Dale la bienvenida.

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El despertador sonó por tercera vez en la última hora.
Sin ánimos Dazai se senttó y miró con aburrimiento al derredor. Sus pantalones seguían tirados a mitad del cuarto,  su saco no tenía mejor destino y las botellas de sake al rededor de su futón empezaban a ser excesivas.

Sin embargo, no era el desastre lo que le molestaba. Era algo más.
No quería pensar en ello, optó por levantarse para ducharse y partir al trabajo.

.♥.

Kunikida le regañó por llegar tarde, por supuesto, pero aunque siempre le divertía hacerlo rabiar, en está ocasión le costó poner esa sonrisa burlona.
No, definitivamente, molestar a Kunikida no era lo que necesitaba. Quizá algo más fuerte.

.♥.

Atrapado en el callejón, con la mitad de la agencia contra él y Atsushi a su lado rogando clemencia, concluyó que robar esos dulces de Ranpo no había sido lo que necesitaba.

Ya se la arreglaría para salir ileso de esa manada de locos que se hacían llamar detectives.

.♥.

Tres bellas señoritas dispuestas a aceptar un suicidio doble con él no eran tampoco lo que necesitaba.
De hecho, incluso podría decir que le preocupaban y asustaban en partes iguales.
¿Quién acepta un suicidio doble con un desconocido? 

Por suerte, o desgracia según se viera, Kunikida regañandolo las alejó en las tres ocasiones.
Por eso y otras razones es que le agradaba Kunikida.

.♥.

Cansado de buscar lo que necesitaba, empezó a realizar sus informes.
Todos a su alrededor empezaron a susurar.
Tenían miedo y no era para menos, la última vez que lo hizo llovieron ranas.

Atsushi fue, nuevamente, el sacrificio.
Él fue el elegido para decirle que debía volver a su casa, que no necesitaba preocuparse por los informes porque él mismo los haría.

Quizo negarse porque aún no quería volver a casa, pero lo cierto era que había sido un día agotador y deseaba dormir.

Con un suspiro se levantó de su siento y al pasar junto a Atsushi le acarició el cabello.
Todos miraron con pena como se marchaba.

Todos menos Ranpo, que no dejaba de reír junto a Karl.

—Corre, debes llegar ya—Dijo a modo de despedida y siguió jugando con el mapache.

.♥.

Dazai no quería correr. Tampoco quería caminar. Por ello le tomó media hora más de lo normal llegar a su hogar.
Al entrar, encontró todas las luces encendidas y algo de Rock como música de fondo.

Embelesado y con una sonrisa formándose en sus labios caminó hacia la cocina, donde un Chuuya vestido de forma casual usaba como micrófono la cuchara para revolver lo que tenía en una sartén.

Con el corazón latiendo rápidamente, no dudó en acercarse más. Chuuya pareció sentirlo porque se giró, con una mueca de clara molestia.

—¡Me voy a una misión por una semana y lo que encuentro al regresar es desastre!  No has lavado la ropa, ni siquiera la has levantado del suelo. Haz dormido en el futón  en vez de nuestra cama y más te vale que hayas dormido solo tú o voy a castrarte.  Dejaste todas tus botellas de sake tiradas. ¡La comida del refrigerador estaba pudriéndose Dazai! —Detuvo su letanía al ver que su pareja no contestaba. Con algo de preocupación se atrevió a preguntar— ¿Estas bien?

Dazai no contestó verbalmente. Solo corrió lo que le quedaba de distancia y abrazo a Chuuya.

Mientras el perfume del pelirrojo inundaba su nariz y sus cabellos picaban suavemente su rostro entendió que era lo que había necesitado todo ese tiempo.

—Bienvenido a casa, Chuuya— murmuró aún contra sus cabellos y sintió los brazos del más bajo rodearlo de regreso.

—Bienvenido a casa,  Osamu.

Sonrió aún más. Sí, ahora se sentía en casa.

Cómo ser un buen esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora