A sus veinticuatro años, Kiyoko ha desarrollado un sexto sentido para percibir las miradas que se posan sobre ella. Lo notable de esta habilidad es que, la mayor parte del tiempo, es capaz de saber por instinto si las miradas son de celos, admiración o deseo. En cualquiera de los casos, no deja de ser deprimente.
Incluso en un lugar con tanto movimiento como lo es el Starbucks de Shinjuku y a una hora tan ocupada como lo son las nueve de la mañana, las personas todavía detienen sus actividades frenéticas para observar sus acciones desde que entra al Café hasta que se sienta en una de las mesas vacías. Un hombre mayor que ella sentado en la mesa contigua con otra mujer se ofrece de inmediato a hacer la fila en su lugar y comprarle un latte. Kiyoko lo ignora. La mujer lo patea por debajo de la mesa. El hombre luce culpable, pero durante los siguientes dos o tres minutos no para de lanzarle miradas de reojo.
Solo se detiene cuando otro hombre de unos cuarenta y tantos años se acerca y alza una ceja en su dirección. El gesto es suficiente para que tanto el hombre como la mujer se sonrojen, tomen sus copas y se apresuren a salir del lugar con expresiones culpables. El recién llegado los ve irse, y Kiyoko está lista para rechazarlo fríamente cuando este le habla con voz profunda:
—¿Shimizu-chan? Soy Hibarida Fuki, es un placer —dice inclinando ligeramente la cabeza y sentándose frente a ella.
Kiyoko se congela por un breve instante. Por alguna razón, no esperaba que Hibarida fuera alguien... con semejante porte. Su postura denota confianza y una posición de poder, casi como el jefe de una compañía. Mentalmente se regaña; debió haber investigado un poco más antes de llegar.
—Ah, disculpe. Mucho gusto, Hibarida-san. Mi nombre es Shimizu Kiyoko. —La mujer se pone de pie y hace una reverencia.
—Por favor, por favor. No es necesaria tanta formalidad —dice Hibarida con una sonrisa gentil—. Espero que no hayas esperado mucho tiempo.
—No, señor. Acabo de llegar.
—Bien, me alegro. —El hombre saca de su maletín portafolio de cuero una libreta, un lapicero y una grabadora de audio—. Iré al punto porque me temo que dentro de poco debo dirigirme a otro lugar para otra entrevista. ¿Te molesta si grabo nuestra conversación?
—Para nada.
—Excelente. Dime, Shimizu-chan, ¿habías visto Terrace House antes de enterarte de la convocatoria para esta nueva temporada?
—No realmente, solo por partes cuando todavía vivía con mi madre. Ella ha sido fan desde la primera temporada.
—Ya veo. —Hibarida anota algo en su libreta y se devuelve unas cuantas páginas para leer algo que había escrito antes—. Y tu madre, ¿sigue viviendo en... Ishinomaki?
—No, señor. Se mudó a Shiroishi cuando se casó por segunda vez hace seis años.
—Y tú no fuiste con ella. ¿Por qué?
—Yo ya estaba planeando estudiar en una universidad de Tokio. —Kiyoko comienza a jugar con la costura de su falda por debajo de la mesa, procurando mantener su expresión seria y su postura erguida. Hibarida deja el lapicero sobre la mesa y se relaja un poco en su asiento.
—¿Cada cuánto tiempo vas a visitarla? —pregunta con brillo de curiosidad en los ojos.
—Yo... —Tras hacer las cuentas en su mente, Kiyoko no quiere admitir que solo ha ido a visitarla dos veces en el transcurso de seis años. No quiere decirlo, en caso de que eso le baje puntos en la entrevista—. Normalmente es ella la que viene hasta Tokio. A veces para mi cumpleaños o sus vacaciones o algunos fines de semana, en promedio cuatro o cinco veces al año. —Hibarida asiente con la cabeza, y ella siente la necesidad de agregar una mentira—. Hablamos por teléfono todos los viernes en la noche.
Él suelta una risa.
—Una chica como tú... ¿No tienes cosas más divertidas que hacer los viernes en la noche? Salir a beber con tus amigas o tener citas con tu novio, por ejemplo.
Kiyoko se sonroja, molesta y avergonzada. Una chica como tú. ¿Cuántas veces le dijeron esa misma frase? En la escuela cuando sus pretendientes se enojaban al ser rechazados. En la calle cuando volvía tarde de sus clases en la universidad. En el restaurante favorito de sus compañeros de trabajo cuando su jefe invitaba a todos a beber. En los baños de chicas durante las fiestas de la empresa. (Aquella vez en el onsen con su compañera de trabajo, con el vapor de agua caliente acariciando sus cuerpos desnudos).
—Yo no hago eso —contesta simplemente.
—¿A qué te refieres exactamente?
Por un momento considera cargar de hielo su respuesta, perforar el aire climatizado del Starbucks con un definitivo "no es de su incumbencia". Pero pronto recuerda que está en una entrevista, y que ya se había hecho a la idea de participar del programa, así que trata de sonreír tiernamente.
—Valoro más las conversaciones con mi madre luego de una ardua semana de trabajo. —Mentira—. Y, de todas maneras, no tengo muchas amigas o un novio en este momento. —Verdad.
—Hmm... —Hibarida escribe otra cosa en la libreta—. ¿Hace cuánto tiempo fue tu última relación?
—Un año y siete meses. —Kiyoko se muerde la lengua antes de agregar: como dije en el formato de solicitud para aplicar al programa.
El hombre escribe más. Sin levantar su mirada de la libreta, dice:
—Shimizu-chan, ¿por qué decidiste postularte a esta temporada de Terrace House?
—Quiero empezar desde cero.
Kiyoko le cuenta los sucesos que la llevaron a tomar esa decisión. Y, a pesar de que había dicho que tenía prisa, Hibarida se queda hasta el final.
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Terrace House: Homecoming 2020 (Haikyuu!! Multiship AU, #Volleyball2020)
Fanfic"Terrace House es un programa sobre seis extraños que viven juntos, y los observamos interactuar." Tsukishima no es un hombre de palabras. Tampoco es un hombre de acciones, no realmente, pero si no encuentra cómo decir o pedir algo en su lengua mate...