Capítulo 18

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No hay corrector ni maquillaje que camufle no haber dormido absolutamente nada. Si eran pocas las horas que tenía para descansar, invertirlas en pensar no ha sido buena idea. Las posibles reacciones de Jongin, dos días medio a solas, juntos de nuevo, sin hablarnos prácticamente, esa tensión sexual que se respira cuando estamos cerca, Minho, el beso, mi último pensamiento al sentirlo cerca... Todo eso y mucho más, ha bailado por mi mente casi tres horas.

Cansado de apelotonar producto bajo mis ojos, desisto. Voy a la habitación a por la maleta de mano en la que he metido poca cosa y bajo a tomarme un café rápidamente a la espera de que sean las seis en punto y Minho aparezca.

Pocos minutos después, en el silencio de la noche, escucho su coche y salgo sin necesidad de que me llame. Verle bajar vestido casual me hace sonreír.

—¡Buenos días! —dice con efusividad mientras me da un beso en la mejilla y coge con rapidez la maleta para meterla en el asiento trasero, donde también va la suya—. ¿Qué tal has dormido?

Peor que él. Ojalá tuviera ahora mismo unas ganas de vivir tan visibles como las suyas.

—Bien —miento devolviéndole la sonrisa mientras subo al coche—, aunque hubiera preferido seguir metido en la cama muchas horas más. —Y eso también es una gran mentira, pues estaba deseando que fuera la hora de partir con tal de dejar de darle vueltas a la cabeza.

—Claro..., y yo, pero esto de ser pobre es lo que tiene, que hay que trabajar. Vamos, al jefe no le gustará que lleguemos tarde.

Con la música de fondo nos dirigimos al aeropuerto, donde no tenemos necesidad de facturar nuestras pequeñas maletas, pudiendo marcharnos directamente a la puerta de embarque, y de lejos lo veo. Está apoyado en la pared sobre su pierna izquierda doblada, ojeando el móvil. Hay gente alrededor, de pie y sentada, pero solo destaca él. Está enfundado en un traje negro hecho a medida para su gran cuerpo y deja entrever una camisa blanca.

Aún no nos ha vislumbrado, pero mis nervios comienzan a hacer acto de presencia, correteando sin parar por todo mi cuerpo en un sube y baja que me hace ralentizar el paso.

Minho me mira, y sé que me está diciendo algo, pero sencillamente no soy capaz de prestarle atención. Mi cabeza se está preguntando por qué motivos he llegado a esta absurda situación en la que ver al novio de mi hermana consigue multiplicarme las pulsaciones.

Jongin alza la cabeza y se queda mirándonos fijamente, sobre todo a mí.

Está tan serio como todos estos días atrás, pero hoy lo noto desafiante.

Aguanta sus ojos hasta ganarme el pulso, consiguiendo que abandone esta absurda batallita de miradas.

—Buenos días —dice guardando el móvil en el bolsillo de su pantalón cuando estamos a su lado.

—Buenos días —respondemos Minho y yo al unísono.

—¿Habéis traído los apuntes sobre Baker?

—Sí, está todo más que estudiado, aunque le daremos un repaso durante el viaje.

Este asiente, dirige la mirada hacia el lado contrario y nos ignora. A mi compañero parece no sorprenderle su actitud lejana y cortante, yo, sin embargo, creo que es un gilipollas que no suele comportarse así, al menos en casa.

En casa...

Pienso en Krystal, en lo feliz que se puso ayer cuando le conté que su novio me había dicho con menos de un día de antelación que tendría que salir de viaje importándole un bledo mis planes. Inexistentes, sí, pero eso él no tiene por qué saberlo. Y al parecer no captó la rabia que llevaban mis palabras, porque me sonrió y me dijo con auténtica efusividad que esos viajes de última hora eran importantes, que tenía que llevar a su plantilla sí o sí, y que me lo pagaría genial.

Poco menos de media hora después, estamos dentro del avión. Nunca he viajado en primera clase, pero no me dejo sorprender por la comodidad, amplitud y servicios de esta. Al menos no lo hago visiblemente, en un intento tonto de hacerle ver que su dinero ya no me asombra. Tonto, pero de verdad, pues está sentado tras de mí con un acompañante, también trajeado, sin hacerme caso alguno. Nada, como si no existiera, como si fuese invisible.

Minho está a mi lado, sacando los apuntes. Lo que menos ganas tengo en este momento es de estudiarme de nuevo la gloriosa vida de Nelson, que en menos de un día parece ser de mi familia. O más cercano, pues me sé de sobra hasta los puñeteros pub que frecuenta, con quién y para qué. Con putas y para emborracharse o con contactos para negociar.

La voz de mi cuñado se oye, no muy alta, pero lo suficiente para escuchar su conversación por teléfono.

—Sí, salimos en breve, tengo que apagar el móvil. Sí, lo sé, pero prefiero dejarlo apagado. Ya... Pues deberías volver a la cama, es muy temprano, aprovecha que hoy puedes descansar —dice con voz melosa, y sé que está hablando con Krystal —. De acuerdo, en cuanto llegue al hotel te llamo. Un beso. —Hace una pequeña pausa—. Sí. Sí. Te quiero.

Sus dos últimas palabras se atraviesan en mi garganta, notando una extraña punzada en mi interior que nunca antes he experimentado. Miro las manos de Minho y, con rapidez, arranco los folios de ellas, dejándolo con las palmas hacia arriba, mirándome con extrañeza.

—Eres la persona más rara que conozco —se burla—. Lo mismo estás aquí —baja su mano, indicándome poca altura, y después la sube por encima de su cabeza—, que estás aquí arriba.

—Hay algunas cosas que no recuerdo del tipo —me justifico.

Él niega con desconcierto y saca del maletín una carpeta de plástico, donde tiene guardada la otra copia exacta a la que tengo yo.

Las dos horas y media de viaje las paso intentando concentrarme en los papeles que tengo delante, pero no importa absolutamente nada los maridos que tuvo la madre de este señor, y tampoco entiendo qué tiene que ver con querer negociar la compra de un equipo de fútbol, pero no seré yo quien pregunte la supuesta relación. El sueño me puede y noto cómo mis párpados decaen, aunque lucho en contra y consigo mantenerlos abiertos hasta que aterrizamos.

Sin mediar palabra alguna conmigo y pocas con , recorremos en taxi los más de treinta kilómetros que nos separan del hotel. Nosotros en el asiento trasero, Jongin en el delantero.

La recepcionista nos entrega una tarjeta a cada uno, indicándonos el número de nuestras habitaciones, consecutivas las tres, y también nos detalla todas las instalaciones del lugar, señalándolas con bolígrafo sobre el papel informativo. Cuando acaba, Jongin saca el móvil de su bolsillo y llama a alguien mientras recorremos el pasillo desértico por el que solo se escuchan las ruedas de nuestras maletas en dirección a los ascensores. Él, Minho y yo, consecutivamente.

—Ya hemos llegado —anuncia, y vuelvo a saber con certeza quién está al otro lado de la línea—. Sí —me mira de reojo, haciendo que nuestros ojos entren en contacto por primera vez desde el aeropuerto—, está bien, aunque se le nota cansado. Ya, pues debería haber dormido más, sabía de sobra la hora a la que debíamos irnos. —Su tono suena con reproche, y saber que está hablando de mí como si no estuviera presente, me molesta. Además de que tampoco me apetece que Minho me relacione de manera directa con él. Aparto la mirada con indiferencia mientras llamo al ascensor, que abre sus puertas inmediatamente—. Te dejo, cariño, voy a subir al ascensor. Un beso.

Guarda el móvil en el bolsillo del pantalón y vuelve a reinar el silencio durante el ascenso a la cuarta planta.

La habitación de Minho, la mía a su derecha y la de Jongin a la mía.

—Descansar un poco si lo necesitáis —dice con tono tosco mirándome directamente mientras incrusta la tarjeta en el sensor de su habitación y abre

—. En dos horas en recepción. Os quiero presentables y bien despejados, necesito que este negocio salga sí o sí.

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NOTAS

Para recompensar mi ausencia vengo con la segunda actu del día 🎉🎉

Creen que algo pase en este viaje 🌝

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¡¡¡¡¡¡¡ CON LAS MANOS EN LOS BOXERS!!!!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora