Capítulo 11

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Cuando Adriano termina de hablar, todos nos quedamos callados. Los tres me miran a mi, expectantes, pero me he quedado sin palabras. Ni siquiera sé qué decir, toda esta información no para de dar vueltas en mi cabeza. Pero si hay algo que me ha quedado claro, es que no estoy sola sino que tengo una familia. Los tengo a ellos.

Me levanto de mi asiento, soltando las manos de ellos, y veo como los tres se tensan en sus asientos. Le doy la vuelta a la mesa, y me lanzo a abrazar a Adriano.

-Gracias, gracias por salvarme. Gracias por darme algo que tanto ansiaba, una familia.

-¿No me odias?

-Claro que no Adriano, entiendo que no pudiste salvarme antes. Tenías una familia que proteger, pero al menos has ido a por mí cuando pudiste.

-Bambina mía, eres parte de nuestra familia no te podía dejar. Y me arrepiento, de no haber ido antes, de no ser fuerte.

-No pasa nada, ya pasó. Lo importante es, que estamos juntos ahora.

Le hago una seña a los hermanos, que nos miran atentos, y los cuatro nos fundimos en un abrazo. Después de eso, cada uno va a hacer sus cosas. Adriano y los chicos trabajan, mientras que yo me preparo para recibir al profesor particular.

-Has avanzado Alessandra, estás a la altura de la preparatoria. Has trabajado muchísimo, y los resultados lo muestran-el profesor me felicita, una y otra vez, recordando que hice un buen trabajo.-Lamentablemente, no puedes entrar en la universidad. Pero al menos, podrías usar tus conocimientos en algún trabajo que no requiera estudios.

-¿Entonces, no vendrás más?-le pregunto.

-No Alessandra, ya no tengo nada más que enseñarte.

-¿Ya aprendió todo lo que podías enseñarle?-nos interrumpe Adriano, entrando al salón.

-Así es señor, esta muchachita es muy inteligente y aprende muy rápido. Pero como ya le decía, no hay nada más que le pueda enseñar.

El profesor le explica a Adriano, todo lo que me había enseñado y a continuación ambos se quedan hablando un rato. Yo recojo todo, y me retiro a mi habitación, llevando conmigo los libros. Cuando regreso, el profesor se ha marchado y Adriano me pide que vaya hacia su despacho. Él me espera sonriente, y me pide que tome asiento frente a su escritorio.

-Cielo, te he llamado porque debo hablar contigo de algo importante. Como ya has terminado con tu profesor particular, ahora debes comenzar tu entrenamiento.

-¿Entrenamiento?-frunzo el ceño.

-Sí, verás el mundo de la mafia es algo peligroso. Me gustaría que aprendas a defenderte y, si quieres, podrías trabajar conmigo. 

-¿Qué entrenamiento debo hacer?

-Primero, como ya dije, aprenderás defensa personal y después aprenderás a usar armas. Además, te enseñaremos a conducir.

-¿Tú me entrenarás?

-No, yo no puedo hacerlo cariño. Lo hará Ángelo, y Alexis ayudará enseñándote a conducir. Confío en que los tres lo haréis genial, si estás dispuesta comenzarás ahora mismo a entrenar.

-¿Es muy necesario?-él asiente, y yo suspiro antes de contestar.-Está bien, lo haré. 

-Muy bien cielo, comenzarás ahora mismo. Aprovechando que Ángelo está, en la zona de entrenamiento-se levanta de su asiento, y me tiende su mano.-Vamos.

Tomo su mano, y salimos del despacho recorriendo los pasillos de la casa. Pulsa un botón en la pared, y una puerta escondida se abre. Él me susurra el pin al oído, y ambos entramos. Dentro está Ángelo golpeando un saco de boxeo, cubierto por una fina capa de sudor, y sin camiseta. Cuando se da cuenta de que hemos entrado, seca su sudor con la toalla y se coloca una camiseta.

-Hijo, aquí te traigo a Alessandra. Ha decidido aceptar, así que ahora tú te ocupas de enseñarle-le explica Adriano, a Ángelo quien asiente con la cabeza.

-De acuerdo, no te preocupes papá yo me ocupo.-Adriano asiente con la cabeza, y abandona la habitación.-Primero, te enseñaré lo básico de la defensa personal. Trata de golpearme.

Lanzo un guantazo, y toma mi mano parándome. Por lo que enseguida alzo mi pierna, dándole entre sus partes. Él suelta mi mano, y sujeta sus partes doblándose por el dolor.  

-Lo siento, lo siento-le digo, arrodillándome a su lado.-Tú me dijiste que te golpeara, y.....

-No, no, no-me interrumpe-no te preocupes, has hecho bien. 

Trata de recuperarse y, cuando lo logra, continuamos con la clase. Me enseña algunos trucos, que hacen que siempre caiga al suelo besándolo enseguida. Parece que ha decidido tomar venganza, por lo de hace un rato.

-Tienes que moverte más rapido-gruñe.

-¡No puedo más!-grito, exhausta.

-Sólo eres una niñita, así harán lo que quieran contigo-vuelve a lanzar un golpe, y caigo al suelo.

-¡Déjame!-me levanto, y trato de esquivar sus nuevos golpes.

-¿Ya está? ¿Solo eso puedes dar? Eres muy débil.

Lo miro enfadada, y le hago una zancada haciéndole caer fuertemente. Él toma mis manos, y me hace caer encima suya. Nuestros rostros quedan a centímetros el uno del otro, y haciendo chocar nuestras respiraciones. Ángelo me mira incrédulo, y se echa a reír.

-¿De qué te ríes? A mi no me hace gracia-le miro con el ceño fruncido, mientras él ríe a carcajadas.

-Enfadada, eres capaz de lograrlo-para de reír, al verme seria, y acaricia mi mejilla con su mano.-Lo has hecho increíble, Alessandra.

Ambos nos quedamos en silencio, observando los ojos del otro, y escuchando solamente nuestras respiraciones. Ángelo se acerca un poco a mi cara, y besa mis labios dulcemente. Yo continuo el beso, acariciando su nuca, mientras su otra mano acaricia mi cintura. Su lengua se abre paso entre mis labios y, pronto, comenzamos una guerra. Una guerra que consigue elevar la temperatura, de la habitación. Suelto un suspiro, y siento su erección crecer entre nosotros. Rápidamente nos levantamos, separándonos sonrojados, y tomamos un poco de distancia.

-Mañana continuaremos con las clases, Alessandra-comenta Ángelo y, a continuación, abandona el lugar.

Me observo en el espejo, viéndome toda sudada y sonrojada. Aprieto mi coleta, y abandono también el lugar en dirección a mi habitación. Cierro la puerta, y me dirijo hacia el baño para tomar una ducha. El agua fría me refresca, y relaja mis músculos. Lavo mi cabello dejándolo limpito, y hago lo mismo con mi cuerpo.

Cuando termino, observo que no he cogido ropa. Pero no importa, estoy en mi habitación así que nadie me verá. O eso creía, hasta que abro la puerta y observo a Ángelo sentado en mi cama. Pego un salto del susto, y me aferro a mi toalla para que no se me caiga.

-¿Qué haces aquí?-le pregunto. Él me escanea de arriba hacia abajo, y después dirige la mirada hacia otro sitio.

-Eh....Yo....Lo siento.

Acto seguido, abandona la habitación dejándome confundida. Me encojo de hombros, y procedo a vestirme. Después peino mi cabello, y dejo que se seque al aire. Por mi cabeza ronda el comportamiento de Ángelo, que solo me hace sentir confundida. ¿Qué le pasa?

Mi Ángel De La Guarda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora