Capítulo 3

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INTEMPESTIVA
CAPÍTULO 3
ADVERTENCIA: La historia que estás a punto de leer, puede contener lenguaje sexual explícito, violencia, uso de drogas y/o sustancias ilegales, así como lenguaje inapropiado que pudiera herir susceptibilidades... Leer bajo su responsabilidad. ¡Exclusivo para mayores de 18 años!
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...Sumergido en estos recuerdos, Raúl tomó un baño caliente y luego se lavó los dientes; regresó a la recámara y vio a su amante, que dormía plácidamente aún, totalmente desnuda, boca abajo; echó un vistazo a ese hermoso cuerpo; y no es que fuera ella la amante más bella que hubiera conocido, pero se maravillaba de la forma en que lo llenaba, cómo lo enloquecía con esas manías y ocurrencias que siempre tenía.
Sonrío y fue hacia la cocina aún con la toalla amarrada a la cintura a preparar café. Regresó a la recámara y comenzó a vestirse con la disciplina y pulcritud que lo caracterizaban; se colocó un traje azul y eligió una corbata a rayas para la ocasión: habría junta de concejo, pues tenían decisiones importantes que tomar.

Trabajaba en un bufete de abogados de mucho renombre, era vicepresidente de la compañía y el miembro más joven del concejo, lo cual ponía mucho peso sobre su espalda, pues esto no simpatizaba mucho a algunos de sus compañeros, sobre todo por la forma en que obtuvo el puesto, que para algunos era totalmente cuestionable.
Sin embargo, contaba con Leonardo, antiguo miembro del concejo a quien Raúl le agradaba porque lo conocía desde niño y sabía su historia familiar y el esfuerzo que le costó llegar hasta donde estaba.
Elena despertó, recibió en la mesa de cama su café y unos croissants rellenos de chocolate calientitos. Se sentó dejando su dorso desnudo a la vista y comenzó a beber sorbos de la bebida caliente que Raúl le acercó.

Ya listo para partir a la oficina, la besó, se despidió y se fue.
Apenas Raúl estuvo fuera, Elena se levantó rápidamente de la cama y fue a hurgar en su closet, sacó una pequeña caja donde guardaba algunos juguetes sexuales, encontró su consolador, probó las pilas y vio que estas funcionaban bien, luego buscó en el cajón del tocador un preservativo, lo colocó como un forro en su consorte de silicón y tomó asiento en el mismo tocador, subió las piernas totalmente flexionadas y comenzó a estimular su clítoris masajeando suavemente; justo frente a ella tenía un espejo de cuerpo entero, le encantaba admirarse mientras se tocaba; y estaba aún ansiosa por la excitación que la noche anterior le había dejado; pues ese orgasmo que simuló (como siempre lo hacía), sólo era para dar por terminada la sesión y darle permiso a su amante de que él terminara.

Elena no conocía un orgasmo mediante un acto sexual que no fuera con ella misma, pues jamás en su nada corta lista de amantes, había encontrado alguno que lograra satisfacerla; pero tenía su fiel e infalible compañero: su consolador que nunca la dejaba a medias...

Lo colocó en su interior y comenzó a penetrarse con fervor sosteniéndolo con su mano derecha, mientras con la izquierda comenzó a pellizcarse las piernas y el vientre, causándose ese dolor que le era tan necesario para lograr el orgasmo, se veía en el espejo y la escena le causaba tanta excitación que sentía enloquecer.

Se imaginaba que el falo con que se mancillaba pertenecía a un enorme hombre atlético, negro y salvaje que la torturaba mientras la poseía, que la arrastraba y desgarraba sus ropas, la tomaba por la fuerza porque era la única forma de obtenerla y con tal violencia que no le dejaba más remedio que sólo apretar el cuerpo y esperar su embestida, una tras otra...

Veía su cara de lujuria en el espejo, el negro era un diablo encarnado en humano, poseído... media hora después de que el improvisado violador imaginario la estuviera violentamente pellizcando, mordiendo y arañando por todo el cuerpo y por supuesto, penetrando con toda su virilidad, Elena logró la conquista de la cima, tuvo un orgasmo apretado y silencioso... lágrimas recorrieron su rostro, pues aunque su mente disfrutaba la tortura, su cuerpo respondía al dolor que ella misma se provocaba. Dolor y placer: la combinación perfecta que tanto disfrutaba.

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