Capítulo 8

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Comienza la guerra.

La batalla dio inicio, y tanto los magos oscuros como los blancos se enfrentaban a la peor pelea que habían combatido en ningún tiempo. Pero eso no les importaba, porque sus corazones estaban unidos en uno solo, queriendo recuperar el legado de la maga más poderosa y buena que existió jamás. El enfrentamiento era intenso, pero, ninguno de los dos bandos se daría por vencido, porque, así como los blancos tenían un motivo para luchar, los negros también tenían el suyo. Proteger a su rey a toda costa, sin importarle sus propias vidas, sin importarle lo que les pueda ocurrir. Luchar por resguardar a la única persona que los había aceptado.

-Es inútil Luis, no podemos acercarnos a la niña – mencionó uno de los magos que intentaban rescatar a la menor.

- Albis, sigan intentando...debemos recuperarla – el mago, de nombre Albis asintió, acatando las órdenes de su superior.

-No pierdan de vista a la niña, si la perdemos será nuestro fin...

- ¡Si señor! - la menor aún se encontraba amarrada en el árbol inconsciente. Los magos negros estaban alrededor de ella cuidando para que nadie se acerque. Aunque el otro grupo los tenía vigilados para que no escaparan.

La batalla parecía no tener fin, los magos utilizaban sus hechizos para defenderse y atacar. Las cabecillas de ambos bandos planeaban estrategias para acabar la pelea de una vez por todas. Los grupos tenían un lugar alejado del campo de batalla para poder atender a los heridos. En el grupo de los blancos, Marcos era quien daba las mejores posiciones, le alegraba saber que haber leído tantos libros de tácticas en combate le habían ayudado.

- ¡Oh! ¡Impresionante!

-Si atacamos desde aquí, ellos pensaran que debilitaremos este lado y entonces podemos rescatar a Aimee... - los magos se maravillaban al saber lo estratega que era el menor.

Por otro lado, Rafael se encargaba de servir a los heridos, como siempre se vivía lastimando, ya era costumbre para él estar en la enfermería, ver como la doctora se movía limpiando y curando heridas.

Gabriel también ayudaba, pero su cabeza se encontraba en otro mundo. Estaba tan preocupado por Aimee que no paraba de imaginar cientos de escenarios donde todo terminaba mal. Aun así, no perdía las esperanzas, y estaba seguro de que podría abrazarla de nuevo.

-No te preocupes Gabriel, rescataremos a Aimee en un santiamén – Lisa se acercó al niño un poco preocupada. La batalla seguía intensa, pero ella había regresado para ayudar con los heridos.

- ¿Esta segura de eso? – el la miró y ella entendió todo lo que pasaba por la mente de aquel infante. Lo atrajo a sus brazos y lo rodeó con ellos.

-Todos estamos trabajando duro para recuperarla, no pierdas la fe en nosotros por favor...

-Lisa... ¿Por qué nos contaste la historia del objeto perdido? – ella suspiró, sabía que tarde o temprano se lo iba a preguntar.

-Porque era el destino de Aimee saber quién en verdad era... - ella lo miró a los ojos – sabía que ella no buscaría el objeto por su cuenta, entonces organicé un plan para que ella accediera a salir al bosque – suspiró – sabía que te seguiría a todas partes... y si tú lo buscabas, entonces ella también lo haría.

-Si, pero hemos pasado muchas cosas por eso... y ahora ella está en peligro.

- Lo sé, pero todo es parte del proceso para que ella encuentre su verdadero destino... - ella miró el cielo con pesar – Meredy fue una gran mujer... cuando murió, todos sentimos su muerte... - entrelazó sus dedos – pero el saber que alguien poseía su esencia calmó a todo el mundo mágico...

El Deseo Jamás PedidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora