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Un mes después...

A la mujer le estaba tomando demasiado tiempo ordenar. Sus ojos seguían cambiando entre el menú y yo mientras se inclinaba sobre el mostrador. Conocía esa mirada. Le temía a esa mirada. Amaba estar en la cafetería con el aroma de los granos de café y la mezcla relajante de música y charla. Amaba el compañerismo que teníamos detrás del mostrador y el hecho de que el trabajo mantiene mis manos y cerebro ocupados. Extrañamente ser una camarera me relajaba. Era buena en eso. Con la lucha constante de mis estudios, me deleitaba con ese hecho. Si alguna vez quedaba muy exhausta, siempre tenía al café para levantarme. Era lo moderno de hoy en Portland equivalente a escribir. La ciudad funciona de los granos de café y las cafeterías. El café y la cerveza habitaban en nuestra sangre.

Sin embargo, últimamente, algunos clientes han sido un dolor en el culo con el que lidiar.

—Me pareces muy familiar —comenzó casi como todos hicieron— ¿No estabas tú en todo el internet hace un tiempo? ¿Algo que ver con Ruggero Pasquarelli?

Al menos ya no retrocedía al oír su nombre. Y habían pasado días desde que sentí el impulso de vomitar. Definitivamente no estaba embarazada, esa opción quedaba anulada.

Después de los primeros días de esconderme en mi cama, llorando sin parar, tomé cada turno que la cafetería para mantenerme ocupada. No podía llorarlo para siempre. Lástima que mi corazón permanecía sin convencerse. Él estaba en mis sueños cada noche cuando cerraba mis ojos. Tuve que echarle fuera de mi mente miles de veces al día.

Con el tiempo salí a la superficie. Los pocos paparazzi persistentes se habían ido de regreso a Los Ángeles. Aparentemente Michael había ido a rehabilitación. Valentina cambiaba los canales cada vez que yo entraba, pero no pude evitar ver lo suficiente en las noticias para saber qué es lo que sucedía. Parecía que Roll Dive se comentaba en todas partes. Alguien incluso me había pedido firmar una foto de Ruggero yendo al centro de rehabilitación, la cabeza hacia abajo y las manos metidas en sus bolsillos. Se había visto tan solo. Muchas veces casi lo había llamado. Simplemente para preguntar si se encontraba bien. Solo para escuchar su voz. ¿Qué estúpido era eso? ¿Y si sonaba y Laura contestaba?

En cualquier caso, la crisis de Michael era mucho más interesante que yo. Yo apenas clasifiqué para una mención en las noticias estos días.

Pero la gente, los clientes, me volvían loca. Fuera del trabajo, me había convertido en un completo cierre. Eso era un inconveniente ya que mi hermano vivía con nosotras ahora. Las personas enamoradas eran deprimentes. Era un hecho comprobado científicamente. Los clientes con la especulación brillando en sus pequeños redondos ojos no eran mucho mejor.

—Te equivocas —le dije a la mujer entrometida. Me dio una tímida mirada.

—No lo creo.

Diez dólares me dijeron que ella buscaba la manera de pedirme un autógrafo. Este haría el octavo intento de obtener uno hoy. Algunos de ellos querían llevarme a casa para tener sexo porque, ya sabes, la ex de una estrella de rock. Mi vagina claramente tenía que ser algo especial. Alguna veces me preguntaba si ellos pensaban que había una pequeña placa en mi muslo interior diciendo " Ruggero Pasquarelli estuvo aquí. "

Sin embargo, esta chica, no me veía de esa manera. No, ella quería un autógrafo.

—Mira —dijo, especulación convirtiéndose en zalamería— No te lo pediría, es solo que soy una gran fan de él.

—No te puedo ayudar, lo siento, estamos realmente a punto de cerrar. Entonces, ¿te gustaría ordenar algo antes de que eso suceda? —le pregunté, sonrisa complaciente firmemente en su sitio. Sam habría estado orgulloso de esa sonrisa tan falsa. Pero con mis ojos le dije a la mujer la verdad. Que estaba toda agotada, y sinceramente no me importaba. Especialmente cuando se trataba de Ruggero Pasquarelli.

Las Vegas [Ruggarol] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora