Capítulo 28

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Es importante que lean las notas del final, ahora si continúen con la lectura

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Me muevo animadamente, intentando seguir el ritmo de BaekHyun, que es mucho. Hemos terminado descalzos. No sé cuánto he bebido, pero mucho al parecer, porque toda la opresión de mi pecho y las preocupaciones han desaparecido tras ver cómo los novios han bailado en mitad del salón una preciosa canción de amor con las luces tenues y los invitados a su alrededor.

Nunca había visto a Jongin bailar. Bailar con su metro noventa, enchaquetado, mirando fijamente a su reciente esposa y sonriendo. El último crujido de mi pecho ha sido ahí, en ese momento exacto en el que la música ha aminorado, las luces se han encendido poco a poco y él la ha besado con efusividad cogiéndola entre sus fuertes brazos mientras algunos amigos, por sorpresa, han explotado tubos de serpentina y lanzado pétalos de rosa.

Los fotógrafos se han vuelto locos tirándose en posturas imposibles para capturar el precioso momento; yo me he vuelto loco buscando por el suelo algún resquicio de mi dignidad y mi alma, pero no estaban.

Ahí ha terminado todo y he decidido disfrutar. Bueno, lo hemos decidido a medias entre el licor de almendra amarga y yo. También ha ayudado no haber probado bocado apenas, cosa que ahora agradezco, pues el alcohol ha causado efecto con más facilidad. Porque, evidentemente, me han sentado en su mesa, junto a él, como su padrino que soy. Y he pasado horas intentando respirar y asimilar lo que ha ocurrido, sin dejar espacio alguno a la comida.

Pero mucho al vino. Y ya puedo mirarle, apreciando su perfecto porte, resecándoseme la garganta con su camisa remangada y su corbata desaparecida. Puedo observarle disimuladamente, pero no duele.

Minho me pega a él y BaekHyun silba torpemente, aunque intente hacerlo con entusiasmo. Le sigo el ritmo y permito que coloque sus manos en mi cintura.

Él también se ha desprendido de la chaqueta y la corbata. Y lleva toda la noche atento a mí, sacándome de mis constantes e inútiles pensamientos y haciéndome bailar más de lo que lo he hecho nunca. Durante esta semana hemos limado completamente nuestras asperezas, dejando a un lado el pequeño altercado y volviendo a ser los de siempre; incluyendo las peticiones de cena que siempre rechazo para hacerlo sufrir un poco.

Sus manos descienden y tocan mi trasero con intención. Elevo el rostro y le miro, intentando ponerme serio.

—¿Sabes que mis padres están aquí, verdad?

Sonríe.

—¿Sabes tú que no me importa, verdad?

Río y rodeo su cuello con mis manos.

—Estás precioso.

Niego con diversión, conocedor de su objetivo.

—Mentira, ya no —exclamo en su oído sin parar de bailar—. Parezco un indigente, voy descalzo. Y borracho.

—Un poco borracho sí que vas. Pero bonito siempre.

—Eres un embaucador.

Se aparta levemente de mí para poder mirarme de frente.

Sonríe.

—Así que, ¿te estoy embaucando? —Alza las cejas con diversión—. Es todo un lujo conseguirlo con el hombre  más espectacular del salón.

Niego con diversión y me dispongo a decirle que es un pelota, pero no me da tiempo. Minho pega sus labios a los míos y los besa con calma, a la espera de mi aprobación. Suspiro con placer y miro de reojo, intentando localizar a mis padres.

¡¡¡¡¡¡¡ CON LAS MANOS EN LOS BOXERS!!!!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora