El primero de dos días juntos

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A pesar de ser ese día, ya sábado y cumpleaños de una madre, Terrance, vestido semi formal y que lo hacía lucir más guapo, antes de llegar adonde su novia, en el trayecto al domicilio conocido y en la florería que se topara en el camino, se detuvo por unos minutos. En sí, lo hizo para bajarse e ingresar al local donde a su salida se le vería con un pequeño, pero muy bonito arreglo floral, el cual, para no errar en gusto, contenía diversas flores multicolores.

Con ello, él se presentaría una vez dejara estacionado su auto frente al establecimiento vidriero, donde amablemente lo recibiría el señor Blance, quien lo informara de los diez minutos que Candace tardaría en aparecer.

Porque la hora de cerrar el negocio ya estaba cerca, el dueño se concentró en unas facturas que debían ser cobradas y después llevadas al contador.

Debido a la concentración, Terrance aguardó en silencio. Pasado el tiempo indicado, finalmente la veía aparecer en un cómodo vestido corto, estilo trébol, de gasa ligera en negro, mangas cortas, y que la favorecía muchísimo; además, su cabello, —nuevamente planchado— lo había peinado en un chongo despeinado que la hacía ver un poquito mayor.

En estatura, Ace mantenía la misma con sus zapatos planos de meter en color beige, color que combinaba con un delgado cinturón, algo que no iba acorde a su mochila rosa y verde fosforescentes que sostenía en la mano.

Pidiendo permiso, Terry fue a su encuentro para hacer un intercambio, es decir, él tomar la mochila de ella y entregar su regalo.

Por el hecho de verlo otra vez, más guapo que otras veces, y tan galante, una sonriente Ace recibió sus flores, las cuales inmediatamente llevó a su nariz para olerlas, aunque él ya la había inundado toda y resultaba difícil descifrar quién olía mejor.

Bueno, digamos que ella eligió las flores, por ser ese el primer arreglo floral que en su vida le obsequiaran.

— Espero te guste alguna de ellas.

— ¡¿Bromeas?! — ella exclamó sin apartarlas de sus fosas nasales. — ¡Todas son hermosas!

— Es decir, ¿no tienes una que sea tu favorita? — él quiso saber.

— No — respondió ella, — ¡todas me encantan! Gracias, Terry.

Él, en contestación, sonrió; diciéndole seguidamente...

— Te ves muy bien.

— Gracias — dijo ella otra vez. — ¿Me permites ir a dejarlas abajo? Se marchitarán en mi ausencia sino las dejo en agua.

— Por supuesto. Tomate tu tiempo. Aquí te espero.

Decir de nuevo "gracias" resultaría trillado, por eso Candace, —para agradecer su gentil acto—, se acercó a su novio para depositar en su tersa mejilla: un beso.

Sí, la mejilla era la idónea; ya no tanto porque el padre de ella estuviera presente, sino... por el "no lo eches a perder" que la amiga Coco le recomendara.

Además, durante los dos días y las dos noches pasadas, —a pesar de haber estado en comunicación con él—, Ace, a solas, tuvo tiempo para pensar sobre su noviazgo recién nacido, del cual, —y no por temor a perderlo tan pronto debido a sus atrevidas acciones, sino porque Terry en realidad le agradaba—, ella dejaría que él fuera el encargado de guiar la relación de ambos.

Sí, todo lo dejaría en sus manos, siendo él el responsable de indicar el momento ideal para comenzar el intercambio de caricias.

Con la recientemente dejada en él, ella redundantemente lo dejó para ir a hacer lo que indicara.

The crystal dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora