Capítulo 8

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Ambos salieron de la cafetería por la puerta trasera, subieron al coche de Luis y Teresa manejó rumbo a su casa.

Luis hizo las llamadas pertinentes, primero a su mayordomo para que le preparara la maleta y luego Sandy para coordinar lo del vuelo. Todo estaba en orden. Dos horas después, estaba a punto de abordar un avión rumbo a Francia, dejando inconclusa su confesión.

Quería abrazar a Teresa, besarla y pedirle que se fuera con él; algo le decía que si se iba, la perdería para siempre, sintió su pecho helado y vacío, pues por un lado su padre estaba en peligro de morir y por otro, su instinto le dada a saber que esa despedida sería la definitiva de aquella mujer a la que había amado en secreto durante tantos años, en ese instante comprendió lo fugaz que es la vida y todo el tiempo que había desperdiciado sin decirle nada, por miedo, solo por miedo y cobardía...

Lloró intensamente con el dolor de dos amores que estaba a punto de perder ardiéndole en el pecho, quemándole las entrañas... Teresa lo abrazó y se fundió en llanto con él.

- Te amo. > Le dijo, tratando de resumir en dos palabras tantos sentimientos y deseos que atesoró durante años.

- Yo también te amo. > Dijo Teresa.

Se besaron tiernamente mientras el altavoz de la sala del aeropuerto anunciaba la hora de abordar, como la última llamada.

Luis se desprendió dolorosamente de los brazos de su amada. Pasó el control de abordaje volteando hacia atrás, para verla por última vez. Dijo adiós con la mano y se perdió en el túnel que lo llevaría hasta su avión...

Ya era casi de madrugada cuando Teresa regresó a la ciudad, después de dejar a Luis en el aeropuerto. Recordó la masa de los croissants, que para esa hora ya debía estar fermentada y lista para hornear. Estaba conmocionada por lo sucedido y no tenía sueño... necesitaba distraerse para poder recobrar un poco de calma.

Decidió regresar a su negocio y terminar de preparar los cuernitos, para que estuvieran listos a primera hora por la mañana.

Eran ya las 2am cuando estaba estacionando el coche por la parte trasera del negocio, y vio un vehículo estacionado que le echó las luces al verla llegar. Teresa se asustó y se quedó inmóvil en el carro, dudando si dar marcha mejor e irse o arriesgarse a salir de él.

Pensó en el riesgo de sufrir un asalto o un secuestro y decidió que mejor saldría de ahí antes de ser atacada. Estaba por volver a dar marcha, cuando vio que Elena bajó de ese coche desconocido. Se tranquilizó un poco y el susto pasó a un nerviosismo y sudor de manos inmediato, pues no había tenido contacto con ella desde aquel jueves que estuvieron juntos los tres.

Elena llegó hasta su coche y tocó la ventanilla. Teresa la bajó por instinto, sin salir del auto.

- Hace frío... > dijo Elena. -¿Por qué no me abres?

Teresa quitó los seguros y de inmediato Elena rodeó el coche, subiendo al asiento del copiloto.

- Vine a buscarte. Estuve tocando un rato pensando que estabas dentro, porque las luces están encendidas. Pero veo que ya te habías ido.

- En realidad iba a entrar... pensaba preparar pan.

- Qué bien. Siempre he querido aprender a hacer pan.

- ¿Quieres pasar?

- Por supuesto. Podría ayudarte.

- Bien. Vamos entonces.

Ambas entraron por la puerta trasera al establecimiento. Una vez adentro, Teresa fue directo a corroborar el estado de la masa que había dejado en reposo, ésta efectivamente se encontraba lista.

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