Capítulo 27

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Sufran conmigo

🍒🍒🍒

Evito secarme el sudor de las manos en el traje, sin saber dónde colocarlas. Ya es la tercera vez que casi las refriego por la fina tela. Ni siquiera parezco yo, estoy tan maquillado, bien vestido y peinado, que parece que me han cambiado por otro.

El traje a la medida color verde, la camisa ajustada con el moño en el cuello. Está tan ceñido a mi cuerpo que temo respirar más fuerte de lo estipulado y que explote. Mi pelo bien arreglado y hacía un lado con una desmesurada cantidad de mesura de laka, y el maquillaje en el que han empleado más de cuarenta minutos, aunque debo admitir que un poco de base y bálsamo no me hace mal, y me ha sentado bien.

Respiro hondo y finalmente me decido. Golpeo la puerta con ímpetu, sin querer demostrar la cantidad de sensaciones que recorren mi cuerpo en este momento. No me puedo creer que esté aquí, que sea yo, expresamente, quien tenga que hacer esto. La puerta se abre y el padre de Jongin, al que he visto una sola vez en mi vida, aparece tras ella. Es tan alto y fuerte como su hijo, aunque su pelo luce al contrario; totalmente blanco. Y ni por asomo es tan atractivo.

—Pasa, muchacho —dice mientras me da un beso en la mejilla—, el fotógrafo está esperando.

Le sonrío sin saber qué decir, mientras me adentro en el apartamento de Jongin. Me quedo parado en mitad del salón esperando a que cierre y me alcance de nuevo.

—Qué guapo estás, ¡le harás sombra a la novia! —bromea mientras coloca una mano en mi espalda y me encamina hacia la habitación. Desde donde estoy puedo escuchar las voces entremezcladas. Nos detenemos en la puerta de la habitación e intento distraerme pensando en que los dormitorios son los únicos que no se comunican entre sí, como todo el loft—. Muchas gracias por aceptar. Sé que es imposible ocupar el lugar de su madre, pero lo harás genial, y está contento de que seas tú.

«Ya...», me digo a mí mismo.

Su mirada gacha y el nudo que acaba de tragar, muestran el amargo recuerdo de la ausencia de su mujer, la cual murió muchos años atrás a causa de un cáncer de mama.

Sin tiempo a meditar nada, el hombre abre la puerta y me encuentro con un Jongin sonriente, sentado sobre una gran cama, con la pierna derecha cruzada sobre la rodilla izquierda mientras se abrocha el zapato a la vez que habla con el fotógrafo, colocado frente a él, haciendo su trabajo.

No puedo hablar ni caminar. Me quedo atónito, mirándolo. Sus ojos se encuentran con los míos y no sé cuánto tiempo pasamos así, unidos en silencio, mientras los de nuestro alrededor son ajenos a todo lo que estoy sintiendo. O no.

Su traje es azul, sencillo, liso. Pero sobre su cuerpo nada es simple. No lleva puesta la chaqueta aún, esta reposa sobre el respaldo de una silla cercana, completamente planchada. Solo porta el pantalón, la camisa blanca y una corbata mezcla de color azul y plata, con un original nudo doble, pegada perfectamente a su cuello. Apuesto lo que sea a que, por mucho que la apriete, no sería capaz de dejarlo sin tanto aire como el que me falta ahora mismo.

—¡Por fin! —exclama el fotógrafo colocando la cámara ante sus ojos—. Te estábamos esperando. Venga, agáchate para ayudarle con los zapatos, tengo que echaros las fotos juntos.

Como un autómata, camino en silencio hasta él y me agacho con cuidado, dispuesto a ayudarle. Noto su mirada sobre mí con tanta intensidad que no soy capaz de abrochar el maldito cordón.

Huele tan bien...

—Sonríe..., umm... —me ordena el fotógrafo, desconocedor de mi nombre.

—Kyungsoo —responde el padre de Jongin por mí, sacándome de mi embobamiento.

¡¡¡¡¡¡¡ CON LAS MANOS EN LOS BOXERS!!!!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora