Un ángel en la tierra

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Le miró enojarse por algo tan "minúsculamente" malvado, y al notar como una luz dorada comenzaba a rodearla, dio una juguetona y ronca risa, apreciando un par de angelicales alas asomándose tras su espalda.
El bandido Faust cerró sus ojos y suspiró, queriendo relajarse, antes de abrirlos y ya no ver ningún brillo provenir de Margaret, sintiendo su palma cosquillear al intentar tocarla para arrastrarla a su lado, así que optó por mejor ofrecerle alimento y seguir su camino.

Esa mujercita podría ser un ángel,  y aún así, deseaba protegerlo, a él, a un asesino. Sonrió cálidamente.
Tendría que empezar a cuidarla como se debía.

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