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                  —Yo no voy a leer eso —objeta Floyd cuando terminamos de leer, apuntando a la página con el dedo índice y una mueca de repulsión. Cierro el libro, preocupándome de marcar la página antes, y lo dejo sobre la mesa.

—No te preocupes, sé perfectamente que yo iba a ser la que lo leería —respondo echándome en el sillón. A pesar de que acabamos de despertar mi cuerpo me pide a gritos que entre en un estado de hibernación eterno y no preocuparme de nada—. Lástima que no sé latín.

—Oh!! Siempre existe algo llamado traductor —contesta el moreno tirándose a mi lado. Estira su brazo hacia atrás y saca una palomita de las profundidades del sillón. Prometo que pensé por un segundo que se la iba a comer, pero en cambio la lanza hacia la televisión donde rebota y cae al suelo.

—Algo me dice que es mejor recitarlo en el idioma en el que está escrito —digo negando con la cabeza, mirando a la palomita caída en la blanca alfombra—. ¿No te has fijado que siempre lo hacen en el idioma original? Yo lo voy a hacer así también. Pronunciaré todo tal como se lee y ya está.

—Como quieras, pero si no funciona ahí voy a tener que estar yo con la traducción para sostener tu feo trasero —se queja. Toma el libro de la mesa y comienza a leer una vez más—. Creo que la tendría lista para esta noche, ¿lo quieres hacer?

—Mientras antes mejor. Juntaré todo lo que necesitamos y lo meteré en el maletero de tu auto. ¿Nos juntamos a las once de la noche? —pregunto abriendo la aplicación de notas en mi móvil para escribir una lista de lo que necesitamos.

—Está bien. —Me hace entrega de las llaves de su vehículo que tenía en el bolsillo y me echa una mirada cuando recuerda algo—. Vamos a abrir una tumba, luego le vamos a poner la tierra de vuelta, ¿qué pensarán cuando vean la tumba de alguien que se murió hace tiempo recién cavada?

—Pensaran que es reciente —suelto sin más, reproduciendo la idea con la que soñé para encubrir este problema en mi cabeza. Cuando ya está completamente maquinada procedo a explicársela—: Compremos flores y las ponemos encima del nombre, muchas para que los visitantes y lo cuidadores piensen que acaba de llevarse a cabo un funeral a simple vista. Para el tiempo en que se marchiten no habrá cuerpo que buscar, esperemos que Chuck ya esté de vuelta a la vida y escondiéndose en mi casa.

— ¿Lo vas a esconder en tu casa? —cuestiona abriendo sus ojos con sorpresa—. ¿No crees que existe una gran posibilidad de que tus padres lo descubran?

—No lo creo, lo sé y tú le vas a prestar ropa de hasta que compremos —afirmo mirando sus castaños ojos—. Pero ¿qué quieres que haga? No puede volver con sus padres, les daría un ataque al saber que su hijo está vivo.

—No quiero hacer eso... Está bien lo haré, pero borra ese puchero feo —responde viendo la mueca sobre mi rostro—. Qué bueno que usaremos guantes. Si dejamos pistas tendríamos muchos problemas, así como un montón —comenta mirando ahora el techo blanco—. Y bolsas, también necesitamos de esas.

— ¿Por qué bolsas? —cuestiono sin comprender de que está hablando.

—Para que no nos rastreen por huellas de los zapatos o algo así —explica en tono obvio.

—Aah, bien pensado —me sorprende que por primera vez el que se anticipa a los hechos es mi amigo y no yo. El mundo está cambiando severamente—. Felicidades, Floyd, eres útil después de todo.

—Oye cállate que sin mi estarías sola y complicada —dice amurrado quitándose la mano que le había puesto sobre el hombro de encima.

—Está bien gran y poderoso hombre rebelde —me burlo a su costa. El moreno me da una mirada severa y tenebrosa por lo que comienzo a temer por su venganza. Mejor no me rio de él más.

Chicos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora