé en ti y de pronto, tenía algo que decir. No había tenido nada que quisiera decir en un largo tiempo. No servía para nada. Todo era siempre lo mismo. Pero tú cambiaste las cosas. Me arreglaste.

—Ruggero, me alegro de que tengas la inspiración de vuelta, pero eres increíblemente talentoso. Nunca perdiste tu toque. Quizás sólo necesitabas algún tiempo de descanso.

—No. —Desde arriba, me frunció el ceño—Voltéate. No puedo hablar contigo de esta manera. —Titubeé y palmeó mi trasero. La nalga no tatuada, para su suerte— Vamos, cariño.

—Cuidado con las mordidas y los azotes, compañero.

—Entonces muévete de una vez —gruñó.

—Está bien. Está bien.

Las Vegas [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora