Capítulo 5

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La verja del pequeño jardín se encuentra abierta, por lo que no tengo que bajar de la moto y paso directo hasta la puerta principal. La dejo aparcada a un lado, con el casco encima, y busco las llaves con unas manos tan temblorosas que cualquiera lo apreciaría sin fijarse demasiado. Cuando pongo un pie en el interior, escucho las voces entremezcladas en la cocina. Su
risa resalta por encima de todas las demás, dejándome claro que está ahí.

—¿Kyungsoo? —La cabeza de mi madre se asoma por el quicio de la puerta
de la cocina, apareciendo en el comedor, el cual veo a la perfección desde la
entrada, situada un poco más a la derecha—. Estamos todos aquí.

—Voy a darme una ducha.

—¿Ahora? Tu padre va a encender la barbacoa.

—Estoy sudado. —Y en realidad no miento, tanto he correteado por la
tienda y limpiado, que me ha dado lugar a acalorarme—. Tardo veinte
minutos.

Su cabeza desaparece de nuevo y yo recorro el pasillo que, en dirección
contraria al comedor, lleva hasta mi habitación.

La ducha dura mucho menos del tiempo pactado y me detengo en la
elección de la ropa un poco —bastante— más de lo habitual. El pantalón blanco  y la camisa lisa azul marina terminan siendo mi elección. Abro el cajón de la ropa interior y cojo los primeros boxers que encuentro, pero, tras sujetarlos un segundo en mis manos, las observo con detenimiento. Son blanco con unos lunares color miel, muy horteras. Mi cuerpo gira sobre mis talones y me descubro con la vista clavada en el pequeño separador de mi armario entreabierto, donde guardo la ropa interior más sofisticada. Me acerco y mis manos van directas a los boxers negros. Es absurdo, pero algo no me permite frenar y los cuelo por mis
piernas, acoplándolos a mi trasero, sabiendo que incluso se pueden apreciar a través de la fina tela de color blanca si en algún momento se ajusta. Me
pruebo el conjunto elegido y lo acompaño de unas zapatos caqui para
confirmar delante del espejo que, efectivamente, se amolda a mi cuerpo de la manera que esperaba. Me planteo también la posibilidad de ponerme un poco de base, pero la voz de mi madre reclamando mi presencia me lo impide, así que con un sencillo toque y una sacudida a mi pelo húmedo para crear un poco de volumen, me conformo.

Cuando salgo, mis hermanos y mamá preparan la mesa, mientras, mi
padre y Jongin atienden la barbacoa. Lo observo unos segundos y verle con
vaqueros y camiseta básica me extraña; rara vez se le ve sin camisas, pantalones finos o trajes de chaqueta. Hablan entre ellos y Jongin sonríe abiertamente con una cerveza en la mano. Papá se carcajea, niega dos o tres veces sin controlar la risa y da un trago a su botellín para volver a mover el
carbón de la barbacoa. Cuando más ensimismado estoy, Jongin se gira
levemente y sus ojos entran en contacto con los míos. Aparto la mirada con
rapidez y entro de nuevo a casa, preguntándole a Sehun en qué puedo
ayudar.

El almuerzo se centra en temas triviales que, por muy poca importancia
que tengan, siempre hacen discutir a Sehun y Kristal. Yo continúo con mi
puesto de hermano invisible que todo acepta en silencio, mis padres intentan
evitar que sus discusiones, como siempre, lleguen a más, y Jongin ríe
divertido, alegando que son como dos niños pequeños. En un momento dado,
mi padre, que sigue levantándose y sirviendo comida sin parar, pide con las
manos pringosas y en alto que alguien entre a por servilletas. Decido
levantarme yo y, al hacerlo, martilleando mi cabeza, aparece el recuerdo de
mis boxers negros. No sé qué me impulsa a ello, pero de soslayo
observo a mi cuñado, dos asientos a mi izquierda, bebiendo de su cerveza.

«… lo que provocas en mí», sus palabras se repiten y sé que, cuando me
incorpore, captaré su atención. Así que me dejo llevar por ese impulso
desconocido pero atrayente y sujeto mi pantalon por la parte trasera mientras me levanto en un «inocente» intento por, supuestamente, acomodarme el pantalon, pero consigo todo lo contrario, que al ajustarse, mis boxers negros se trasparenten. Sin mirar atrás me encamino al interior y al llegar a la cocina, apoyo las manos sobre la encimera y me tomo unos segundos para respirar con normalidad, dándome cuenta de que he acumulado aire en mis pulmones mientras he realizado esa simple tontería tan desacorde con mi personalidad.

¡¡¡¡¡¡¡ CON LAS MANOS EN LOS BOXERS!!!!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora