nuevos comienzos

103 17 1
                                    

El campus universitario era enorme, podía perderme entre tantos estudiantes, tantas actividades académicas como extracurriculares y tantas nuevas posibilidades. Los primeros días Giana y yo nos sentíamos como un par de peces fuera del agua pero algo era seguro nos teníamos la una a la otra. Ella era ese pedazo que aún guardaba conmigo de casa y que agradezco poder decir siempre fue y será parte de mi historia, una hermana quizá no de sangre pero si de alma, en nuestro pequeño dormitorio pasamos unos de nuestros mejores años llenos de recuerdos y anécdotas preciadas.

Los primeros dias del inicio a clases son una incertidumbre, ver tantos estudiantes caminando sin rumbo en busca de diferentes salone te hace sentir... pequeño. Ese ambiente tan acelerado te llena la cabeza de miles de escenarios donde las cosas pueden salir demasiado mal o demasiado bien. Berkeley era un interminable  cuestionamiento a mis propias capacidades y cualidades ¿Cuantas personas merecían esa oportunidad más que yo? ¿Qué tengo yo que ofrecer? ¿Sería capaz de terminar? Además de pensar en él doctorado y las diferentes opciones de especialización. Eran muchas cosas todas sucediendo al mismo tiempo.

Ese era el viernes de nuestra primera semana de clases lo que daba por terminado el típico periodo de introducciones y expectativas para dar paso a la verdadera carga académica. En esa semana la únicas ocasiones en las que me había topado con Brent era en la plaza cercana a la residencia donde organizaciones estudiantiles hacian propaganda para atraer a nuevos miembros, una de la más efectivas era la comida gratis, bolígrafos, libretas y cualquier chuchería gratis que pudiera llamar la atención, y ese día que compartimos en el laboratorio de química, aprovechamos para buscar el almuerzo juntos.

–Ya no puedo comer más pizza– dijo William dejándose caer en la banca de manera algo exagerada, sosteniendo el libro de cálculo entre sus brazos como un pequeño bebé.

–La próxima semana vamos a extrañar la comida gratis– le recordé sentándome a su lado con más gracia apreciando la pizza gratis que no duraria para siempre.

Apoyo su cabeza en mi hombro cerrando los ojos y sosteniendo y su estómago demasiado lleno de pizza y chucherías. Era extraño como aún sabiendo que aquello era un gesto amistoso, se sentía tan natural estar así tan cerca el uno del otro, era como estar conectados mas allá de las palabras.

O bueno quizá solo era con mi visión cesgada de la realidad...

–¡Al fin te encuentro!– escuché a Giana exclamar caminando a toda prisa en nuestra dirección.

Nuestro horario era prácticamente el mismo pero los viernes yo tenia mi clase de laboratorio primero a la misma hora que William y Giana tenía en el siguiente periodo.

–La sociedad de estudiantes latinos va tener una fiesta– anunció emocionada haciendo un pequeño bailecito sin dejar que ninguno dijera una palabra.

Brent y yo nos miramos con cierta duda pues no eramos precisamente el alma de la fiesta. Pero una cosa me había prometido a mi misma y esa era no cerrarme a las nuevas aventuras, además si en algún momento iba a poder salir era durante la primera semana cuando aún no teníamos exámenes o mil tareas pendientes. Esa era una de las reglas que la señorita Recardes y yo íbamos a tener por el resto de nuestros años en Berkeley aprovechar la primera semana, solo salir los fines de semana y nunca salir un fin de semana antes de un examen importante, esas eran las básicas con el tiempo fuimos agregando unas cuantas más. 

La tarde se nos pasó en nuestro pequeño dormitorio buscando la ropa perfecta para nuestra primera fiesta, arreglandonos el cabello y haciendonos faciales que honestamente no surtian mayor efecto. Las cosas se viven mucho más intensamente cuando es la primera vez. Lo desconocido crea tanta expectativa que puede ser más emocionante que el evento mismo. En definitiva la mejor parte de ir a una fiesta era el ritual previo que Giana y yo fuimos estableciendo generalmente los viernes o sábados en la noche. Pintarnos las uñas de los pies y manos, ondas en el cabello, probarnos al meno cinco outfits hasta encontrar el adecuado, buscar accesorios, elegir el calzado, todo hasta estar satisfechas con el resultado.

Llegamos a la fiesta algo temprano delatandonos como alumnas de primer año, los únicos en la fiesta eran otros alumnos de primer ingreso y los organizadores de la fiesta que podía decir ya había tomado un par de tragos para ser tan temprano. La verdadera fiesta comenzó una hora y media después cuando un grupo de estudiantes con más hileras y dos parlantes gigantes comenzaron a sonar música a todo volumen tornando el ambiente en un caos total. Giana bailando en la piesta estaba en su elemento, moviendo las caderas como una verdadera experta y llamando la atención de varios de los presentes. Yo me limitaba a tomar una bebida con bajo porcentaje de alcohol, moverme en mi lugar sin llamar la atención y buscar a William entre las personas que cada vez eran más y más. Las horas pasaron y cada vez perdía un poco más la esperanza de encontrarlo considerando que el lugar se llenaba más con el paso de las horas y la música subía el volumen, ya había perdido la cuenta de cuantas copas había tomado y podía jurar estaba transpirando.

–¿Bailamos?– me preguntó un total desconocido, bastante cerca del oído para hacerse escuchar sobre la música. 

Asentí aburrida de estar en el mismo sitio y sintiendo cada vez más calor, necesitaba moverme de ahí, en mi interior sabía que podía que no encontraría a Brent y el muchacho parecía amable y no actuaba como un borracho sin control. Esa fue la primera vez que bailaba un ritmo parecido pero mi pareja de baile sabía guiarme a la perfección y aunque la música estaba muy alta para entender lo que decía su compañía era agradable.

–Me llamo Nicolas– me dijo cerca del oído de nuevo era la única forma de comunicarse sobre la música que ya me estaba mareando.

Para ese momento y considerando que había ingerido más alcohol de lo que jamás había probado en mi vida, solo atine a reír un poco y seguir bailando lo mejor que podía. No estaba totalmente borracha, pero si estaba mucho más risueña de lo normal y de cierta forma más... suelta. Me sostuve de los hombros del extraño dejándolo guiarme y moviéndome como había visto a Giana hacer. Podía decir que me estaba divitiendo, y aunque no estaba pensando con la mejor claridad del mundo, tampoco me sentía perdida.

–¿Me la prestas?– escuché una voz sobre la música que hizo mi piel erizarse al instante, nunca podría confundirlo ni siquiera el alcohol podía sacarlo de mi sistema.

–¿Qué haces?– grité sobre la música poniendo mis manos al rededor de su cuello.

William no era tan buen bailarín como mi pareja anterior pero al menos nos movíamos con cierta coordinación. Él me miró a los ojos como tratando de estudiarme, para luego soltar una risa que me pareció bastante adorable.

–Vamos afuera– dicho esto me guió hasta el patio trasero donde la música no era tan fuerte pero también había una considerable cantidad de personas bailando y moviéndose al ritmo de la música que salía desde dentro de la casa.

–¿Qué pasa?– pregunté mirándolo a los ojos, después de sentarnos en el pasto húmedo.

–Terminé con Barbara– soltó en un suspiro bastante audible.

Lo abrace sin hacer preguntas, ni indagar por los motivos, no puedo negar que eso me aliviaba un poco pero no me hacía feliz verlo decaído y con la mirada perdida. Mi cariño por William iba más allá de de un capricho quería saber que estaba bien, que estaba feliz, sin importar si yo no era la causa. Era mi amigo y la persona que ocupaba mi corazón. Quizá para ese momento no entendía o mis sentimientos eran demasiado nuevos pero amaba y amo a William sin importar si es esta conmigo o alguien más.

–¿Qué pasó?– pregunté sin romper el abrazo sintiendo su respiración en mi cuello.

–Me esta engañando con un tipo que concio en una de sus clases.

El resto de la fiesta estuve con William tratando de animarlo, hablando de tonterías y tomando más de esa cerveza burbujeante baja en alcohol. No puedo decir que todo fue tristeza, vimos a Giana cantar horriblemente en el karaoke, cante con ella, Bailamos un par de canciones más, nos reímos, jugamos un especie de bingo con shots de tequila y después de ese punto solo se que regrese a nuestro dormitorio con Giana porque amanecimos ahí. William se encargo que volviéramos sanas y salvas.

Una Reunión Con El Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora