Morwenna se deshizo la trenza que hacía un minuto se había armado. Bufó dejándose el cabello suelto y por unos segundos se mantuvo pensativa sentada en el taburete de su cómoda. Luego probó dos o tres peinados más, pero todos acabaron de la misma forma, con el cabello suelto y su dueña bufando de frustración. En plena actividad estaba cuando Elena ingresó en el cuarto cargando una bandeja con su desayuno. Los nobles estaban apurados, por lo que no compartirían la mesa familiar ese día.
Ni bien cruzó la puerta, la elfa abrió los ojos con sorpresa y recorrió el panorama de la habitación con desilusión. Había trabajado tanto en el cuarto de Morwenna el día anterior... Todo, para que en un par de minutos, la princesa pusiera patas arriba su guardarropas. Sus vestidos estaban desperdigados sobre la cama y el modular de su ropa, hecho un desastre. Por si fuera poco, el tiempo apremiaba y Morwenna aun estaba despeinada y en ropa de cama.
La rubia se puso de pie ni bien Elena puso un pie en el interior del cuarto y corrió a sostenerle la bandeja, pidiendo disculpas por el desorden.
—Es que de verdad no sé qué usar. —Se excusó torciendo la boca y pidiéndole ayuda a la elfa.
—Ropa cómoda, mi señora. El viaje es largo y lo haremos a caballo. —anunció Elena y mientras la princesa se servía el té en su taza, ella comenzó a juntar los vestidos—. Le sugeriría su ropa de entrenamiento y una trenza, —prosiguió—, ya que mi señor Thranduil asegura que las tierras de Eregion están limpias de orcos, pero no podemos asegurar que no cruzaremos una tropa en el camino. Para defendernos, será mejor que usted pueda moverse y ver libremente. —aconsejó. Acto seguido, volteó a la princesa y abrió las manos en torno a su figura. Por pedido de su esposo ella llevaba esa clase de vestimenta, la que usualmente utilizaba en las clases de arquería de Liswen.
—Pero... —Se quejó Morwenna y se detuvo a medio camino a pensarlo mejor. Elena tenía razón, los caminos se habían vuelto peligrosos y no era tiempo de ponerse sus moños.
—Empacaré sus vestidos más bonitos para que los use allá, lo prometo. Pero para ir... Será mejor que use las ropas de lucha. —dijo la elfa conciliando con Morwenna. Esta sorbió el té de mejor humor y asintió más alegre.
—Podría... ¿Podrías ayudarme a hacer una media cola con trenzas en lugar de una trenza sola? —solicitó con ilusión, casi rogando—. Tendré el rostro despejado pero se verá más bonito. —agregó coqueta, señalando las ventajas. Elena suspiró con una sonrisa—. Eres la mejor, ¿Sabías?
Mientras la peinaba, Elena inició una plática que estaba segura, Morwenna no tendría problema en mantener:
—¿Cómo cree que sea allá? —preguntó y la rubia encendió sus ojos imaginando el paisaje.
—Luminoso, con la hierba casi tan verde como en Lindon. —describió—. ¿La recuerdas? Era bellísima. Y suave... ¡Oh! —agregó recordando las tardes en el reino de Gil-Galad—. Adoraba sentarme a dibujar en el jardín, jamás existió pasto tan mullido, lo juro. —reconoció—. Pero por sobretodas las cosas, —añadió retomando la conversación anterior—, es seguro. Los mensajeros que llegaron a solicitar la presencia de mi padre en la reunión, aseguraron que está oculto a los ojos de Mordor. Por esa razón él aceptó que fuera, bueno... Por eso y porque prácticamente lo amenacé con huir si no me dejaba ir. —confesó. Elena pestañeó dos veces intentando disimular su asombro ante tal declaración pero no dijo nada sobre eso.
—¿Atenderá la reunión, mi señora? —En su lugar, decidió hacer caso omiso al asunto.
—No sé si estoy invitada a discutir el futuro del conflicto. —reconoció la princesa—. Solo llegó una carta y venía a nombre de mi padre, pero él resolvió enviar a Thranduil, ya que lo considera apto para tratar este asunto, más que nada para hablar en su nombre en presencia de Celeborn. No quiere ir a hacer un escándalo en casa de Elrond. —declaró—. Ya sabes... No quiere causarle un disgusto porque lo tiene en alta estima y pretende que Elrond también lo considere de esa forma. —agregó—. Pero no lo sé... De hecho, ignoro qué ocurrirá en cuanto llegue allí. Tal vez él ya no quiera verme y me eche... —dudó. Elena rió por lo bajo y Morwenna la observó a través del cristal de su cómoda—. ¡Oye, no es gracioso! —acotó en tono amable.
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Hasta el fin de los días, Morwenna | #Wattys2022
FanfikceAntes de Celebrían, las más bellas palabras en los labios de un joven Elrond pertenecieron a otra princesa. Morwenna, hija de Oropher, llegó una vez a las tierras de Forlindon acompañando a su padre y a su hermano, Thranduil, a una audiencia que su...