La mirada puesta en la mosca que vuela

Capítulo 11: El laberinto del charqui

 —Jóvenes, jóvenes, jóvenes 

Los jóvenes escapaban de entre la multitud asesinada. Sus cuerpos yacen en el piso, delgados, con ojeras y manchas negras por todas partes.

Un joven llamado Sal, se percata de la presencia del monstruo con forma de conejo gigante y boca de lobo, intenta escapar por una calle anexa cerca al paradero en el que estaba. Su alma se paraliza. «Joven Sal», dice una voz chillona y luego se abalanza contra y lo muerde. Su consciencia se desvanece y cae al piso.

—Oh Por Dios  —Soltó un grito ahogado en medio de la tétrica noche con forma de sonrisa. El charqui lo había devorado completamente en pocos segundos; el resto del tiempo estaba quemándose en su estomago hasta desaparecer por completo.

La luna se perpetuaba enorme de manera indefinida; como el doble del sol en un día soleado. La noche se hacía más larga. 

Los chicos que a menudo salían a buscar al Charqui eran miembros de las jóvenes pandillas.

...

—Es muy tarde para salir a comprar víveres ¿no crees?  —le dice su padre a su hija.

 —Tranquilo, el charqui está muy lejos, tengo tiempo de sobra, vuelvo dentro de poco  —dice Maryori, su hija.

Sus hermosos labios, se voluptuosas caderas y su largo y resplandeciente cabello disimulaban muy bien el hecho de que estaba un poco subida de peso. La mujer más hermosa de todo puente piedra le dijo un chico una vez. 

La chica vio la luna hacerse un poco más grande de repente, por precaución metió la mano al bolsillo y sacó un medidor, desplegó una antena y notó con gran celeridad que todo estaba bien. A pesar de que el estado los había obligado a vivir de una forma paranoica y angustiante, tenían reglas y aparatos que les permitía darse cuenta de la presencia del monstruo que cenaba energía negativa de los cuerpos sin vida o en coma en la noche.

Mientras caminaba, encontró a un par de jóvenes que venían desde el lado izquierdo. «Por favor que  no me miren, por favor que no me miren», pensó con rapidez y inició una caminada rápida.

Para su determinada posición los chicos comenzaron a comentar su belleza, pero al entrar en un pasadizo que daba al mercado, los perdió de vista.

Caminaba con tranquilidad, no tenía prisa, daría vueltas hasta que los jóvenes pandilleros se hubieran ido de la calle que conectaba a su residencia. Caminó  un poco rápido y luego dobló en una esquina. Al llegar a la tienda la atendió una señora vieja y con la mirada perdida y reconfortada; como si pensará que ya eran los últimos días de vida y se iría a descansar al cielo.

Una vez llenó su bolso con los víveres que necesitaba se planteó ir a un parque cercano y esperar ahí por una media hora. Una vez llegó al parque se sentó y solo por la merecida precaución se puso a revisar su medidor o Abimómetro; un aparato diseñado para detectar la energía AB del monstruo; el Charqui.

Este monstruo era todo un misterio para los ciudadanos de Puente Piedra, pero sabían que antes tenía humanidad, ya que muchos ciudadanos sobrevivientes habían dicho que lo había oído hablar. Frases como Sal joven, joven, que ya te alcanzo, poco después yacías muerto en el piso. Aunque fuera un misterio había proporcionado a los científicos que los estudiaban con ayuda de las jóvenes pandillas, por un pago de mil soles. Los resultados de sus investigaciones revelaban que  este monstruo generaba energía, la suficiente para encender un tostador o aparatos similares. Poco tiempo después de informó que esa energía era la misma que nosotros producíamos, pero en una escala más débil.

Unos segundo antes de que decidiera irse del parque para ver si los pandilleros se habían ido de la calle anexa a la residencia enrejada de su casa, un joven le avisó que tuviera cuidado, las jóvenes pandillas se habían puesto agresivas por el nuevo plan  que el alcalde había propuesto. 

Ella apresuró el paso para volver a casa, en el camino se encontró con un policía que patrullaba las calles. El distrito de Puente Piedra era uno de los más inseguros en todo Lima, no era nada extraño.Luego de volver a salir por un calle anexa y entrar en otra se preguntaba por que las calles de Puente Piedra eran como laberintos, dio vuelto en el mercado que había atravesado antes(tiene salida  a un pequeño parque cerca a la casa del alcalde) y caminó de frente en la calle anexa a su residencia, poco después vio a los pandilleros; uno llevaba gorra y estaba lleno de tatuajes, otro llevaba un cuchillo ensangrentado en su mano, los otros cinco tenían armas de fuego y se les veía riendo y caminando como al salir de una fiesta, ella creía que si no fuera por estado ebrio que tenían posiblemente caerían del cansancio por el aspecto flaco que tenían.

Al llegar a su casa, su padre se asustó y la reconvinó diciéndole lo descuidada que era por haber tardado tanto. Ella no entendía la tragedia de ese día.

El alcalde había sido asesinado...