XI

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—Niños, ¿terminaron con el concurso de miradas? Tenemos que asistir a detención.

Quién más que Simy puede haber interrumpido un momento tan... íntimo. Aunque es bastante tonto sentirlo así, solo se disculpó. Zegers inmediatamente sacó su mano de mi brazo, como si estuviese siendo atrapado haciendo algo malo, pero pronto recuperó su sonrisa de dientes perfectos y se dirigió a la puerta, abriéndole el paso a Simone y la dejó pasar como el caballero que obviamente es, también me sonrió y me señaló para que pasara. Mi corazón dio un vuelco pero me decidí por fingir que era lo más normal del mundo y pasé, con la cabeza en alto.

Todos nos habíamos establecido, Milo nos recibió ya en la sala con un saludo simpático y una sonrisa agradable, iba a decirnos algo cuando llegó el señor Byler.

—Es mi placer informarles que el joven Jonás Pons ha sido expulsado por su violencia e intolerancia. —no me moleste ni siquiera en fingir que era una mala noticia, todo lo contrario, me alegré. —Y ustedes se quedarán aquí, como dije anteriormente, dos días más. Ahora iré al aula de al lado a corregir exámenes y me ocuparé de tareas importantes. Mientras, espero solo silencio y reflexión de su parte.

El silencio que le siguió a su partida fue bueno. Hasta que, por supuesto, alguien tuvo que hablar.

—¿Estas bien Simone? —era Milo, parecía preocupado.

Y entiendo el porqué. Simone no estaba como de costumbre, sus manos tapaban su rostro y sus hombros estaban caídos. Sean también parecía un poco preocupado y mi propia incomodidad me dijo que debía acercarme, y así lo hice.

—Oye. —toque su hombro, suavemente, no quería asustarla. Sean y Milo se aproximaron también.

—Puedes decirnos que te ocurre. Intentaremos ayudar. —dijo Zegers e inmediatamente el chico afro asintió.

—No quiero incomodar.—nos miró y tenía los ojos rojos y húmedos, aunque su voz aún no se quebró. —Adrik tiene razón, no somos amigos y no tienen porque molestarse conmigo.

La mirada de Sean no fue acusadora, pero me revolvió el estómago de algún modo. Suspiré con resignación y un poco de arrepentimiento. Quizás mi comportamiento no fue el mejor y fui un poco brusco con Simone.

Yo debería haber nacido con una etiqueta que diga "Cuidado. Hijo de puta NO apto para personas sensibles."

—Escucha, Simone, todavía no somos amigos. —ella parecía al borde del llanto así que me apresuré a continuar mi discurso. —Todavía. Quiero decir... no soy la persona más amigable, puedo ser un imbécil y creo que lo sabes. Entonces, discúlpame por ser arisco. No quise herir tus sentimientos. En cuanto a la amistad: Estoy dispuesto a darle una oportunidad. Solo porque no sé qué hacer cuando alguien llora y solo quiero que dejes de hacerlo, por Dios, seré tu saco de boxeo si eso detiene tus lágrimas, y estoy más que dispuesto a intentar ser tu amigo. Le agradaste a Paprika y la considero una buena juez de carácter. ¿Que dices, perdonarás a este idiota y nos dirás lo que ocurre?

La miré expectante por unos diez segundos en los que ella sonrió, pero débilmente, con lágrimas traicioneras abandonado sus ojos.

—Ante ese discurso quien puede decirte que no, y cuando eres tan bonito. —apretó una de mis mejillas y por poco la mato. Debió haber notado mis intenciones asesinas porque alejó su mano y me sonrió timidamente como disculpas.

No soy bonito. Los perros son bonitos, los gatos son bonitos. Yo solo soy un ser cuasi infernal que vendería su alma al diablo por estar en este momento en mi habitación escuchando una vieja canción de The Beatles mientras que me quejo de la vida y hablo conmigo mismo acerca de cómo mataría de distintas formas al profesor de educación física. A veces las escribo y si estoy de especial humor, las dibujo.

Sala de castigo |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora