Una noticia increíble

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Una vez que Terry se despidiera, precisamente él salió del local; no obstante, Candace lo hizo detrás de él para pedirle su mochila, la cual seguía en el hombro masculino.

Sonriendo debido al ¿olvido intencionado?, el joven se devolvió para entregar lo solicitado; y tomando la ventaja de tenerla de nuevo de cerca y de frente, recordada a ella:

— Te veo mañana.

— Háblame primero.

— Lo haré, sí, claro; pero te veo mañana — él insistió; y sonriendo, con el guiño de ojo se despidió.

Porque su padre, desde el interior la llamaba, Ace no tuvo la oportunidad de ver el camino que su nuevo amigo tomara, aunque en sí, fue hacia la parada de autobús más próxima; pero un servicio de taxi le facilitaría salir de esa pequeña ciudad, y dirigirse a la enorme en donde él vivía.

— No importa — se decía Terry siendo ya transportado. — No importa la distancia, con tal de que ella me permita verla.

— ¿Me decía, joven?

— No — dijo él. — Puede seguir.

Sí, el conductor podía seguir; en lo que Terry, ahora para sí, pensaba en las cosas que estaría dispuesto hacer por ella.

Y mientras él seguía su viaje, Ace era cuestionada:

— No es cliente, ¿verdad?

— No, lo acabo de conocer. ¿Qué tienes para hoy? — cuestionó la chica para desviar la conversación de su padre que indicaba:

— La cúpula de la casa de los Rehagan fue golpeada por un ave, e increíblemente la estrelló. Tendremos que ir para ver si podemos reemplazar el vidrio o tendríamos que cambiarlos todos.

— Muy bien — dijo ella. — Si me permites, bajo a cambiarme, y después me reencuentro contigo.

— ¿Piensas relacionarte con él? — hubo sido la inesperada pregunta del señor Blance.

— De hecho... — Ace lo ignoraba; y ya que su padre había insistido en el tema, diría: — me ha invitado a salir.

— ¿Qué le dijiste?

— Porque mejor no me dices tú lo que debería de responderle.

— ¿Para cuándo?

— Para mañana.

— Vayamos hoy a ver lo que te digo y... ya, ve a cambiarte — el padre ordenó.

Obediente, Candace se dirigió hacia una de las dos puertas ubicadas en la parte de atrás de un larguísimo local.

La esquinada ella eligió; y una vez cruzado un umbral, ante la oscuridad de un diagonal pasillo, Ace encendió el interruptor para iluminarse y descender por una angosta escalera pegada a la pared.

Al llegar abajo, se podía divisar la improvisada vivienda en lo que en sí era el sótano con toda la tubería de calefacción como decoración.

Decoración que ella hizo lucir mejor, a pesar de haberse impresionado con espanto y horror la primera vez que lo viera, y mayúsculamente al saber que ahí vivirían gracias al amplio local que su padre había conseguido para la instalación de su negocio.

Siendo lo primero a recorrer, sobre el sofá que conformaba su pequeña sala, ahí, Candace fue a dejar su mochila. Posteriormente, ella se sentó para quitarse sus botines deportivos.

Minutos después, se puso de pie para caminar en calcetas en dirección al baño donde también estaba la lavadora y la secadora. De ésta, ella sacó un par de jeans y una camisola de mezclilla bordada con flores rojas y un obsequio de su abuela Emilia.

The crystal dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora