♡ When is a monster not a monster?
Oh, when you love it ♡
Una semana y Scott McCall y Stiles Stilinski no podian sentirse mas perdidos sin la presencia de su querida Talia Hale.
En cuanto Talia Hale piso de nuevo su pueblo sobrenatural, no pudo enc...
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Dios, Talía odiaba el humo. Debía ser por su increíble trauma del humo inundándole los pulmones ese fatídico día, los gritos de horror de las personas, las llamas comiéndose la casa. Recordaba cuando había ido a su primera fiesta de secundaria, el humo de los fumadores apenas la había dejado respirar, y después cuando hubo una fiesta de la comunidad y el olor de la marihuana lo encontraba tan horrible y sofocante que le tuvo que pedir prestado el inhalador a Scott. También las pequeñas cosas, como cuando entraba a las tiendas chinas y estaba lleno de incienso por lo que Talía tenía que darse media vuelta e irse del local, o los pequeños restaurantes, sofocantes y pesados con el humo de la carne asada.
Abrió sus ojos poco a poco, sintiendo el dolor palpitando en sus huesos como veneno. Sentía como sus costillas rotas sanaban dolorosamente, aunque la herida de seguro se había sanado sentía la sangre caliente correrle en la cara. No recordaba mucho, solo que estaba afuera de la fiesta con Scott cuando un auto había aparecido frente a ellos.
—Scott...—murmuró débilmente, estando despierta vio que estaba encerrada en una especie de habitación cerrada y oscura, solo con una ampolleta iluminando el lugar, estaba encadenada, como normalmente estaba en luna llena, trató de liberarse pero fue inútil, vio a Scott que estaba atado en una mesa.
—Que demonios...
—Oh, magnifico ambos están despiertos—escuchó una voz—. Probablemente reconozcan este dispositivo. La marihuana se fumaba normalmente enrollado en un pedazo de papel. Pero estos días, parece que chicos como ustedes les dan un vaporizador gratis con una tarjeta medicinal de marihuana. Hmm. Este tipo de aconito es uno de mis favoritos. Encantador aroma, aunque ustedes no pensaran lo mismo.
La chica estaba con la vista un poco nublada por el humo, pudo distinguir una especie de máquina que lanzaba ese aroma. El aroma que ella tanto odiaba. Aconito o también referido como Matalobos. Por eso se sentía tan débil y desorientada, tenía muchas ganas de vomitar.
—¿Que?—murmuró un Scott apenas consciente—. ¿Que está haciendo?
—Acaso no es obvio?—ella respondió—. Los estoy matando.
La mujer se rió complacida al ver a los dos chicos quejarse y gemir.
—Va a parecer un accidente. Como si hubieras tenido un ataque de asma y no pudiste encontrar tu inhalador a tiempo. En el expediente de tu escuela muestra que tiene sin severo caso de asma—la mujer que ahora Talía reconoció como la madre de Allison por cómo la había descrito Scott, se acercó a ella, la chica no paraba de temblar, el aconito le estaba haciendo efecto y se veía tan pálida como un fantasma. La mujer le puso una mano en la barbilla—. ¿Pero que hay de ti querida? Debiste haber muerto en ese incendio con el resto de tu asquerosa familia.
—¡Para!—le gruñó Scott—. ¡Aléjate de ella!
Talía dio un quejido lastimero como un animal herido, el aroma a Aconito le daba vueltas la cabeza, e iba a vomitar en cualquier momento, sentía como sus ojos cambiaban de azules a amarillos continuamente. Sus garras salieron dolorosamente como su primera transformación.