La mirada puesta en la mosca que vuela

El poder de un Grigorik. parte 1

Era como pintar pinturas en una persona, no a personas en una pintura.

—Dices que que estará ahí y nos partirá la cara si no hago que preste atención a tu truco —miró a Javier como si tratara  de encontrar el sentido y luego soltó un par de carcajadas bien entonadas—, debe ser la soberbia que llega con los superpoderes... —resolvió tomando un refresco de cola.

—No lo entiendes, aunque parezca que puedo controlar la realidad a mi antojo, no es así, uso demasiada energía para crear brechas en la gravedad, el tiempo y el espacio, si tuviera que hacerlo muy seguido quedaría casi como un cuerpo lívido —Javier muestra un ligera tranquilidad luego de ver la expresión meditabunda de Javier.

—Claro, supongo que esperas que haga algo que no espera, y como preparativo de tiempo también,(y suponiendo que todo vaya bien, abres el agujero espacio-mente y te metes ahí  con él —como introducir a una persona a tu mente—) y abrir brechas en la realidad de manera más sutil, mejor dicho, de  manera que no tengas que romper tantas leyes de la realidad?

—Wao, me impresiona mucho tu facilidad para entrarle a este asunto

—Después de ver tantos comics uno se acostumbra a estas tonterías, además Stephen Hawking es mi youtuber favorito

—Hermano, el que Sthephen  tenga muchos vídeos en youtube no lo hace un youtuber —dijo arqueando una ceja y mirando por encima de un edificio de tres pisos sobre una luna sonriente y palpitante—como queriendo agrandarse— a la luz espectral y serena de la luna.

Unos minutos antes. Guillermo mira con tranquilidad la luna de la ciudad, explícitamente la considera la luna de la ciudad, es en esta ciudad en la que solo una personalidad, no un astro, como si esta luna tuviera vida propia e hiciera de esta ciudad otra pintura, un nuevo concepto de ciudad que aún espera descubrirse; y, ser amada y odiada por mucho.

«Como si fuera la última», pensó Guillermo. Casi no paraba de apreciar las estrellas. Su trabajo como carcelero del Charqui había comenzado, pero aún parecía guardar retazos de sorpresa y maravilla de apasionado por los libros de ficción, en otro tiempo le haría solo miedo y concentración ante el trabajo que ahora emprendía, pero ya con un aire nuevo por la reciente perdida de su madre y el encuentro con un amiga de la adolescencia, se sentía renovado y con tranquilidad sobre su nueva visión de su actual situación.

—Vaya, vaya, es una locura, eh, Lucía si que sabía hacerme feliz y ahora solo está con otro chico, quién si es el indicado, no hizo ni un pare en terminar bien las cosas conmigo —dijo un joven en una conversación que sonó como el inicio del Charqui.

—Gente, lamento esto, pero no pueden pasar por aquí, es muy peligroso —señalo Guillermo con aire de autoridad.

—Wao, chingada madre, al parecer hoy se siente muy valiente por que salió con la ropa de su ancestro fallecido —cerraron en carcajadas.

Guillermo notó  el aroma del licor evocando una imagen insana. Su mirada se suavizó y entendió de donde venían; de un gran hoyo.

—Muy bien, seamos razonables, no puedo dejarlos aquí, por favor  váyanse antes de que me molesté y los llevé desmayados a la policía. Seguro quieren ser soldados caídos vivos, no? —sonrió con una expresión pura y bonachona—. Te digo algo, haré una excepción por que veo que pasan por una situación muy dura—tos tos— Les pondré una caja de cerveza, pero se la tomarán al día siguiente,¿lejos de aquí, nos llevamos bien?

—Rayos, este sujeto si entiende mi idioma —se miran ambos jóvenes de entre 16 y 18.

—Qué sucede, no hay algo más?—dicen con una sonrisa amable y angelical, casi forzando su ya penoso estado emocional.