Habían pasado 12 años desde que Gabriel había sido adoptado por los Goodman. Actualmente, el joven tenía 24 años, y aunque vivía solo, aún no perdía el contacto con sus familiares. El chico trabajaba medio tiempo en una librería por diversión. Pero era gerente de una editorial, donde además de publicar sus obras, también ayudaba a que la de los demás sean más populares.
Después de ser adoptado, no volvió a saber de las personas del orfanato, hasta hace unos meses, que Marcos le había enviado la invitación de su boda. En la ceremonia, se pudo reencontrar con muchos conocidos del lugar donde vivió toda su infancia, entre ellos Rafael y Lisa.
La mujer se había casado con el guardia German, y ahora vivía su vida siendo maestra del nivel primario, en una escuela cercana al orfanato. Rafael se había casado cuatro veces y divorciado tres, ahora contaba con seis hijos, y uno en camino.
Muchos huérfanos que había conocido ya eran parte de una familia, y otros que lamentablemente no pudieron tener esa suerte, cuando cumplieron la mayoría de edad decidieron hacerse cargo de ellos mismos.
¿Y él? Pues él no se había enamorado nunca, intentó salir con algunas mujeres, pero aquella niña, no salía ni de su mente, ni de su corazón. Había pasado tanto tiempo que ya no podía asegurar si ella había sido real o imaginaria. Y con el temor de olvidar aquella historia que vivió de niño, decidió escribirla, aunque no fuese vendida o, aunque a nadie le interesara, cada vez que quisiera podría leerla una y otra vez, recordando las sensaciones que en ese momento sintió.
La campana de la librería sonó, y por la puerta de cristal entró una joven de unos 22 años aproximadamente, su tez era un poco bronceada, y su pelo era marrón cobrizo, casi negro.
-Disculpe. – dijo él mirando a la hermosa mujer. – Ya está cerrado. – anunció un poco extrañado, estaba seguro de que había puesto el cartel.
-Si, lo sé. – respondió ella acercándose al mostrador. – pero mañana me iré a Inglaterra, y me dijeron que no podía irme sin llevar un libro de aquí.
-Bueno, no sé si pueda dejarla entrar...
-Por favor. – suplicó. – te juro que no me tardo. – ella unió sus manos para tratar de convencerlo, el trató de descifrar si escondía algo a través de sus ojos, pero no podía verlos bien por culpa de las enormes gafas de sol que llevaba.
-Está bien. – suspiró rendido. – pero solo 10 minutos ¿vale? – ella asintió emocionada y fue corriendo a los pasillos a mirar, el regresó a la silla detrás del mostrador.
Cinco minutos habían pasado, y Gabriel no escuchaba a la joven mujer, así que con paso rápido se dirigió a los estantes y la vio sentada en el piso rodeada de libros.
- ¿Qué estás haciendo? – preguntó él, pero ella ni se había inmutado.
-No puedo decidir que libro llevar, todos suenan interesantes. – dijo mientras tenia pegada su cara a un libro de fantasía. Él se acercó a ella para ofrecerle ayuda con su búsqueda, pero cuando vio su cara libre de gafas, se quedó helado como piedra.
- ¿Qué sucede? – ella lo miró extrañada, ese chico la miraba como si fuese un fantasma.
-Eh... nada. – respondió nervioso. – solo me sorprendí un poco.
-Bueno, no eres el primero que se sorprende al ver mis ojos. – le dijo.
-No nos culpes, es muy inusual ver a una persona de ojos verdes. – habló recogiendo unos libros y poniéndolos en su lugar. Por alguna razón su corazón no dejó de latir incesantemente. Aunque el color de piel, cabellos, y forma de su cara, eran completamente diferentes a los de la niña de aquel entonces, el color de ojos era idéntico.
-No te preocupes. – mencionó. – oye ¿Me puedes ayudar a buscar un libro?
-Claro. – respondió tratando de no verla a los ojos. - ¿Qué tipo de género te gusta?
-Me gustan todos... - se quedó pensando unos segundos. – pero ahora quiero algo diferente, algo que no haya leído antes.
-Creo que te comprendo. – la llevó a una sección más atrás de donde estaban, cuyos libros eran tan raros, que casi no se vendían.
-Wow. – se sorprendió. – entiendes mi idioma... - el sonrió sin evitar ver aquellos preciosos ojos que le causaban nostalgia.
- ¿Y éste? – dijo tomando uno de la estantería.
-No, ese no está en venta. – habló nervioso y trató de quitárselo, pero ella fue más rápida.
-Si está aquí es porque se está vendiendo. – abrió el libro fijándose en la biografía del autor.
-Gabriel Goodman... - leyó fijándose en la foto del escritor.
-Es tuyo ¿No? – el joven asintió avergonzado. Ella leyó de que se trataba y sonrió. – me gusta, me llevo éste. – Gabriel se sorprendió al escucharla, pero rápidamente la llevó al área de caja para pagar por la compra.
-Gracias por tu visita... - dijo alargando la oración para escucharla decir su nombre.
-Anna. – respondió. – adiós, Gabriel. – y por la misma puerta por la que entró, la joven salió, dejándole un sabor amargo en la boca.
Quizás el destino le estaba haciendo una mala pasada, al mostrarle a una chica con ojos verdes, idénticos a los de Aimee. O tal vez sus deseos de volver a verla lo habían confundido, nublando sus sentidos, malentendiendo completamente lo que vió.
Pero tal vez, y solo tal vez, la vida había decidido volver a unir su camino con el de la chica de ojos verdes, quizás el destino quería premiar su sacrificio, y le había mostrado que aquella mujer no era fruto de su imaginación, que ella en verdad había existido, y que no se había quedado solo en su memoria.
Tomó el comprobante de compra, y observó el nombre del libro que ella había comprado. El libro que contaba la historia de ambos, y el final que debieron tener. Y quizás algún día la pueda volver a ver, teniendo en manos el libro que escribió para los dos.
-El deseo jamás pedido... – nombró el título con una sonrisa.
Tocó su pecho y sintió como su corazón latía tan ferozmente, emocionado por la posibilidad de encontrársela de nuevo, y esta vez poderle decir las palabras que nunca salieron de su boca...Este es el final, gracias por leer.
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El Deseo Jamás Pedido
FantasyNunca nadie supo cuál era la verdadera versión de éste relato. Ni si quiera se supo si fue real, o si todo fue producto de la imaginación de un chico, que soñó un dia que se había enamorado. Pero no nos adelantemos a los hechos. Sin embargo, algo s...