Querida Delfina:
Hoy dejé la primera carta que te escribí en la puerta de tu casa. Toqué y salí corriendo. Miré por mi ventana.
Tú abriste la puerta.
Miraste con confusión.
Miraste al suelo.
Tomaste la carta.
La leíste.
Sonreíste.
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Cartas a Delfina.
PuisiY éste es, un amor que nunca pudo ser. Uno que, aunque fue mútuo, murió.