"Incluso los ángeles caen"
Siempre estamos buscando, buscando alguna cosa allá afuera que pueda mostrarnos que es realmente ser humano.
Un panel de flores de cereza bordeaba el interminable camino por las afueras de Gyeongju occidental. Los pétalos de esa encantadora felicidad embelesaron el espacio quieto y cayeron suavemente como una cascada donde una muchacha se había sentado en un banco del parque. Cayendo, las formas de rubor divino giraron alrededor en pequeños espirales como si la brisa de la primavera bailara con ellos una exultante balada. Los céfiros llenos del aroma de distantes memorias abrazaron a la muchacha y la llevaron a sentir una nostalgia infinita. Junto con los rayos eufóricos del sol que se rezumaban por el follaje de los árboles, el calor radiante de la serena luz del sol le envió una sonrisa que se formó en sus labios.
Rosé fue atraída allí otra vez, siempre al mismo lugar, siempre durante la tarde y siempre en un día específico; intentando buscar ángeles.
Una risita alegre sonó a su izquierda y ella suavemente giró la cabeza en dirección de aquella animada risa. Sonriendo, Rosé vio como una niña pequeña pedaleaba a su manera a través del camino cementado con su bicicleta amarilla. Con el cabello balanceándole al son de la brisa del atardecer, Rosé no podía dejar de recordar ese día en particular cuando la conoció...
"Soy Lalisa, ¿Cuál es tu nombre?" La saludó la pequeña niña con una cálida sonrisa. Tenía el cabello corto, el cual envolvía sus suaves rasgos, por lo que desde lejos, podía ser fácilmente confundida con la parte superior de un hongo. Lisa se había sentado sobre su flamante bicicleta, pintada de su color favorito - amarillo.
Moviendo inquietamente los dedos, Rosé miró hacia el trozo de hierba verde que estaba debajo de ella. No estaba acostumbrada a hablar con la gente, y eso la hacía estar ansiosa, muy, muy ansiosa. Dejó de mover los dedos y comenzó a agarrar el dobladillo de su enorme camiseta, fue entonces cuando murmuró "R-Ro... Roseanne". No había nada que la niña de siete años quisiera más que correr y esconderse en un rincón. No sabía lo que estaba experimentando en ese momento, pero si lo supiera, diría que estaba teniendo un ataque de ansiedad, uno de los muchos que ocurrían desde que había adquirido el trastorno de ansiedad.
"¿Roseanne?" Lisa preguntó con una mirada perturbada: "No me gusta tu nombre."
Sólo hacía falta que dijera que no le gustaba su nombre para hacer que inmediatamente una oleada de pánico abrumara a la chica. Resoplando con breves ráfagas de aire, Rosé no pudo contener más la inundación de emociones dentro de ella, y así, la ansiedad reprimida estalló en un conjunto de tempestuosas lágrimas.
Al ver a la chica llorando. Lisa desmontó de su bicicleta y corrió rápidamente hacia Rosé. "Lo siento, me gusta tu nombre, sólo que es difícil para mí decirlo. Mami me dijo que yo tengo ce... no, no... ¿Qué era? Ce...ce... ceceo... ¡Eso es, un ceceo!" Explicó señalando el cielo azul cubierto de grandes nubes.
"¡Mami, mami, mami!" Gemía Rosé mientras trataba frenéticamente de limpiarse las infinitas lágrimas que continuamente bañaban sus sonrosadas mejillas.
"¡Rosie, no llores!" Suplicó Lisa mientras que con sus manos trataba desesperadamente de consolar a la chica dándole palmaditas en la espalda. Su continua y desesperada petición fue en vano, ya que Rosé se ahogó completamente en su angustia, y debido a eso, ella también lloró histéricamente. "¡Mami!" Gimió Lisa mientras las lágrimas inundaban su visión.
Las dos chicas se quedaron de pie, al lado de un banco vacío durante una tarde tranquila de primavera; llorando.
Este fue el inicio de su amistad, el inicio de su historia juntas, y el principio de algo realmente hermoso. Fue entonces, cuando Rosé comenzó su aventura de buscar ángeles.
"¿Por qué hacemos esto de nuevo?" Preguntó Lisa mientras asomaba la cabeza por encima de la valla de madera que separaba la parcela del Sr. Choi con la tierra del resto de la ciudad. El Sr. Choi era un anciano excéntrico, no se sabía mucho de él excepto que vivía solo, que estaba malhumorado la mayor parte del tiempo y en definitiva, que no era aficionado a que los niños pequeños entraran ilegalmente en su tierra.
"Ya te lo he dicho, Lisa, ¡Estamos en una búsqueda!" Contestó Rosé al momento en que alzaba la barbilla y ponía las manos en la cintura - esa era la pose de cualquier superhéroe.
"En busca de ángeles, ¿No?" Lisa reflexionó con una risita antes de subirse a los hombros de su mejor amiga. Rosé estaba bastante intrigada sobre el asunto de buscar ángeles desde que su madre le había dicho que si encontraba alguno, le podía pedir cualquier deseo que quisiese hacer realidad. Desde ese entonces, ella y Lisa han estado en una búsqueda sin fin tratando de encontrar uno, con la esperanza de finalmente conseguir que su deseo se cumpla.
Un deseo que significaba el mundo para ambas: Que Lisa no estuviera más enferma.
"Por supuesto." Afirmó con indiferencia antes de levantar la parte superior de la valla, aprovechando el momento para dejar a Lisa en el otro lado.
Las dos chicas, ahora divididas por una pared de madera, hablaron la una a la otra desde sus respectivos lados.
"¿Pero, por qué en la parcela del Sr. Choi?" Preguntó la menor seguida de una risa divertida, pero no duró mucho ya que pronto se convirtió en una ola de ataque de tos.
"Porque el Sr. Choi es malvado, y todos sabemos que él necesita más ayuda que todos nosotros. También sabemos que Dios envía ángeles para ayudar a la gente, así que tal vez Dios envió un ángel para ayudarlo a arreglar su maldad." Respondió con simplicidad antes de escalar hacia el otro lado, donde su mejor amiga la estaba esperando.
"Y además, ¡Su patio es enorme! De seguro vamos a encontrar uno aquí." Intervino Lisa con asombro cuando sus ojos vidriosos pudieron ver el ancho horizonte que se presentaba con numerosos árboles de hoja caduca.
"Como te había dicho, Lisa: Tú y yo vamos a encontrar uno algún día, y cuando lo hagamos, finalmente nuestro deseo se cumplirá." Dijo Rosé con una cálida sonrisa, "Vas a estar bien, te lo prometo." Sosteniendo la mano de su mejor amiga, la guió por el campo para continuar con su búsqueda sin fin.
La de buscar ángeles.
Respirando la esencia del aire de la tarde, Rosé sonrió. Era una sonrisa sin igual. Una sonrisa de compresión, de aceptación. Una sonrisa desprovista de la persistente risa de su mejor amiga, de sus muchas conversaciones en las horas libres, y de sus bien vividos recuerdos juntas, pero aun así, era una sonrisa que lo decía todo.
Su misión estaba finalmente acabada.
"Rosie, sabes, cuando esté en el cielo y me convierta en un ángel, le preguntaré a Dios si es que puedo venir a visitarte. Porque así no tienes que buscar más; ese deseo, nuestro deseo, es tuyo"
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Buscando ángeles [Adap. Chaelisa]
Fanfiction«Si algún día encuentras un ángel puedes pedirle que te conceda un deseo.» "Como te había dicho, Lisa: Tú y yo vamos a encontrar uno algún día, y cuando lo hagamos, finalmente nuestro deseo se cumplirá." Dijo Rosé con una cálida sonrisa, "Vas a esta...