Mukuro 2008

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Tan solo un poco más... Solo necesitaba un poco más de poder y podría vengarse de los adultos que los usaban como herramientas descartables para complacer su propia codicia, la misma que logró que su familia fuera perseguida y llevada al punto de la destrucción, los adultos eran criaturas lamentables... No, la mafia era una organización corrupta y podrida, en cuanto tuviera el poder suficiente la destruiría.

Un fuerte grito de dolor que desgarro su garganta salió de sus labios, con esto según los adultos podría poseer el cuerpo de otros sin tener que recurrir a las balas... De repente todo se volvió negro y se encontró así mismo en la oscuridad.

—¿Quieres poder? — De entre las sombras una voz hizo que pestañara, no deberia ser capaz de hacer contacto con nadie... Aunque si la otra persona era compatible con él y sus llamas eran poderosas... Incluso si nunca se encontraron el que sus mentes hicieran contacto podría ser posible. — ¿Lo quieres? — La voz volvió a hablar y está vez levantó la mirada pero lo único que vio fue una figura formada de sombras.

— ¿Que quieres a cambio? — Pregunto y aunque no podía ver el rostro del contrario sintió a este sonreír.

— Libertad. — Contestó haciendo que pestañeara. — Tengo poder, el necesario para poder vengarte de aquellos que te han hecho daño.

— Kufufu ¿y a cambio quieres mi cuerpo? — Elevó una ceja viéndole con burla. — Si tienes tanto poder ¿Porque no lo usas para ser libre?

— Distintos monstruos requieren distintos tipos de poder. — Respondió y ahora si estaba seguro de que estaba apretando sus puños. — El poder que tengo actualmente no sirve para derrotar al mío, pero si al tuyo.

— Mhmmm... ¿Y si no puedes derrotar al tuyo que esperas lograr    con mi cuerpo?

—... — Por un segundo pensó que no recibiría respuesta pero luego la voz volvió como en un Susurro. — Mi familia... Quiero ver a mi familia. —Fue su respuesta y aunque el no podía entender el sentimiento... Si deseaba poder entenderlo algún día.

— Kufufu, en ese caso ¿Quieres discutir los términos de nuestro trato? — Interrogó y de repente todo el lugar dejo de estar oscuro y en su lugar un bello cielo azul sin fin se cernio sobre ambos.

— Soy Tsunange Al Ghul, es un placer trabajar contigo. — La figura de volvió una niña de cabello castaño con puntas moradas logrando sorprenderlo para luego suspirar.

— El placer es mío Ange-Chan. — Tomó su mano la cual estaba estirada cerrando su trato.

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Miró el piso debajo de él viendo los cadaveres de sus torturadores, tal y como Ange-Chan Prometió, su poder fue suficiente para encargarse de ellos sin problema alguno, tener una asesina como cómplice estaba probando ser algo bastante útil.

Miró su reflejo que se volvió la forma de su cómplice y Sonrió.

— Me hubiera gustado que sufrieran un poco más, Ange-Chan fue muy misericordiosa dándoles una muerte rápida y limpia. — Dijo a su reflejo quien tan solo negó.

— Mi tiempo es limitado, quizás para la próxima vez. — Respondió tranquila bajandose de hombros.

— Ahora... ¿A dónde deberíamos extender nuestras alas? — Pregunto curioso, la chica era bastante reservada y sólo le permitía cierto alcance dentro de su mente lo que encontraba ciertamente injusto debido a que ella sí podía acceder a toda su mente.

—Japón... Si sigues mis instrucciones llegar no será un problema. — Contestó y por primera vez Mukuro vio algo de sincera emoción en los ojos ajenos, oh sería una enternecedor reencuentro de seguro.

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Nanimori era una ciudad tranquila... Demasiado tranquila para su gusto, donde las personas caminaban con seguridad por las calles ignorantes de los peligros que el mundo tenía para ofrecer, aquello le enfermaba. A la ciudad le faltaba un buen ataque de la mafia o de algún super villano para que sus ciudadanos aprendieran lo que era vivir en el mundo real donde el mal acechaba en cada esquina o a veces incluso debajo de sus propias narices.

Al ser un niño paso desapercibido en el parque local mirando alrededor en busca de la persona que su otra mitad le permitió ver de sus memorias.

Después de un rato sin encontrar a nadie con su descripción decidio visitar otros lugares. Estaba por salir del parque cuando vio una mata de cabello rubio a lo lejos, elevó una ceja y decidió probar su suerte siempre caminando en las sombras para no ser visto.

— D-De nuevo... — Murmuró el pequeño rubio en el piso que reconoció como el hermano de Ange-Chan. Por lo sucia que estaba su ropa debía asumir que no era la primera vez que besaba el suelo.

— Levántate. — Ordenó el de seguro responsable de que el niño estuviera en el piso, quien por su altura y apariencia debía tener un par de años más que el rubio, quizás la misma edad que Mukuro. Su cabello era negro como la noche, y sus ojos de un gris metálico y frío, en sus manos dos tonfas que de seguro eran la causa del mal estado del menor.

— Ya lo sé... — Contestó con sus pequeñas piernas temblando pero colocándose de pie nuevamente solo para ser derribado por un fuerte golpe en el estómago que lo hizo escupir.

— Es suficiente herbívoro. — Declaró el mayor.

—¡N-No lo es! Aún soy muy débil... ¡Como soy ahora nunca podré encontrar a Tsu-chan! — apretó sus pequeños puños arañando el suelo para levantarse nuevamente con sus ojos llenos de determinación.

— Kufufu... Lamento interrumpir su lindo momento. — Decidió aparecer el italiano notando como ambos parecían cautelosos por su llegada. — Pero seguir con esto no será necesario ya que aunque a ti querido Gio-chan te puede faltar la fuerza. —Su tridente apareció en su mano y la niebla comenzar a subir del suelo a su alrededor. — Ange-Chan tiene suficiente por ambos. — Con una sonrisa enigmática dejó a la menor tomar el uso de su cuerpo.

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El que otra persona usará su cuerpo era una sensación extraña, de quererlo podía simplemente tomar una siesta en alguna parte recóndita de su mente o podía presenciar lo que pasaba a su alrededor. Cuando Ange mato a su familia decidió mirar, porque no podía permitirse perderse aquello, no después de todo lo que le hicieron, él quería ver sus rostros antes de morir sabiendo que ellos crearon su propia ruina.

Después, la mayoría del tiempo durmió. La mayor parte de su viaje a Japón mientras Ange se hacía cargo de que llegarán bien tan solo descanso, por quizás primera vez en su vida. A veces en sus sueños veía lugares y personas que jamás vio en su vida que se sentía extrañamente familiares, dependiendo del día cada lugar y persona provocaría un sentimiento diferente.

Un infante con grandes ojos verdes le provocaría calma y calidez, al igual que un niño de cabellos cual oro y ojos tan amables que le provocaban ganas de llorar. Un adulto rodeado de sombras y ojos verdes pero fríos y calculadores le estremeceria hasta la médula, al igual que un palacio con todos los lujos que uno pudiera desear pero desprovisto de lo único que un niño pudiera querer, una familia.

Había un rostro en especial que siempre le causaba sentimientos contradictorios, era tan parecido al de Ange que no dudo en que fuera su Madre, lo que hacía todo más interesante. Amor, añoranza, odio, ira, soledad... Eran emociones contrarias y asumía que una historia complicada las conectaban.

Originalmente para el reencuentro Mukuro tenía planeado darles su privacidad pero la idea de saber más sobre su compañera en el crimen fue demasiada tentadora así que terminó por presenciar la, además estaba seguro que sí Ange no quisiera que escuchara tenía el poder para mandarlo a dormir.

Al escuchar la historia tal como un rompecabezas las piezas cayeron en su lugar y lo entendió, Él y Ange eran almas afines nacidas de la traicion y el dolor, dos almas que tomarían venganza del mundo que tomó a dos inocentes niños y los convirtió en armas.

En un principio Mukuro tan solo quiso pagarle el favor a Ange para luego seguir con su vida... Pero planear la dominación mundial sonaba mucho más divertido.

Really, Still not a hero. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora