Capítulo 2

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Hacía horas estaban sentadas en las escaleras abrazándose, de vez en cuando dejando que sus ojos vuelvan a llenarse de lágrimas, pero ninguna de las dos huía del dolor y la tristeza porque sabían que la única manera para terminar con el sufrimiento era, en primer lugar, aceptarlo. La situación les costaba por igual, solo que Anna era más demostrativa que Elsa, quien reservaba por completo sus sentimientos. La menor era quien siempre daba el primer salto, por eso no fue una sorpresa que se levantara con una sonrisa totalmente forzara y dijera con la voz quebrada:

—Haz la magia, Elsa, y crea con ella la felicidad.

Tenía que admitir que admiraba a la princesa y, posiblemente, futura reina de Arendelle por su capacidad de nunca dar todo por perdido y siempre seguir adelante sabiendo que el sol volvería a llenar de luz cada rincón de oscuridad. Sabía que si tenía a sus seres queridos nada podía destruirla, ni siquiera los secretos más sombríos del pasado. Se levantó luego de devolverle la sonrisa y en un ligero movimiento de manos generó copos de nieve cayendo del techo, Anna, por supuesto, fascinada observando a la espera del espectáculo que Elsa optó por no realizar.

—Esta vez será diferente—dijo una vez que estuvo frente a la pelirroja y, luego de dar una sonrisa pícara, agitó una vez más sus manos dándole unos zapatos de patinaje y convirtiendo el piso en una pista al dar el primer paso. —déjame enseñarte—tomó una de sus manos que no paraban de dar volteretas en el aire por intentar mantener su cuerpo en equilibrio y la acercó con delicadeza hasta lograr un equilibrio entre ambos cuerpos.

Sin duda ese momento era mucho mejor que jugar en la nieve. Anna se preguntaba si la libertad que sentía por todo su cuerpo era la misma que Elsa había experimentado cuando se liberó, porque de ser así sin duda entendería muchas cosas de su cambio, pues esa libertad también estaba cambiando algo en ella. Su cuerpo había empezado a moverse por sí mismo por más que la reina estuviera guiándola en todo momento, sus ojos no se despegaban de los celestes que estaban frente a ella y había perdido el sentido de su alrededor. Conectaron con la otra a un nivel que nunca antes alcanzaron y lo sintieron en cada centímetro de sus cuerpos.

—Elsa—susurró su nombre inconscientemente e hizo que detenga el andar de ambas, ya que la mayor había escuchado aquello con un tono de preocupación en su voz y se alarmó. —no quería que te detuvieras, solo estaba pensando. —bajó su mirada triste hasta el cuello de Elsa y se quedó hipnotizada viendo el collar que colgaba allí, el hermoso símbolo de Arendelle.

—¿Está todo bien? —apretó sus manos entre las suyas para hacerle saber que estaba ahí suceda lo que suceda, tratando de lograr un contacto visual que, sospechaba, no ocurriría. Subió su brazo para acomodarle uno de sus mechones alborotados detrás de la oreja, a ver si con eso lograba llamar su atención de la forma en que quería, y se puede decir que resultó. Su mano fue tomada antes de que lograra hacer la acción que quería y luego fue colocada sobre la melena pelirroja mientras esta se acercaba a su pecho. Elsa quedó sorprendida ante ese abrazo tan delicado.

—Hay una magia que tienes que es la única capaz de calmarme y a su misma vez darme felicidad, y no tiene nada que ver con tus poderes de hielo.

Los papeles se habían invertido, ahora era Elsa quien contenía la respiración para tratar de calmar su corazón acelerado, pero estaba claro que Anna podía sentirlos y entenderlos completamente porque también los había experimentado. Pensó que, a pesar de todos los años que pasaron, seguían conociéndose cada día más. Y que las mini vacaciones que se estaban tomando servirían para formar ese lazo familiar que tanto habían olvidado, sean hermanas o no.

Sintió el apretón alrededor de su cintura y dejó salir todo el aire que estaba conteniendo.

—Te amo.

Secretos del pasado [Elsanna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora