La tarde estaba cayendo y el camino hasta la playa durante el atardecer era subliminalmente hermoso, William conducía un par de millas arriba del límite de velocidad y ambos manteníamos las ventanas abajo. Mi cabello largo y rubio ondeaba libre enrredandose en todo lo que encontraba a su paso y eso también incluía mi cara y ojos.
—¿Tienes algo para sujetarme el cabello?— pregunté a Giana que se limitó a mirarme mal y cruzar los brazos.
Mi amiga no estaba feliz de compartir esta loca aventura con nosotros pero me lo debía. Así como Giana me necesitaba para ir a ciertos lugares, también yo a ella. Mi madre no iba a permitir ni por un segundo que fuera sola a la playa con William y menos de noche. Giana era mi garantía, una que corría el riesgo de abandonarme en cualquier momento, pero mi madre no necesitaba saber eso.
La playa nos recibió con una brisa helada y la luna llena brillando en lo alto. Al ser verano habían fogatas y jóvenes adultos en traje de baño como una infestacion con cerveza y hierba inundando el ambiente. Yo me pregunté si esos seríamos nosotros el siguiente verano después de nuestro primer año en Berkely viviendo lejos de las restricciones parentales, sabría la respuesta más pronto que tarde.
La feria se podía apreciar a un par de millas, invitando con sus luces a todo aquel que estaba en el rango de visión y ahí fue donde William me arrastro sujetando mi mano con fuerza como si no quisiera soltarla nunca. Yo sentía la adrenalina correr mis venas y mi corazón latir más rápido de lo normal. Eran nuestros últimas semanas en Los Ángeles y saber eso llenaba de nostalgia. Por ese tiempo todo me sabia agridulce. Darme cuenta que ya no iríamos a Express ni pasaría las tardes en casa de los Recardes, ni iríamos a la heladería local o seríamos niñeras a medio tiempo de los primos gemelos de Giana... eran tantas cosas las que quedaban atrás y tantas nuevas posibilidades.
—No te muevas— me dijo William apuntandome con su cámara instantánea para fotografiarme posando bajo la rueda de la Fortuna, con un algodón de azúcar en la mano — la foto perfecta.
Nos miramos un par de segundos sin decir nada, eran esos pequeños instantes donde dejábamos de ser mejores amigos para vernos con ojos de extraños con posibilidad de algo más. Eran los momentos que encendían la llama de la esperanza que quizá había dejado crecer más de lo saludable.
—Vamos a la casa embrujada— chilló Giana rompiendo el hechizo para después arrastrarnos hasta el otro lado del parque.
La noche paso entre distracciones, fotos, comida de feria, juegos de azar fallidos y sobre todo risas, éramos tan jóvenes y nos sentíamos tan llenos de vida e ilusiones, que aún me cuesta mirar atrás sin sentir que me falle a mi misma. Después de recorrer la feria, caminamos por la orilla de la playa con la única intención de aprovechar los últimos momentos antes que el toque de queda de mi madre se pusiera en efecto considerando el tiempo que William debía manejar de regreso. Giana siendo la cómplice perfecta se quedó en la feria alegando odiar la arena en el cabello y entre los pies, de nuevo eramos solos los dos.
—¿Seguiremos siendo amigos en la Universidad?— preguntó William pasando su brazo por mis hombros apoyando su peso ligeramente en mi. Berkely era lo suficientemente grande para no coincidir, más tomando tomando cuenta lo diferente de nuestros programas.
—¿Porque no lo seríamos?
—No sé, aveces no entiendo como puede agradarte alguien como yo.
Me alejé de él unos pasos con la mirada atónita, William estaba muy ciego o yo era muy bueno escondiendo mi afecto porque no había forma que no se hubiese enterado de lo perdidamente enamorada que estaba de él.
—Debe ser una broma, eres el mejor amigo que alguien pudiera querer, eres ama...
Las palabra quedaron en el aire al igual que mi cuerpo siendo arrastrado dentro de la fría agua salada. Mi pataleo y forcejeo fueron inútiles ante la fuerza de Brent que en menos de un minuto ya nos había sumergido a ambos por completo.
—Esta helada— dije con los dientes apretados pasando mis manos por los brazos.
William se acercó a mi y me envolvió en sus brazos juntando mi cabeza a su pecho donde podía escuchar su corazón latiendo rápido, una parte de mi deseaba que lo hiciera por la cercanía, pero tenía más lógica que fuese por el esfuerzo de habernos metido a los dos al mar.
—¿Mejor?— preguntó alejándose un poco para poder ver mi rostro que era únicamente iluminado por la luz de la luna.
—Solo un poquito— dije volviéndome a envolver en sus brazos, donde me sentía de alguna forma en casa.
Sentí un casto beso en mi cabello lleno de agua salada y sus manos subiendo y bajando por mi espalda como quien consuela a un niño, no quería que ese momento terminará nunca, sentir sus brazos protegiéndome era de esas sensaciones que no tiene precio.
—Vamos de regreso seguro se nos hace tarde.
Lo seguí sin rechistar buscando mi bolso que se había caído en la arena cuando me levanto en brazos y la cámara de William que yacía al lado.
Después de ese día no hablamos durante toda la semana siguiente, eso me ayudó a meditar en lo que estaba haciendo y cuan saludable era tener ese tipo de acercamientos con alguien que no solo tenia novia sino también era incapaz de corresponder mis sentimientos. Ese día me prometí olvidar lo que sentía por él y avanzar a la siguiente etapa de mi vida con los brazos abiertos a las posibilidades. Lastimosamente esa determinación no duraría lo suficiente para que las cosas no se salieran de control en un futuro próximo. William fue y siempre será mi talón de alquiles.
ESTÁS LEYENDO
Una Reunión Con El Destino
RomanceNunca imagine decir todo esto por medio de un e-mail. Seguramente cuando lo leas estarás confundido, enojado y felizmente casado. -Siempre tuya, Charlotte. Volvió a leer el correo con las palabras atoradas en la garganta y la impotencia carcomiend...