Capítulo 23

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Duda, pero yo insisto, moviendo ambas manos para que el cabecero suene y se centren en mí.

Jongin da dos pasos hasta mi posición y noto que toda la seguridad desprendida anteriormente ha desaparecido. El bulto de su pantalón ha disminuido, pero no por completo, y mi única intención es que crezca y sienta el mismo placer que yo imagino en mi cabeza. Se acerca tanto que puedo impregnarme de su fuerte e embriagador perfume. Alzó la mirada con intención, clavándome en sus ojos negros de manera atrevida. No me muevo mientras se inclina hacia delante y desata mis manos una a una. Lo hace con calma, como si no quisiera que quedara libre fácil y rápidamente.

Cuando me descubro suelto, muevo mis muñecas adoloridas en círculos y las miro en busca de unas marcas inexistentes. Me pongo de pie, quedando frente a él, y algo en mi interior me pide que no me detenga. No ahora.

Me ha liberado, dándome así la oportunidad de manejar la situación con más facilidad y de jugar con algo de ventaja.

Jugar...

Nuestro juego.

Los malditos jugadores observadores, ganadores.

Pero yo también puedo ser observador.

Yo también le conozco lo suficiente como para llevármelo a mi terreno y ganar esta partida.

Con mucha mucha lentitud, meto mis dedos pulgares en el filo de mis boxers y las deslizo por mis piernas. Jongin me mira sin perder detalle, quieto en el sitio. No veo a Minho, pero sé que a mis espaldas tampoco se le escapa ninguno, pues al llegar la prenda a los tobillos estoy totalmente inclinado hacia delante, con mi trasero y pene expuesto para él. Con cuidado de no tropezarme me quito el zaparo restante que todavía cubre mi pie, saco los boxers  y me incorporo de nuevo con el en las manos. Doy tres pasos, hasta casi chocar contra el pecho ancho de mi cuñado. Con la mano ocupada por la tela, toco su brazo, restregándolo con el, y se tensa bajo mi contacto. Sé que este maldito poder me lo otorgan unos simples boxers usados, pero no me importa si con ello consigo lo que quiero. Sus brazos fuertes están rígidos y su mandíbula tan prieta que parece que en cualquier momento los dientes chocarán entre ellos, llegando a romperse.

La caricia que le estoy proporcionando sube hasta el hombro derecho, y él gira el rostro levemente hacia el lugar, observando cómo la prenda se acerca cada vez más. La rozo por su clavícula, cuello y mentón. No le quita ojo. Está nervioso, a la espera de mi próximo movimiento, que no tarda en llegar.

Cogida por dos de mis dedos, los boxers  suben con parsimonia por sus labios cerrados y su nariz, donde los detengo. Cierra los ojos.

—Huélelos.

Mi voz es tan firme que incluso a mí me sorprende.

Jongin no se hace de rogar e inspira mi olor con detenimiento. Hace el amago de subir sus manos hasta ellos para quitármelos, pero no lo permito.

—No. —Y lo bajo con rapidez—. Todavía no.

Miro hacia atrás. Minho está completamente desnudo, y me doy el capricho de observar su cuerpo fuerte y cuidado. Nos mira embelesado, sin apartar los ojos del espectáculo que le estamos otorgando. Extiendo mi mano libre y le hago un gesto para que avance. Duda, se queda parado en el sitio unos segundos, pero finalmente obedece y se acerca a paso lento.

—Ahora sí, Jongin, sujétalo y disfruta de el —digo aferrando una de sus manos y subiéndola hasta los boxers color vino.

Como si estuviese poseído, lo agarra con las dos, lo refriega por su rostro e inspira con los ojos cerrados. Aprovechando su ensimismamiento, me acerco a su pantalón, de nuevo alzado, desabrocho el único botón que tiene y lentamente la cremallera. Solo los bajo un poco; lo suficiente para que su dureza salte ante mis ojos, haciéndome la boca agua. Estiro de nuevo la mano, cogiendo la de Minho y acercándolo todo lo posible al gran cuerpo de su jefe. Siento mi corazón palpitar con fuerza cuando tiro de ella levemente hacia abajo y mi compañero no se hace de rogar tanto como pensaba.

¡¡¡¡¡¡¡ CON LAS MANOS EN LOS BOXERS!!!!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora