Capitulo 7

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El secuestro.

Los rayos del sol se hicieron presentes, provocando el despertar de ambos niños, quienes después de mucho dar vueltas habían logrado conciliar el sueño.

- ¡Niños arriba! Debemos llegar antes del anochecer a nuestro destino - Lisa se encontraba de pie frente a ellos.

La primera en incorporarse fue Aimee, que con mucha pereza destensó sus músculos encogidos por haber dormido en el piso. Luego la siguió Gabriel de igual manera.

- ¿A dónde se supone que tenemos que ir? - cuestionó el niño con un poco de desconfianza.

-Iremos a reunirnos con los demás - dijo la mayor - hasta puede que encontremos a Marcos y a Rafael allí.

-Perfecto, pues vámonos.

Y así las tres personas siguieron caminando por el frondoso bosque, siguiendo a la mayor que se encontraba unos cinco pasos delante de ambos infantes. El tiempo pasó y no se habían detenido ni un segundo, los chicos ya estaban cansados de tanto caminar y caminar, sin mencionar que morían de hambre y de sed.

-Lisa, ¿Aún no llegamos? Estamos muy exhaustos - habló la azabache.

-Aguanten un poco más, ya estamos cerca - sentenció la mayor, provocando un suspiro de agotamiento de ambos menores.

Antes de que el sol se pusiera, Lisa detuvo sus pasos frente a una pequeña cabaña de madera. Parecía estar abandonada y que nadie residía allí.

-Llegamos - anunció la adulta, y ambos niños se desplomaron en el piso para descansar.

-Al menos podíamos beber agua...

-Nos estaban siguiendo Gabriel, si nos hubiésemos detenido nos hubieran atrapado - los menores se miraron, realmente no sintieron ninguna presencia seguirlos. Se acercaron a la casa, y con una mano Lisa empujó la puerta de madera haciendo que esta abra con un chillido un poco aterrador. Entraron a la residencia y se sorprendieron al ver que el interior era completamente diferente a lo que se apreciaba por fuera. El piso era de una porcelana brillante y había columnas de mármol en cada extremo de la puerta. Las escaleras contaban con dos bellas estatuas de piedra caliza a cada pie, y en el techo colgaba un hermoso candelabro de oro puro, que hacía que todo el lugar estuviese iluminado.

- Pero... ¿cómo es posible? - preguntó el joven sorprendido de tanta belleza.

- Nunca juzgues un libro por su portada Gabriel - sonrió la chica mirando el lugar también.

-Por fin llegan... - el cuerpo de Lisa se paralizó al escuchar aquella gruesa y tan reconocida voz. Los niños se asustaron porque también sabían quién era el hombre que bajaba con calma por las escaleras.

- ¡Zenky! - el aludido sonrió maquiavélicamente - ¿C....como es que estas aquí? - El hombre se colocó al final de las escaleras y lanzó una siniestra carcajada.

- ¿Creyeron que podían esconderla de mí? - los miró - que equivocados estaban.

- Se...será mejor que regreses por donde viniste si no quieres morir - habló Lisa con voz temblorosa, no podía creer que el miedo se apoderara de su cuerpo en ese momento.

- ¿Y quién me va a enfrentar? ¿Tu? - el hombre empezó a reír con ganas y Lisa comenzó a sentir como la impotencia se apoderaba de su cuerpo.

- No te la voy a dar - dijo mientras abrazaba a los niños - no te la llevarás.

- No te lo estoy preguntando... la niña es mía, está destinada a estar conmigo.

- Tu solo la quieres para que encuentre el objeto... - bajó la mirada, y la subió rápidamente - ¿Qué vas a pedir? ¿Mas poder? ¿Mas mujeres? ¿¡Que es lo que quieres!?...

El Deseo Jamás PedidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora