CAPÍTULO 09 - HUELES A PROBLEMAS

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Llegamos al lugar, temí por mi auto en cuanto vi ese lugar de mala muerte, bajé la silla de ruedas y comencé a armarla con cierto recelo, la vibra del lugar es algo pesado

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Llegamos al lugar, temí por mi auto en cuanto vi ese lugar de mala muerte, bajé la silla de ruedas y comencé a armarla con cierto recelo, la vibra del lugar es algo pesado. Me moví del auto a la silla, acomodé mis piernas, aun desconfiado, cerré la puerta del auto y temí por las llantas y todo el auto en sí.

— Cambia esa cara, Seal. — dijo la flacucha caminando hacia la entrada. Miré los alrededores y el lugar en sí, era desértica, el estacionamiento estaba lleno de motos, por lo que deduzco que no hay nada bueno adentro. Emilia se paró en la entrada y conversó con un hombre que estaba en la puerta, me dio una mirada, después a ella y se hizo a un lado.

Nos adentramos en el lugar, donde primero pasamos por un pasadizo largo, pero a lo lejos se escuchaba la música, cuando llegamos percibimos el olor a alcohol y cigarros.

— Dame un minuto, sientete comodo — asentí con la mirada. Observé el lugar, la decoración era un poco rústico, había un pequeño bar en la esquina, cuadros en las paredes y muchos hombres de cuero jugando cartas — Listo, sabes jugar, ¿no?

—Claro, es de vándalos, pero lo sé hacer. —rodó los ojos.

Caminó al frente mío hasta una mesa que estaba en el centro del lugar — Disculpa, no había un lugar menos llamativo, así que hoy jugaremos en la mesa que normalmente se ponen a apostar. — acomodó la mesa y me dio un taco.

— ¿Y qué beneficio ha sufrido el ganador?

Alzó la cabeza pensando y pude ver una cadena plateada — Seguramente, dinero, alcohol o hierba.

—Eso se torna interesante.

—Si, pero hoy no juegan, así que efe. —se acercó a darme una cerveza y quitar el triángulo de las bolas. —Bien ¿Apostamos treinta? Como para calentar.

Sonríe —De acuerdo, te verás muy hermosa estafando a un discapacitado, solo para poner tu conciencia en su lugar.

Me sonrió coquetamente acercándose a mi oído y sopló aire suavemente, que me erizo la piel, para luego irse al otro lado de la mesa.

Alzó su taco y empezó a romper las bolas. Estaba ganando, tengo que decirlo, tengo los treinta dólares asegurados. Sin embargo, a mi compañera, no le estaba gustando, tenía su rostro serio, no se si de concentrada o de molestia y eso me estaba divirtiendo, sus mejillas estaban coloradas y se veía bien.

Cuando terminó el juego, me miró serio y se acercó hacia mí — ¿Doble o nada?

—Mala perdedora que sos, pero está bien — dejé abrir de nuevo, este juego estaba más cerrado, pero a pesar de eso, volví a ganar, extender las manos —, volvé vos cuando ya juegues en las mayores.

Cuando se acercó a mí, se prendieron y empezaron a girar a nuestro alrededor —¿Qué diablos, se alegran que pierda?

—Creo que no suelen ver que una piba castaña y además hermosa, juegue aquí.

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