Capítulo 1: Buenas noticias y una confesión inesperada.

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Capítulo 1

Buenas noticias y una confesión inesperada.


Mei

La hoja en blanco a media penumbra sobre la mesa... encima de ésta los dedos balanceaban dudosos un bolígrafo que se movía como las alas de una mariposa, no sabía qué escribir, sólo pensaba, en Yuzu... y sonreía.

Tuvo que respirar hondo para escapar de sus pensamientos y enfocarse sobre el cuaderno, ese diario que a quince años ya se convertía en un confidente sabio que la orientaba, la escuchaba y que guardaba aquello que ella jamás decía con sus propias palabras ni con sus gestos, tan sólo con su corazón.

Se miró el dorso de la mano izquierda y sus dedos estaban ligeramente hinchados a tempranas horas de la mañana, el anillo de su boda se marcaba de manera casi incómoda pero sin intenciones de quitárselo sólo lo movió entre sus dedos sonriendo para sí, los tobillos se veían igual, no llevaba con mucho agrado las manifestaciones del embarazo, pero su corazón le decía lleno de gozo que así eran las cosas y que así tendrían que seguir por otros cuatro meses más.

Respiró nuevamente para despejar la cabeza y tomó el cuaderno, como otras ocasiones lo hojeó de forma aleatoria dejando que pasaran las hojas sin detenerse mucho en cada escrito, su parte favorita la remitía tres años atrás cuando su boda se convirtió en el suceso más importante de su vida, al menos hasta ese momento.

"Yuzu", -repitió entre dientes y su rostro se iluminó con otra sonrisa.

La sorpresa que su boda causó entre la sociedad fue algo que no dejó en buenos términos a la Academia Aihara, si bien la matrícula al principio se fue al suelo pronto se recuperó cuando las dos chicas demostraron que tenían el apoyo del comité del instituto, de su padre y de su abuelo, aunque el precio que cobró en éste último fue tan alto que Mei no había logrado encontrar consuelo al recordarlo en su funeral mientras los asistentes presentaban respetos a su padre, a su madre y a Yuzu, a quien tuvo a su lado durante todo el proceso de su duelo, le dolía su abuelo, su pérdida al haber sido su apoyo en los momentos más difíciles de su adolescencia después de la separación de sus padres, de la huida de su padre, su fortaleza.

Se había sentido culpable de su deceso, las emociones vividas por el anciano minaron su ya debilitada salud sin que ello le negara entender los honestos motivos de sus nietas, así entonces, a las puertas de su muerte, Aihara San mostró la nobleza de su corazón dejando todo arreglado para que su nieta heredase junto a su hermanastra -y ahora esposa- el apellido Aihara, el instituto, sus bienes y todo aquello que personificaba esa gran familia tradicional que ahora rompía las viejas costumbres para avanzar al futuro, tuvo tiempo suficiente para conocer mejor a su nueva familia que ya no vio como extraña, una nuera y una nieta que iluminaron el final de su vida con su presencia, con el desparpajo de esta última que supo ganarse su corazón y ser el apoyo total de la otra, la de la mirada triste, la de la misma mirada que nunca vio cambiar sino hasta su salida del altar, de la mano de su amada.

La sonrisa se desdibujó de sus labios apenas curvados, recordaba y miraba por la ventana hacia la temprana mañana y respiró hondo otra vez, se giró para ver su cama recién iluminada con la luz que asomaba entre las cortinas, no quería despertar a Yuzu quien respiraba profundamente entre la montaña de cobertores pero había cosas pendientes por hacer ese día y levantándose de la silla se dirigió a la cama donde dormía su amada, con un ligero movimiento se hincó y lentamente destapó su rostro para posar sobre su mejilla un beso largo, tierno y apasionado que provocó que Yuzu balbuceara un par de incoherencias hasta que, con una sonrisa ruborizada logró articular un "buenos días" mientras bostezaba y alargaba su mano de entre las cobijas para tocar en respuesta la mejilla de Mei.

Citrus: Un paso a la vez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora