—Estás frunciendo el ceño. —Ruggero caminaba detrás de mí lentamente. — ¿Por qué estás haciendo eso, eh?
Había estado preparando la cena. Había encontrado cortezas para pizza en el congelador, así que las saqué para descongelarlas y empecé a cortar algunos agregados para ponerle encima y a gratinar queso, todo mientras me preocupaba por lo que Valentina me había dicho, por supuesto. La casa ya no lucia tan acogedora. Armada con el conocimiento de que había sido comprada con el pensamiento de otra mujer en mente, mis sentimientos hacia el lugar habían cambiado. Estaba de nuevo sintiéndome como una intrusa. Horrible, pero cierto. Las inseguridades apestan.
—Dame. —Por detrás de mí agarró mi muñeca y se llevó mi mano a su boca, chupando mi dedo embarrado de pasta de tomate— Umm.
Mi estómago se contrajo con fuerza en respuesta. Dios, su boca en mí esta mañana. Sus planes para nosotros en la noche. Todo se sentía como un sueño, un locamente hermoso sueño del cual no quería despertar. Tampoco era como si lo necesitaba. Todo estaría bien. Habíamos resuelto las cosas. Ahora estábamos casados de nuevo, comprometidos. Deslizó un brazo a mí alrededor y se presionó contra mi espalda, dejando sin lugar a dudas ningún espacio entre los dos.
—¿Cómo van las cosas abajo? —pregunté.
—Realmente bien. Hemos logrado cuatro canciones bien formadas. Disculpa que nos excediéramos del límite —dijo, dejando un beso en el lado de mi cuello, ahuyentando lejos el último de mis malos pensamientos— Pero ahora es nuestro tiempo.
—Bien.
—¿Estás haciendo pizza?
—Sí.
—¿Puedo ayudar? —preguntó, todavía rozando su nariz en mi cuello. Su rastrojo de barba raspaba débilmente contra mi piel, sintiéndose extraño y maravilloso al mismo tiempo. Me hizo estremecer. Justo entonces, se detuvo— ¿Le vas a colocar brócoli?
—Me gustan los vegetales en la pizza.
—Calabacín, también —Su voz sonaba un poco incrédula y colocó su barbilla en mi hombro— ¿Qué hay sobre eso?
—Y tocino, salchicha, champiñones, pimientos, tomates y tres tipos diferentes de quesos. —Apunté con el cuchillo de cortar a mi excelente colección de ingredientes— Espera a probarlos. Va a ser la mejor pizza del mundo.
—Por supuesto que sí. Aquí, los pondré todos juntos. —Se volteó para ponerme de cara a él, retrocediendo cuando mi cuchillo de cortar accidentalmente onduló hacia él. Sus manos se apretaron en mi cadera y me levantó hasta la isla de la cocina— Hazme compañía.
—Seguro.
Del refrigerador tomó una cerveza para sí y una soda para mí, ya que yo aún estaba evitando el alcohol. Las voces de Tyler y Gaston se deslizaron a través del salón.
—¿Trabajaremos de nuevo mañana? —gritó Tyler.
—Lo siento, hombre. Regresaremos a L.A —dijo Ruggero, lavando sus manos en el lavaplatos. Tenía manos geniales, largos y fuertes dedos— Dame un par de días para resolver unas cosas de allá y luego volveremos al trabajo.
Tyler detuvo su cabeza alrededor de la esquina, dándome un saludo.
—Eso suena bien. La siguiente canción va bien. ¿Vas a traer a Lio y Michael de vuelta contigo la próxima vez?
La frente de Ruggero se arrugó, sus ojos no lucían muy felices.
—Sí, voy a ver si están disponibles.
—Muy bien. Pammy está afuera, así que tengo que correr. Es noche de cita.
—Diviértete —saludé de vuelta.