Finalmente... el convencimiento

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Desde cierta distancia, nuestra pareja protagonista hubo sido divisada por dos parejas más y tres jóvenes, los cuales conformaban el otro grupo de amigos de Terrance; el cual, al vérsele ingresar al restaurante, dudaron en seguirlo o dirigirse adonde el espectáculo daba comienzo.

Porque al parecer su amigo competidor era el primero en ejecutar su rutina, todos corrieron hacia allá, mientras que dos ya habían ordenado sus matutinos alimentos.

Conforme a la espera de ellos, Candace miraba lo que había afuera: grupos de personas sentadas en el césped; otras alistándose con sus trajes de baño o salvavidas; un grupo de jinetes emprendiendo la cabalgata por el sendero adecuado; dos perros pequeños jugando traviesamente y rodando por el pasto, causando que esto último ella riera.

Desde que se quedaran a solas, Terrance siguió lo que llamara la atención de su compañera. A ella escuchó reír, y por haber visto la causa de ello, él se atrevió a distraerla al preguntarle:

— ¿Te gustan los perros?

Previo a responder, Ace suspiró hondamente.

— No mucho.

— ¿Y... a qué debemos el suspiro?

— Porque de acuerdo a papá, mamá dejó uno que, al poco tiempo de morir ella, murió. Entonces, sabrás que, en casa, no se permiten.

— Sí, lo entiendo.

— ¿Tú tienes?

— No; porque el lugar donde vivo no lo permite.

— ¿Pero te gustan?

— Sí, son lindos todos los animales; pero repito, sería imposible tener uno en el departamento.

— Claro — dijo ella, quien viéndose jugar las manos diría tímidamente: — Terry... ¿puedo preguntarte algo?

— Por supuesto.

— Anoche... en tu recámara, vi la fotografía de tu papá.

El joven asintió positivamente; y sonriente, escucharía de ella:

— ¿Desde cuándo no vives con él?

— Desde los seis años.

— Y... ¿fue difícil?

— ¿La separación? — indagó Terrance.

— Por supuesto.

Para responder aquello, Terry tomó su tiempo; y no porque tuviera malos recuerdos sino...

— Si lo fue, ya lo superé.

— ¿En serio? — Candace lo dudó al expresarlo; y Terry lo aseveraría del siguiente modo:

— Sí; de hecho, recuerdo que cuando mamá me habló de la existencia de Ashley, mi media hermana y dos años menor que yo, me dio gusto, y hasta... — él sonrió de su pasada actitud infantil, — le pedí berrinchudamente me llevara a conocerla.

— ¿Tanto así amas a tu hermana? — Ace lo cuestionó un tanto incrédula al percatarse de ¿un posible engaño?

— En sí, son tres, y sí; aunque debo confesarte que Ashley es la única que me detesta.

— ¿Por qué? — indagó Ace habiendo fruncido gravemente el ceño.

— Porque papá es demasiado consentidor conmigo.

— ¿Y con ellas no?

— Por supuesto, pero...

El mesero los interrumpió para colocar frente a ellos sus respectivos alimentos.

The crystal dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora