02

246 20 139
                                    

Frank

Me sentía intranquilo.

Había estado cerca de Gerard, mi amor secreto.

Ese día parecía ser un sueño, Gerard había aclarado, frente a toda la clase, que las únicas cartas que él leía eran las mías y que nunca había desechado ninguna y que las tenía guardadas...

En su corazón.

Grité como loco por dentro ya que no me lo podía creer.

Caminaba con rapidez por el pasillo.
Él estaba jodidamente mal de salud y lo tenía que llevar a casa, que maldita emoción.

Tenía que llegar a la sala de profesores para solicitar mi pase especial por ser el presidente del Consejo Estudiantil.
No sabía muy bien cómo es que yo había terminado en ese puesto pero ya no podía hacer nada para remediarlo.

[...]

Después de hacer como mil reverencias, los profesores me dan el pase para poder irme con Gerard a su casa, a cambio de quedarnos el viernes a limpiar el colegio.

Así de malos eran esos viejos decrepitos.

—Lo siento, Iero, pero así son las cosas -me dijo el director.

—Usted no se preocupe, lo entiendo -le sonrío con un poco de falsedad-, un día sin clases debe tener castigo.

Me observa por un momento y luego me da permiso para retirarme.

Me largo de ahí rapidísimo y hasta corro por el pasillo y no me importa quienes me vean, a mí sólo me interesa Gerard, mi niño arándanos, mi Gee.

Al llegar a la enfermería me encuentro totalmente desahuciado y sin aliento, lo que causa que él se asuste.
No dice nada por un momento así que prefiero hablar yo.

—Ya me dieron el pase -se lo mostré victorioso-, podemos irnos... -sonrío con dificultad.

Asiente y se baja de la camilla para tomar sus cosas.

Salimos de la enfermería pero en el camino venía la enfermera, pero no nos dijo nada, ella sabía que nos íbamos.

Él caminaba con lentitud, le costaba mucho dar pasos.
Cuando al fin llegamos a la calle, él paró un instante para recobrar energías.

—Sube a mi espalda -me saco la mochila de la espalda y me pongo de cuclillas.

—¿Estás loco? Seguramente peso más que tú y soy más alto... -se cruza de brazos y se recuesta en una pared.

—Anda, sube, ¿o tienes miedo? -le sonrío retándolo- Si es así -me levanto y pongo mi mochila a un hombro-, mejor llamo un taxi -saco mi billetera.

—¡No! -grita con fuerza y hace un ademán de negación con sus manos- No creo que tampoco tengas suficiente dinero, así que mejor... -se coloca detrás de mí-. Hay que... Ya sabes... -pone sus manos en mis hombros.

Sonrío discretamente y me acuclillo de nuevo.
Se sube a mi espalda y sujeto con fuerza sus bien contorneadas piernas.
Me incorporo y empiezo a andar.

—No pesabas mucho después de todo... -río porque él pesaba mucho menos que yo.

—Que te importa... -recuesta su cabeza en mi hombro y frota su mejilla con la mía.

—¿Qué haces? -pregunto nervioso.

—No lo sé... -frota con suavidad nuestras mejillas.

—Deja de hacerlo -hago una mueca de incomodidad.

No responde y siento su entrecortada respiración rozar la piel de mi cuello.

—¿Gerard? -volteo a ver sobre mi hombro derecho y me doy cuenta de que se había dormido.

•Cartas• OS FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora