Fin del primero, e inicio del segundo día juntos

387 77 21
                                    

Conformada con el beso aéreo que Terrance le mandara, y habiendo escuchado cómo la puerta era cerrada y asegurada por él, Ace se giró sobre su eje para mirar con detalle el espacio que le compartieran. No obstante, la brisa que sintiera, la hizo caminar hacia donde ligeras cortinas se movían, y que, al recorrerlas, ella sonreiría al divisar, primero un palco para que desde ahí observara el espectáculo que él previamente le contara: la vista hacia el ancho y extenso río nocturno donde varios botes navegaban y cruzaban por el gigantesco y transitado puente, ícono de la ciudad.

Ahí recargada, Ace se quedó habiendo girado su cabeza hacia el norte y perder su mirada en la oscuridad del horizonte.

Mayormente despejada, la joven se dispuso a ingresar para ir adonde su mochila, tomar el celular y marcarle a su padre, el cual no contestaría por estar con amigos en el bar del pueblo.

Sabiendo que lo había hecho aprovechando una ausencia, la hija lo regañó mentalmente; y en lo que lo hacía, sosteniendo en la mano el móvil, Candace programó una hora.

A las cuatro de la mañana, el despertador redundantemente la despertaría; y siete horas serían las suficientes para dormir.

Para hacerlo, ella, igualmente de su mochila, sacó sus pijamas: un ligero top de tirantes y shorts; pero también Ace sacó lo usar al día siguiente: jeans holgados, una sudadera corta con capucha color naranja, un par de tenis especiales para caminatas y una gorra negra.

Gracias al tamaño de la cama, Candace dejó todo en una parte de ello, para que ella, —una vez cambiada de ropas, despeinados sus cabellos y aseados los dientes en el baño que le gustara—, usara el otro lado; uno donde yacía un buró, y sobre de ello, una fotografía, la cual, Ace no tuvo necesidad de tomar, al adivinar que el hombre que posaba, era nada menos que el padre de Terrance.

Percatada la existencia del amor entre ellos, la joven sonrió; cerró los ojos, y en él se quedó pensando que, a pesar de que sus padres cada uno vivía por su lado, Terry era feliz. No tenía complejos de niño abandonado; al contrario, era sumamente amado por ambos, y él, en lugar de tomar ventaja de eso, no lo hacía sino apegarse a reglas que no lo eximían de sus obligaciones y responsabilidades como hijo, al fin que, el bien era solamente para él; y se demostraba en los regalos que uno u otro le hacía, debido al chico ejemplar que se había propuesto ser.

Quizá una meta que a muchos molestara por no entender, —como su hermana—, que él había elegido llevar la vida conforme la fuera viviendo, sin prisas ni aceleres que, por hacerlo así, únicamente complicaría el alcance de sus anhelos.

¿Tener un amor? ¿formar con ello una familia? ¡Por supuesto que estaba en sus planes! Pero todo a su debido tiempo.

En ese, estaban involucrados los sentimientos, algo completamente al gusto o al pasarla bien; y él no quería simplemente "pasarla bien" como otros de sus contemporáneos regularmente lo hacían, sino sentir profundamente algo por ella sin necesidad de presiones.

— Pero independientemente de eso, ¿insistirás en ayudarla? — preguntó uno de los amigos que ya se despedían de Terry, y que la plática había girado en torno a su nueva relación.

— ¡Por supuesto!

— ¿Aun en contra de su voluntad? — cuestionó el segundo amigo al haberse compartido unos ideales.

— Debe saber que hay más de lo que tiene a su alrededor.

— ¿Y si al final de cuentas te enamoras? Pudiera existir el peligro de que tú no sigas tus objetivos por apoyarla.

— ¿Qué pudiera responderte a eso, Dilan? — Terrance sonrió. — Si me enamoro, me enamoro; eso no es un imposible.

— No, claro que no; es una chica muy linda físicamente.

The crystal dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora