Capítulo 29

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—Kyungsoo... ¡Kyungsoo!

Abro un ojo y visualizo a mi madre con los brazos en jarras y el ceño fruncido. Alzo la cabeza y la recuesto de nuevo con pesadez sobre la almohada.

—¡Mira cómo lo has puesto todo! —grita encolerizada—. ¿Quieres levantarte ya? Venga, date una ducha, ¡vamos tarde!

—¿A dónde? —Un hilo casi inaudible de voz sale de mi garganta.

—¿A dónde va a ser? ¡A despedir a tu hermana al aeropuerto! Me espabilo de golpe, aunque no muevo un solo músculo.

—No voy a ir.

—¿Cómo no vas a ir?

—Me encuentro mal —y no miento del todo.

—Me da igual, no haber bebido tanto. ¿Por eso te fuiste sin despedirte siquiera, no?

Elevo la cabeza y la miro desafiante. Estoy harto. Cansado de que me digan lo que tengo que hacer, cuándo y cómo, y que nadie se tome mis negativas en serio. Estoy agotado de ser trasparente y, encima, manipulado a gusto de todos. Y hoy estoy decidido a cambiar todo eso.

—Sal, mamá, no me apetece ir. Punto.

Arquea las cejas y su boca forma un círculo perfecto, pero no me responde, se da media vuelta y cierra la puerta tras de sí. Cuando ha desaparecido, me incorporo y me echo un vistazo de arriba abajo. Doy asco. Tengo el traje puesto,  mi rostro y cabello es un asco y apesto a alcohol.

El móvil suena y, cuando lo busco con la mirada, me percato de que he estado gran parte de la noche soñando con la molesta musiquita. Está sobre el mueble de la entrada, y si quiero que pare, no tengo más remedio que levantarme y cogerlo. Suspiro y me incorporo, arrastro mis pies hasta el lugar y descuelgo.

—¡Ya era hora! ¿Dónde coño estás, tío? Llevo toda la puta noche llamándote. Pues al parecer no era un sueño.

—En casa.

—¿En casa? ¡Y lo dice tan tranquilo! Nos tenías preocupados.

—¿A quiénes y por qué? —pregunto sin emoción ninguna.

—A Minho y a mí. ¿Te costaba mucho despedirte? ¡Desapareciste sin decir nada!

Su nombre me hace cerrar los ojos y todo lo acontecido horas antes viene a mi mente de nuevo.

—Estoy bien. Solo estaba borracho y me fui para no montar el espectáculo, ya sabes que tengo mala bebida.

—Y dos hostias como panes en la cara, eso también lo tienes.

Trago saliva y bajo la mirada. Tengo un nudo en el pecho que me oprime la respiración, y tiene un motivo, aunque el aún no lo sepa.

—Lo siento.

Suspira.

—Supongo que ya nos vemos mañana, en el trabajo.

Lo medito un segundo. Aprieto los ojos con fuerza. Sí, está decidido y tengo que contárselo.

—Baek... —carraspeo—. ¿Nos podemos ver en un par de horas? Tengo que contarte algo.

—Claro, pero ¿estás bien?

—Sí, sí —miento—, te veo en un rato. —Cuelgo y miro el reloj del móvil. Suspiro, intentando recopilar aire.

«Tengo que hacerlo», me digo. «Me lo merezco».

Me deshago con rapidez del traje y me meto en la ducha y salgo en menos de diez minutos. Los primeros vaqueros que veo, camiseta básica, zapatos de deporte y, sin preocuparme por mi cabello, al cual solo le pasó los dedos para darle algo de forma, bajo la escalera a toda prisa y me monto en la moto.

¡¡¡¡¡¡¡ CON LAS MANOS EN LOS BOXERS!!!!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora