Capítulo 10

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Diez días habían transcurrido desde que Luis se fue. Desde la noche que Teresa compartió con Elena; y Teresa aún no sabía nada ni de uno, ni de la otra. Los días pasaban lentos y rutinarios. Abría su negocio, iba a su clase de yoga... los jueves eran los únicos días que tenían algo de especial, cuando iba a tocar con los Rucos de la Terraza al bar Scrash, aunque la banda ya no era la misma sin Luis, aún encontraba algo de consuelo al estar sobre el escenario, que la hacía sentirse realmente viva y temporalmente feliz.

Ya era de noche y se encontraba recogiendo y limpiando los últimos utensilios para cerrar su local, los demás se habían marchado. Sonó el timbre de su celular, que anunciaba un mensaje entrante de whatsapp, el número era desconocido, pero apenas lo leyó, supo de quien se trataba y sus piernas se congelaron como aquella vez que le sirvió café en el Ruiseñor por primera vez.

Mensaje:

"El pronóstico anuncia lluvia para esta noche".

La pantalla parpadeaba como demandando una respuesta. Teresa estaba pasmada sin saber qué debía exactamente responder. Apareció el mensaje "escribiendo" del remitente en la parte superior de la pantalla, decidió esperar a ver qué más diría.

"¿Crees que llueva?"

Sin pensarlo mucho, Teresa escribió lo primero que le vino a la mente.

"Me gustaría que viniera un huracán". > pues inevitablemente a Elena, en su mente la asociaba con el caos, como un huracán majestuoso y lleno de energía que vendría a su lado cuando menos lo esperaba; y luego se iría dejándola desolada, con las ideas revueltas, pero con el alma renovada y desbordante de amor, tras esa intensa lluvia que emanaba de sí.

Ya no hubo respuesta. Guardó su teléfono en el bolso trasero del pantalón y se apresuró para salir. Cerró todo, tomó su casco y apagó las luces al salir.

Subió a su motocicleta y fue directo a su departamento. Estaba nerviosa. Llegó y estacionó la moto en el lugar que le correspondía. Entregó las llaves a don Pepe, que se encontraba como de costumbre viendo su viejo televisor sin volumen.

- Buenas noches. < le dijo Teresa, poniendo las llaves de su moto sobre el recibidor de la pequeña recepción.

- Buenas, señorita. Dejé pasar a su amiga. > Le dijo don Pepe, dándole las llaves del departamento. - Espero que no le moleste, me dijo que le urgía entrar. Ya sabe, cosas de mujeres.

- ¿Mi amiga? > Preguntó Teresa como sorprendida. Aunque ya sabía de quién se trataba.

- La pelirroja, la que se quedó el otro día con usted.

- Ah, sí. > Dijo Teresa tratando de parecer casual, cuando en realidad estaba a punto de temblar de los nervios.

- Me dijo que estará autorizada a pasar frecuentemente. Se ve de fiar, pero necesito que usted me diga. > Solicitó Don Pepe.

- Sí, don Pepe. Puede abrirle cuando venga. ¡Gracias!

- De nada. Es muy bonita la muchacha. Yo no entiendo mucho de eso, m'ija, pero las respeto, que bueno que ya no esté usted tan sola. > Dijo el viejo con sincero cariño, pues llevaba años, viendo a Teresa ir y venir tan sola.

Tere carraspeó evidentemente incomoda por la situación. Tomó las llaves y se apresuró hacia su departamento.

- Gracias, don Pepe. Buenas noches.

- Buenas noches.

Las escaleras para llegar a su departamento, le parecieron eternas. Las piernas le pesaban más de la cuenta y estaba temblando de nervios, pensando qué le esperaría arriba.

INTEMPESTIVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora