X

4.1K 602 34
                                    

No me sorprendió en lo más mínimo ser despertado por la irritante voz contenta y dulce de Lev, quien aparentemente había regresado temprano de lo de su amiga.

Admito que fue divertido ver su cara de asombro cuando notó el pequeño bulto a mi costado: La pequeña monstruo abrazándose a mí como si yo fuera ese feo peluche de unicornio.

—Yo... eh... mamá seguro enloquecerá si no la ve en su habitación.

—Dile que la bestia está conmigo. Ahora bajamos a desayunar.

Abrió la boca una y otra vez, hasta que fue evidente que la había dejado sin palabras y simplemente se fue, dando vuelta su cabeza un par de veces para verificar que sus ojos no la engañaran. Casi me siento ofendido, casi, pero realmente no puedo culparla. No cuando jamás presente algún interés en cumplir mis deberes de hermano mayor. Excepto cuando tenía diez años y Vania era una bola de baba recién nacida.

—Niña, hora de levantarse. —el tono de mi voz fue casi dulce y me dio escalofríos.

—Unos minutitos más. —Pidió con voz ronca, refregando sus ojos.

—Ni un minuto más, ¿acaso quieres que mamá me mate, mocosa chiflada?

Ella soltó una risa dulce y debo admitir que no sonó nada mal. Fue tierno... esta mañana me desperté de mejor humor que de costumbre... que horror.

No es que me despierte de buen humor, en realidad.

En fin, como la niña no se dignaba a despertar, tuve que hacerle cosquillas hasta que casi se hace en sus pantalones de pijama rosa. Por supuesto, no iba a permitir eso, estaba en mi cama después de todo.

—Adrik. Creo que tengo que decirte gracias, eso me dice Lev, que cuando alguien me hace un favor tengo que agradecer. Y me hiciste sentir mejor.

—Bien, ya me agradeciste, ahora calla y ve a desayunar, que si llegamos tarde me echaran la culpa. Además, odio las cosas tiernas, y estas siendo bastante cursi.

Ella puso en blanco sus ojos, bien, ahora es más fácil creer que somos de la misma familia. Es bastante asusta también, nunca hizo ese gesto en frente de nuestra madre para reforzar su papel del niña dulce.

Ella bajó antes, para que pudiese cambiarme en paz.

Para mí desconcierto, no sé que ponerme. Maldición, siempre me pongo lo primero que encuentro, y ahora estoy dudando porque sé que veré a cierto imbécil de ojos perfectos. Cansado de hacer el esfuerzo mental de pensar qué cosa combinaba con qué prenda, me decidí por unos jeans azules que van con todo y una sudadera negra. Nada especial, sin embargo, antes de bajar miré en el espejo del baño como se veía mi trasero. Como si Sean fuese a ver ahí, cuando tiene un montón de traseros meneandose a su alrededor.

Soy absurdo.

Molesto con mi ridiculez, fui a la cocina a desayunar lo que sea que hubiera.

En la cocina mi madre y Levka hablaban rápidamente, con una enorme sonrisa, cuando les pregunté que pasaba solo me señalaron el enorme ramo de rosas rojas que mi mamá veía como si fuese algo glorioso.

Eran las disculpas de mi padre.

Inmediatamente miré a Vania, que ya estaba devolviendome la mirada con una sonrisa de punta en punta en su pequeño rostro. Le sonreí también.

"Te lo dije" pensé y estoy seguro de que entendió mi pensamiento a la perfección.

Un nuevo respeto hacia mis padres creció en mí. Es evidente que se aman. No sé si el sentimiento sigue ahí con tanta fuerza y pasión como antes de que incluso nosotros llegáramos al mundo, pero ellos seguirían intentándolo, no solo por ellos. Pienso que, aunque no sean felices con el matrimonio, seguirán estirando su propia desdicha con tal de no ocacionarnos tristeza a nosotros. Solo hacen lo que cualquier madre/padre hace: anteponer las necesidades de un hijo a las propias.

Sala de castigo |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora