Capítulo 9

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Se inclina hacia delante para dejar su copa sobre la pequeña mesita y se pone de pie. Lo miro desde abajo y por un momento temo que se acerque a mí, pero no lo hace. En silencio pasa por mi lado izquierdo y se pierde en la lejanía del salón, yendo hasta la parte de la cocina. Escucho ruidos de utensilios allí donde está y, mientras tanto, dirijo las manos hacia mi cara y cierro los ojos con fuerza, infundiéndome calma, la conversación que tendremos a continuación la requiere.

Pocos minutos después, Jongin aparece con una cubitera colmada de hielo en la mano derecha y la botella de licor y una de whiskey bajo el brazo izquierdo. No toma asiento mientras deja todo encima de la mesa. Desde arriba sujeta su copa olvidada anteriormente y bebe todo su contenido, me observa y me hace un gesto de cabeza para que repita la acción y poder rellenar la mía también.

En silencio hago desaparecer el líquido cobrizo y la alzo para facilitarle el trabajo. Vierte dos hielos y después, desde una altura considerable, deja caer un chorro constante hasta que colma más de la mitad. Repite la acción con la suya, le da un trago y la posiciona sobre la mesa para marcharse de nuevo, esta vez en dirección contraria y bajo mi atenta mirada.

No puedo evitar aprovechar para escudriñar la manera en la que su redondo y duro trasero se adapta al fino pantalón mientras camina con tranquilidad. Se agacha frente a la vitrina en la que he estado observando anteriormente y busca algo debajo de ella. Con curiosidad, observo cómo saca una pequeña llave, abre la cristalera, la devuelve a la parte de abajo y sujeta la pluma blanca con ambas manos. Se acerca de nuevo y, cuando creo que va a tomar asiento para explicarme algo más sobre ella, pasa de largo por mi izquierda y se coloca tras el sillón, a mi espalda. Mi respiración se detiene al saberle ahí, tan cerca, y sé que lo ha notado. Empiezo a odiar que mi cuerpo responda a su cercanía sin darme oportunidad de controlarlo. Empiezo a odiar que tenga poder sobre mí, cuando antes sabía controlar perfectamente las miradas y los estúpidos pensamientos fantasiosos que tenía con él.

Fantasías tontas que solo quedaban en mi cabeza, como cualquier persona puede tener. Y no esto, tan... tan real.

Su mano toca mi cabello con suavidad y delicadeza descendiendo hacia mi cuello.

Cierro los ojos, diciéndome a mí mismo que debo detenerlo, pero sin llegar a hacerlo. Los abro de nuevo, a la espera de cualquier movimiento o roce que no llega. Todo está en silencio, pero ni siquiera escucho su respiración.

Enfoco la copa llena de licor frente a mí y de repente me parece una buena escapatoria. Como cuando estás en una discoteca y tienes el vaso en la mano, sintiéndote así más seguro para bailar. Patético. Alargo el brazo con premura, pero desde atrás y siendo más rápido que yo, apoya su mano sobre él y me obliga a bajarlo. Trago saliva con dificultad sin moverme del sitio cuando me percato de que su mano no ha perdido el contacto, y quizá él no lo note igual que yo, pero su piel encima de la mía quema. Quema dolorosamente, llegando a rogar interiormente por la necesidad de que se aleje. Pero todos estos pensamientos extraños desaparecen en el momento en el que el suave pelaje de la pluma toca sobre mi cuello, justo en el nacimiento del cabello. La apoya sobre mi columna vertebral, rozándome solo, y baja suave y pausadamente, acariciándome con ella de manera detenida. Mi aliento vuelve a agolparse en mi garganta mientras una voz interior me pide a gritos que lo haga frenar.

Porque no es un hombre cualquiera.

Y me odio por reconocerme en este mismo momento que, siendo el único hombre prohibido en la faz de la Tierra, también es el único que despierta estas sensaciones tan desconocidas hasta ahora para mí.

La pluma sigue descendiendo hasta llegar casi al final de mi espalda, justo en el inicio de mis pantalones.

—Tú no eres el Jongin que conozco —balbuceo, incapaz de ocultar por más tiempo lo que pienso sobre él.

¡¡¡¡¡¡¡ CON LAS MANOS EN LOS BOXERS!!!!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora