Querida Delfina:
Hoy te vi. Te encontrabas en el bosque al cual me encantaba ir. Estábas sentada. Sola. Llorando silenciosamente mientras tenías tu cabeza escondida entre tus piernas.
Te miré.
Levantaste tu mirada para verme.
Me escondí.
No pudiste verme bien.
Y así fue, querida Delfina, como pudiste haberme conocido, pero yo lo arruiné, como todo.

ESTÁS LEYENDO
Cartas a Delfina.
PoesíaY éste es, un amor que nunca pudo ser. Uno que, aunque fue mútuo, murió.