Capítulo 10

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El deseo jamás pedido

- ¡Es hora de desayunar! - Gabriel despertó al escuchar aquel grito, su mirada cansada se fijó en cada parte de la habitación del orfanato. Esperen, ¿Orfanato? Se paró de la cama con rapidez y fue hasta la litera de su mejor amigo.

- ¡Marcos! – lo movió con brusquedad, cosa que le trajo un poco de nostalgia - ¡Marcos ya despierta!

- ¿Qué quieres Gabriel? – lo miró molesto. ¿Por qué ese niño siempre lo molestaba?

- ¡Estamos de vuelta! – gritó con emoción. – pensé que no regresaríamos, pero estamos aquí. – el muchacho sacudió con más fuerza a su amigo.

-Si, si regresamos. – dijo tratando de zafarse de su agarre. - ¿Estas soñando despierto otra vez?

- ¿Eh? – cuando el mayor logró liberarse, el menor pudo ver como su otro amigo, Rafael, estaba saliendo de la habitación.

- ¡Rafa! Me alegra que estés bien. – corrió hasta donde estaba el otro y lo abrazó, este se separó con rapidez y lo miró como si fuese un loco. Luego su cabeza empezó a recordar lo que sucedió. Incluso el deseo que pidió.

"Puede que muchas personas olviden lo que ocurrió"

Ahora todo cobraba sentido. Ni Marcos, ni Rafael recordaban lo que pasó, por eso lo trataban de esa manera... y si ellos no recordaban, entonces el deseo que había pedido se había logrado cumplir...

-Aimee... - susurró.

Salió como una bala disparada del dormitorio de los chicos, mientras corría por los pasillos, pudo divisar a su cuidadora quien hablaba con otra de ellas.

-Gabriel, que bueno que te v... - él no la dejó terminar porque la tomó de la mano y salió corriendo con ella en dirección al segundo piso.

-No tengo tiempo de explicarte todo. – dijo suponiendo que ella tampoco recordaba nada.

- ¿Te refieres al deseo? – él se detuvo y la miró a la cara. – deseaste que todo acabara ¿no? Por eso estamos aquí.

- ¿Tu recuerdas lo sucedido? – cuestionó con asombro.

-Si. – la mayor puso las manos en su cintura. - ¿Por qué te sorprendes? No pediste borrar la memoria de todos ¿O sí?

-No, no es eso. – dijo mirándose las manos un poco sudadas. – es que cuando desperté, Marcos y Rafael habían olvidado todo.

-Entiendo... - suspiró, luego su mente pensó en algo. - ¿Qué fue lo que pediste? – preguntó con curiosidad, pero el niño, en vez de contestar, se puso a correr de nuevo, y ella no pudo hacer nada más que seguirlo.

Cuando estuvieron frente a la puerta del dormitorio de las niñas, la mayor lo vió suspirar frente a ésta, casi como si tuviera miedo a abrirla.

-Gabriel... ¿Qué sucede? – el ignoró su pregunta y sostuvo en sus manos el pomo de la puerta.

Lisa dejó de mirarlo para ver el interior del dormitorio, no entendía que era lo que pasaba, ni por que el niño la había traído hasta allí.

-Me preguntaste cual fue mi deseo ¿no? – ella asintió, el entró por completo en la habitación y ella lo siguió.

- Gabriel, sabes que los niños no pueden entrar en el dormitorio de las niñas. – pero el menor no le hizo caso, se acercó a una de las camas, donde había alguien arropado de pies a cabeza y tiró de la sabana, mostrando a la persona que estaba allí acostada.

-Pero ¿Qué te pasa? – una niña, de no menos cinco años, estaba allí, mirando a Gabriel con mucho enojo.

- Pero ¿Qué hiciste Gabriel? – las lágrimas comenzaron a correr por los ojos de la mayor.

-Lo que tenía que hacer... - dijo dejando escapar sus lágrimas acumuladas.

Lo que pasaba era que la cama en donde se encontraba aquella pequeña niña era la cama que pertenecía a Aimee. Y no era como si la niña hubiese salido de allí, o se encontraba en otra parte del albergue. Ella ya no existía en los registros del orfanato, y mucho menos en las memorias de los demás que la habían conocido.

El deseo de Gabriel había eliminado todo rastro de ella, nadie la conocía, y en las fotos grupales que tenían en la biblioteca, ella había desaparecido. Lo peor de todo, era que no sentía ni un gramo de arrepentimiento, estaba consciente de que todo lo que había hecho era por un bien común, y estaba seguro de que Aimee hubiese hecho lo mismo.

El deseo evitaba cualquier amenaza que pudiera presentarse, era un deseo que aliviaría el alma de muchos, aunque tuviera que sacrificar a alguien que amaba. Aunque nadie pudiera recordar a aquella niña de ojos verdosos y cabellos negros como el azabache, él nunca la olvidaría, ella permanecería no solo en sus recuerdos, sino también en su corazón...

******

Pasaron dos años, ya Gabriel tenía doce, Marcos y Rafael habían sido adoptados por la misma pareja, y aunque a él lo habían intentado adoptar algunas veces, se había negado, no quería abandonar el único lugar que lo ataba a Aimee.

Lisa, al igual que todos, también había borrado cualquier rastro de la niña de su mente. Al principio pensaba que solo no quería hablar de ello, pero cuando trataba de hablarle de la chica, ella lo miraba como si estuviese loco. Comprendió que también ella no podía recordarla.

- ¿Gabriel? – Lisa entró a la biblioteca, y se sentó en la mesa donde se encontraba el chico.

-Los señores Goodman están aquí. – él ni se inmutó. – vienen a verte.

-No quiero hablar con ellos. – murmuró mientras seguía ojeando un libro.

-Gabriel... - ella le quitó el libro suavemente. – ésta es la quinta pareja que rechazas en la semana... no puedes seguir así. – el suspiró cansado, estaba harto de la misma conversación. - ¿Sabes cuantos niños quieren ser adoptados? Esas personas han venido tres veces por ti, si solo te dieras la oportunidad de conocerlos...

-Está bien, iré.

- ¿En serio? – el chico asintió. - ¡Perfecto! Vamos.

Ambos se dirigieron al salón principal, donde Sally y James Goodman los esperaban. La mujer al verlo se emocionó mucho, el chico era el hijo que deseaba, y el hombre hacia todo para complacer a su mujer.

Duraron casi tres horas hablando, la señora estaba muy feliz de que el joven había aceptado verlos, ahora podían compartir y conocerse. Y mientras más hablaban, más sentía que aquel joven era el indicado.

Pasaron unos meses, y la vida de Gabriel consistía en visitas constantes con los Goodman, y aunque odiara admitirlo, aquella pareja le hacía sentir bien, y casi por unos minutos, olvidaba todo lo que sentía por aquella chica. Eso conllevó a que días después cambiase su nombre a Gabriel Goodman, ahora era parte de una familia, tenía una madre y un padre, cosas que nunca había tenido y los amaba.

Pero eso nunca iba a borrar lo que sentía por la chica que jamás conoció, y mucho menos que olvidara...

El deseo que Jamás pidió.

FIN

El Deseo Jamás PedidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora