Felicidad, sorpresa y ¿una condición?

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Con la felicidad albergada, el señor Blance de nuevo abrazó a su cría. Consiguientemente y a toda prisa, la soltó, pidiéndole a los dos jóvenes aguardaran por él; y es que, una vez soltara a su hija, el vidriero corrió hacia cierta dirección; en sí, hacia su recámara desde donde haría una llamada.

Una madre, por supuesto, debía ser enterada de la reciente noticia dada.

Con ella, al teléfono, el señor Blance retornó adonde los dos jóvenes trataban de poner atención a la película que se emitía por televisión. Una trama sobre un sheriff que tuvo que abandonar su puesto para perseguir a un joven acusado de violentar a una niña de doce años.

La simpleza vista fue suficiente para compungir dos rostros. Éstos, inmediatamente fueron percibidos por quien ya venía de regreso para hacer entrega del móvil a Candace.

Sin preguntar quién era, Ace lo aceptó para escuchar de su abuela: primero, una felicitación; segundo; las recomendaciones; y tercero...

Quiero conocerlo.

— B-bueno... es que...

¿No querrá?

— No es eso, sino... déjame platicarlo primero con él.

Está bien, pero procura que sea pronto. Tu padre ha hablado muy bien de él y, ahora con esta noticia...

— Sí, abuela, te entiendo —, la urgencia por conocerlo. — Te doy mi palabra que en cuanto tenga una fecha, te la comunico.

Muy bien, hija, gracias. Ahora pásame a tu padre.

Éste, durante el tiempo que la hija atendió a su madre, intercambió opiniones de la película con Terry, quien al divisar se devolvía el móvil, aprovecharía para decir rápidamente:

— Tengo que irme —; y es que ya era tarde, y él todavía tenía que manejar otra hora y media de regreso.

Dada ninguna objeción, el señor Blance se despidió del joven. Él, por su parte, sería acompañado de su novia, la cual aprovecharía el trayecto para informarlo de la solicitud de su abuela.

— ¿Te dijo para cuándo? — preguntó Terrance una vez llegaran a la última puerta de salida de aquel hogar.

— No, al contrario; le dije que aguardara por una respuesta tuya.

— Siendo así... — él calló para pensar para sí. Segundos después, decía: — El sábado tengo un partido de tenis con mi padre. Por haber faltado al anterior, tengo que estar todo el día con él. El domingo podría ser.

— ¿Y hasta ese día te vería? — cuestionó una ella entristecida; y por haberlo visto así, Terry diría:

— Si puedo hacerme un tiempo entre semana... lo intentaré.

— Bueno — dijo Candace no muy convencida, sin embargo, sonrió para decirle: — ¡Muchas gracias por las invitaciones! De verdad, la pasé muy bien.

— Me alegra escucharlo.

— ¿Me llamarás?

— ¡Por supuesto! —, él sonrió. — Además, tengo que avisarte el día y la hora del torneo.

— Me disculpo por... esa irreverencia cometida.

— No, no, no; ya todo está resuelto.

— De ese modo... buenas noches, Terry.

— Buenas noches, Ace.

Ella estiró la mano para estrecharla con la de él que la tomó para acariciar con finesa y con su pulgar, los dedos femeninos y mirarlos por segundos.

The crystal dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora