CAPÍTULO 06 - LADRONA

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La semana se pasó un poco rápido, en realidad creí que la flaca era no iba a soportar el trabajo, pero sí, soportó el trabajo

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La semana se pasó un poco rápido, en realidad creí que la flaca era no iba a soportar el trabajo, pero sí, soportó el trabajo. Después de que Jimmy se fue, mi viejo golpeó conmigo, me dijo que, si tiraba bronca más con la flaca y esta se iba, me iba a llevar al hospital de veteranos, argumentando que soy muy histérico y que tal vez necesito ayuda psicológica, vieran qué aplacada me metió con eso.

Los demás días busqué no pelear con la flacucha, aunque me irritaba verla caminar como camello, siempre que podía, le puse que caminara a la derecha, no tenía durado ni dos días en el ejército con esa pereza que tené. Después de ejercitarme un poco mientras pensaba en los sucesos de la semana, entrar a la ducha, me vestí y salí de la habitación, no puedo creerlo, la flacucha sigue acá, qué quilombo, me froto la nariz y me acercó al comedor.

—Di buenos días, Sealy.

—Buenos días, Sealy —tomé una manzana y le di un mordisco.

—Lávate las manos Sealy, cuando estés listo, me dices para ir por ti, la silla de ruedas está muy sucia, niño —rodé los ojos y fuí a la cocina a lavarme las manos, ignorando a la flaca lo más que pude.

—Buenos días —la escuché decir.

—Listo viejo.

—Emilia ¿Podrías traer a Sealy, por favor? —rodé los ojos.

—Si señor Trevor —escuché los pasos de la flacucha acercarse y al verme por el espejo una sonrisa apareció en su rostro —, disimula un poco más tu molestia.

Normalmente no suelo quedarme callado, pero por ahora solo voy a ignorarla.

—¿Y la miel de maple? —dije una vez frente a la mesa.

La escuché chistar y trajo el maple —¿Desean jugo de naranja?

—Sí, gracias Emilia —dijo mi viejo, no respondiste, comencé a cantar una canción en mi mente.

El desayuno fue tranquilo, entable conversación con mi padre, quien me dijo sobre los clientes extraños que habían llegado, motociclistas y jóvenes que parecían de otros lugares y cuando estaba cerrando el taller, por no perder dinero, los atendió.

—Vos estás volviendo a tener un trabajo abundante, creo que deberías dejarme ayudar un poco más.

—No es necesario, tú debes descansar y si mejoras tu condición, tal vez y solo tal vez te deje echarme una mano —dijo devorándose el último trozo de panqueques.

—Viejo, vos no podés seguir así, las cuentas del hospital no se pagarán si yo estoy tirado en la cama.

—Estás con pulmonía, primero mejórate y después negociamos —se levantó de la mesa con su plato en la mano y se fue a la cocina —, gracias Emilia.

—No se preocupe señor Trevor —dijo bloqueando su teléfono.
Mi viejo la miro curioso —Tu ¿Ya desayunaste?

—Si, vengo desayunando de casa —enarque una ceja.

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